jueves, 9 de febrero de 2012

LA REGLA NO ESCRITA CAPITULO 2


capitulo 2
La fiesta en la que Eugenia y gaston se juntaron era una cosa de fin-de-verano-oh-mierda-la-escuela-va-a-apestar, y todos los sospechosos de siempre estaban ahí. Eugenia se encontró con un montón de personas del club de teatro, y todos estaban hablando sobre qué obra querían hacer. Yo estaba mirando alrededor de la casa, saludando a todos los que pasaban y hablando sobre el verano, todos estábamos de acuerdo en que era demasiado corto. Me desvié al estudio, había algunos libros sobre la mesa de café, de la clase que son todo fotografías. Una de ellas era de unos zapatos. Y aquí la cuestión acerca de mí: me gustan los zapatos. Bueno, las zapatillas. Tengo veintisiete pares, y veinticinco de ellos son unos que decoré yo misma o las compré ya diseñadas (Dos pares están en mi habitación ahora, totalmente blancas y esperando que la inspiración ataque). Lo que me conduce a lo que pasó. Allí estaba yo, hojeando el libro de zapatos y preguntándome si podría conseguir una copia y decorar un par de tenis con recortes de zapatos (vi tacones por los bordes, botas bailando por la parte superior, y encajes amarillos brillantes con diminutas zapatillas plateadas y encantadoras en los extremos) cuando vi una pintura en la pared.
No sé mucho acerca de arte, pero la pintura era claramente valiosa. Estaba agradablemente enmarcada y tenía uno de esos pequeños reflectores que dicen ―¡Mira! ¡Mira este CUADRO! sobre ella. También había alcanzado a esperar a ver una de esas pequeñas tarjetas blancas atornilladas a la pared
al lado del cuadro con un pequeño título cono La lucha interna del Espíritu Humano (Estación 8) pero no había nada allí, sólo la pintura y su luz. Y la pintura… bueno, se parecía a la mierda. No lo decía en sentido figurado, lo decía en serio, literario. Me moví un poco más cerca, interesada y horrorizada, y prácticamente tenía mi nariz contra el marco de cristal cuando alguien entró en la habitación. Miré hacia allí, y era gaston. Le sonreí. Y luego sentí que mi corazón se caía en mi estómago porque… Bueno, el verano había sido muy, MUY bueno con él. gastonn siempre había sido tres cosas: bajo, flaco y obsesionado con el arte. Pero durante el verano, había crecido —tuve que mirar hacia arriba para poder encontrar sus ojos— y, aunque era delgado todavía, no era flaco. Tenía músculos. No del tipo grande y voluminoso que siempre piensas cuando oyes la palabra, sino unos largos y tonificados. Él parecía… oh, desearía ser poeta… pero se veía hermoso de manera extraña, exótica, y cuando dijo ―Hola, rocio, quería correr hacia él y seguir las líneas de sus pómulos con mis dedos y luego tocar su cabello. Y está bien, el resto de él. Aunque, no lo hice. Sólo dije ―Hola gaston, ven y me dices qué es esto, como si fuera el viejo y normal gaston, el que había vomitado justo antes de dar un trabajo oral en quinto… y no está de repente maravillosa criatura cuyo rostro, que tenía todos los ángulos y era enorme, con unos asombrosos ojos verdes, se habían juntado en una manera que funcionaba y me hacían tambalear. —Bien, es una pintura —él dijo, sonriéndome. Siempre me había gustado la sonrisa de gaston —era amigable y cálida— pero ahora, en ese rostro que se había convertido, era letal. —Yo… uh. En cierto modo me di cuenta de eso —dije, aclarando mi garganta y tratando de hablar normal. Yo sabía por eugenia que ser hermoso no era del todo genial. eugenia había cambiado en segundo y tercero de bachillerato. Un día ambas éramos chicas en séptimo, al día siguiente, ella era una supermodelo que tenía a una chica de séptimo como mejor amiga. Tal vez no fue tan dramático, pero fue bastante repentino. eugenia siempre había sido linda, pero se volvió hermosa rápidamente, y las personas lo habían notado. A ella le gustaba al principio, hasta fue todo lo que ellos notaban. Y luego ella se acostumbró a eso. Aunque eso llevó un tiempo, y la recordé gritando ―¡soy más que senos!, ¿sabes? a un chico que conocimos en el centro comercial justo después de que todo hubiera cambiado para ella, y luego cómo había llorado esa noche en mi habitación, odiando que las personas la miraran y vieran su cuerpo y rostro y nada más.
—Luce como… —dijo gaston, luego se quedó callado entrecerrando los ojos en la pintura.
 —¿Mierda? —dije, y luego él me sonrió de vuelta. Mi estómago dio una voltereta con esa sonrisa —de él— y tragué saliva fuertemente. Me dije a mí misma que era gaston, y que lo había conocido y me había gustado desde siempre. La cosa era que él me había gustado siempre.
 —Así luce, pero no creo que lo sea —él dijo, y todavía sonaba igual, todavía sonaba como gaston, una voz que había sido un poco seria y profunda para él antes. Ahora encajaba—. Creo que es polvo —dijo, y señaló a la pintura, cuidadoso de no tocar el cristal—. Mira, ¿ves esto? Miré, y solo vi su reflejo en el cristal. Asentí de todas maneras. —Parece como una huella de mano manchada —él dijo—. Al igual que alguien deja una marca, y el tiempo y la naturaleza la desgastan. Tal vez es acerca de lo que queda después de que creas algo. Lo poco que se supone que no debes ver, pero es lo que tiene que ser para que una pintura exista. Ahora él en realidad sonaba como el gaston que conocía, el que había saludado en los pasillos cada día del año pasado, el que era mi amigo. —O algún chico sólo pensó, ―hey, tengo este pegote de café, ¿por qué no lo embarró en un lienzo? —dije. —Asqueroso —él dijo, sonriendo aún más—. ¿Dónde has estado todo el verano, de todos modos? —¿Yo? —estoy avergonzada de admitir que le chillé. Como un chillido en realidad. —Sí. No te vi por aquí.
—Eso es porque estaba en casa, ayudando y todo eso. Mi padre me pagó para pintar el garaje. Genial. Ahora sonaba como una chica de cuarto. ¡Mi padre me pagó para pintar el garaje! ¡No tenía vida! —Yo pinté también —él dijo—. Casas, quiero decir. No pintar—pintar. Hice algo de eso, pero la mayoría fueron casas, como ya dije. Me relajé un poco más entonces. A pesar de su aspecto, él todavía era gaston. —Entonces, así es como conseguiste esos músculos —dije, y empujé el brazo. Él se encogió de hombros, sonrojándose un poco. Imagínate un chico. Él es un poco más alto que tú, con piel perfecta, piel que tan solo grita ―¡tócame! y cabello rubio y maravillosos ojos y él luce tan dulce, y es tan dulce. Y luego tenlo un poco sonrojado. Seguramente podrás entender por qué dejé caer el libro que todavía estaba sosteniendo. Él se agachó para recogerlo al mismo tiempo que yo, y por un momento estábamos tan cerca que pude haberme inclinado y besarlo. —Toma —él dijo, entregándome el libro. Estábamos todavía tan cerca, y él estaba mirándome, la sonrisa en sus ojos oscureciéndose en algo más profundo, más intenso. —Gracias —dije, aunque apuesto a que sonó más como ―Geratyuhrh‖, y luego alcancé el libro y él me lo entregó, sus manos tocando las mías por un momento. Y luego él dijo
―rocio, y tomó mi mano de nuevo. Miré hacia abajo, mis dedos estaban manchados con el verde oscuro que mi padre quería para el garaje, y sus manos estaban manchadas también, blancas y amarillas, y el libro se deslizó hacia el suelo mientras él hizo más que tocar mi mano. La sostuvo, y deslizó sus dedos en los míos. Nuestras palmas estaban presionadas juntas, y todo lo que podía pensar era una línea que había leído en algún lado, acerca de las palmas presionadas juntas como un beso, y él todavía me miraba y luego estábamos de pie, todavía sosteniéndonos las manos, y estaba cerca, tan cerca, y se estaba inclinando, y yo no podía respirar, no me podía mover, sólo podía mirar y esperar, esperando y sin respiración a que se moviera cerca y más cerca y…
—rocio, no creerás lo que escuché que sería el juego. Es… oh —dijo eugenia, y dejó de hablar. Miró directamente hacia gaston, y sonrió con la sonrisa que ella daba cuando veía a un chico que quería ver. —Hola, tú —ella dijo, y estaba espléndida, bronceada y alta y hermosa, su cabello rubio se curvaba alrededor de su rostro en forma de corazón, y vi a gaston sonreír de vuelta.
—Hola, eugenia —él dijo. —¿Qué has estado haciendo este verano? Ven y me lo cuentas todo mientras voy a la tienda por algunas gaseosas —ella me sonrió—. Tengo que irme un ratito. Una historia más sobre acampar y empezaré a gritar. Lo juro. Ojalá hubiera podido ir. —Lo sé —dije, porque había estado allí cuando su madre le dijo que no, y traté de no notar que mi mano ya no estaba tocando la de gaston—. No solo traigas gaseosa de uva, ¿de acuerdo? —No traería solo uva… bueno, de acuerdo, lo haría. Pero no lo haré —ella dijo, y metió su brazo en el de gaston mientras lo conducía fuera de la habitación, conduciéndolo hacia ella como solo ella podía hacerlo, y para el momento en que regresaron con unos cuantos six—packs de gaseosa, sus bocas estaban ligeramente púrpuras. eugenia me sonrió, una placentera y brillante sonrisa, y dijo ―A gaston le gusta la gaseosa de uva, también mientras me lanzaba una cerveza de raíz y dijo—: Aquí está tu favorita.—La mía también, de hecho —dijo gaston, pero no me estaba mirando mientras lo hizo. Estaba mirando a eugenia, un poco perplejo, un poco aturdido, y yo sabía que él no se iba a girar. La miré, y estaba sonriendo con la sonrisa que ella ponía cuando veía un chico que deseaba, y allí fue cuando supe que lo conseguiría porque eso era lo que ella era y lo que ella hacía. Vi que ya lo había conseguido. Fui hacia la cocina a beber mi cerveza de raíz. Me la serví en un vaso, le puse hielo, y esperé a que la efervescencia se disolviera. Tácticas de retraso, y para el momento en que me la tomé y regresé a donde eugenia estaba, ella y gaston estaban sentados juntos, hablando.
eugenia estaba asintiendo atentamente, como si todo lo que él estaba diciendo significara el mundo para ella. gaston todavía la miraba ligeramente
aturdido pero luego me miró y empezó a decir algo, y luego eugenia tocó su rostro y le besó enfrente de todo el mundo. Y ahí estaba. Él era suyo. Él podría haberme hablado a mí primero. Podría incluso haber sostenido mi mano primero. Pero eso no importaba. Excepto para mí.

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