GASTON
Empujo al chico contra un Camaro lujoso y brillante, un cochazo que probablemente cueste más de lo que mi madre gana en un año.
- Este es el trato -le digo-. O me pagas ahora o te rompo algo. Y no me refiero a tu jodido coche... sino a algo que lleves permanentemente adherido al cuerpo. ¿Lo pulas?
más delgado que un poste de teléfono y pálido como un fantasma, me mira como si acabara de pronunciar su sentencia de muerte. Debería habérselo pensado mejor antes de coger toda la cocaína y largarse sin pagarla.
Como si Héctor fuera a permitir que sucediera sin más. Como si yo fuera a permitirlo.
Cuando Héctor me envía a recaudar deudas, obedezco. Puede que no me guste hacerlo, pero lo hago. Él sabe que no me involucraré en el tráfico de drogas, ni destrozaré la casa de nadie, ni me mezclaré en asuntos de robos. Sin embargo, se me da bien recaudar... sobre todo, deudas. A veces me mandan a buscar directamente a personas, aunque esos son asuntos complicados, sobre todo porque sé lo que les pasará en cuanto les arrastre hasta el almacén donde tienen que dar la cara frente a Chuy. Nadie quiere enfrentarse a Chuy. Es mucho peor que enfrentarse a mí.
- ¿Qué miembro quieres que te rompa primero? -pregunto-, Seré amable y te dejaré elegir.
- Venga, Gaston, sacúdele ya y acabemos con esto de una vez -dice Paco, aburrido.
- ¡No! -grita -. Lo conseguiré, os lo juro. Mañana.
- ¿Y qué, voy a fiarme de ti así, por las buenas? ¿Crees que somos idiotas? Necesito una garantía. no responde. Miro el coche.
- No, el coche no, por favor, gaston. Saco mi arma. No voy a dispararle. No importa lo que soy ni en lo que me he convertido, jamás matarla ni dispararía a nadie. Sin embargo, eso no lo sabe. Cuando ve la pistola, saca las llaves del coche.- Dios mío, no, por favor. Le quito las llaves de la mano.
- Mañana,. A las siete en punto detrás de las viejas vías. Ahora, lárgate de aquí -le digo, agitando el arma en el aire para que salga corriendo.
.
- ¿Listo para la siguiente clase, gaston? Me apuesto lo que quieras a que rocio huye de ti como de la peste. Me troncho cada vez que la veo mover su taburete para alejarse todo lo que puede de ti.
-- Es una chiquilla y no va a sacar nada de este hombre.
- Corre a decirle eso a su madre -dice riendo-. O a pablo.
Me recuesto sobre el tronco del árbol y me cruzo de brazos.
- El año pasado coincidí con pablo en Educación Física. Y créeme, no tiene nada de lo que pueda alardear.
- Todavía estás cabreado con él porque el año siguiente de que le ganaras en la carrera de relevos frente a todo el instituto te destrozó la taquilla, ¿verdad?
- Eso es agua pasada -le digo manteniendo la fría apariencia de siempre.
- Pues tu amiguito está sentado justo allí, con la tía buena de su novia.
Me basta una sola mirada a la señorita Perfecta para que se dispare todo mi sistema de alarma. Cree que soy un drogata. Todos los días tengo que superar el temor de lidiar con ella en clase de química.
- Esa tía tiene la cabeza llena de pájaros, tío -añado.
- He oído que esa petarda te ha faltado el respeto delante de los suyos - Niego con la cabeza, preguntándome lo que habrá dicho rocio de mí y qué medidas deberé de tomar para tenerlo todo bajo control.
- Tal vez me desee y no conozca otra manera de llamar mi atención.
el ríe con tanta fuerza que todos los que están a pocos metros de nosotros nos miran.
- Ni de coña, rocio no se acercaría a menos de sesenta metros de ti por voluntad propia, así que ni hablemos de salir contigo, colega -dice-. ¿Te acuerdas de la bufanda que llevaba la semana pasada? Pues puede que esa prenda cueste tanto como todo lo que hay en tu casa.
La bufanda. Como si los pantalones y la camiseta de diseño que lleva no fueran lo suficientemente modernos, se pone esa bufanda, puede que para alardear de lo rica e intocable que es. Seguro que es toda una profesional eligiendo el tono exacto para que encaje con sus ojos de color miel.
- Joder, te apuesto mi RX-7 a que no eres capaz de conseguir sus bragas antes de las vacaciones de Acción de Gracias -me desafía interrumpiendo mis perversos pensamientos.
- ¿Quién querría hacer algo así? -rebato. Puede que también sean de diseño y lleven sus iniciales bordadas en la parte delantera.
- Todos los tíos del instituto.
No hacía falta recalcar lo que ya es evidente.
- Es una creida
No salgo con nenas malcriadas, ni tampoco con niñatas cuya idea del trabajo duro es pintarse sus largas uñas de un color diferente cada día para que peguen con el conjunto que llevan puesto. Saco un cigarrillo del bolsillo y lo enciendo, haciendo caso omiso de la política del centro que prohíbe fumar en el recinto del instituto. Últimamente he fumado un montón. Paco me lo hizo notar anoche cuando salimos a dar una vuelta.
- ¿Y qué pasa si es creida? Vamos, gaston. No seas idiota. Mírala.
Echo un vistazo. Tengo que admitir que está buena. Tiene el pelo largo y brillante, una nariz aristocrática, los brazos ligeramente bronceados y algo musculados en los bíceps (me preguntó si hará ejercicio). Y unos labios carnosos que cuando sonríen te hacen pensar que la paz mundial sería posible si todo el mundo sonriera como ella.
Aparto esas ideas de mi mente. ¿Y qué pasa si está buena? Es una petarda de primera.
- Demasiado flaca -espeto.
- Te gusta -dice y, recostándose sobre la hierba-. Pero sabes que, nunca podrás tenerla.
Hay algo en mí interior que se enciende. Llamémoslo mecanismo de defensa. Llamémoslo prepotencia. Antes de que pueda desconectarlo, digo:
- En dos meses habré catado a esa niña. Si de verdad quieres apostar tu RX-7, acepto.
- Estás pirado -dice y al ver que no contesto, añade frunciendo el ceño-: ¿Hablas en serio, gaston?
va a echarse atrás, quiere más a su coche que a su madre.
- Claro.
- Si pierdes, me quedo con Julio -dice, y su expresión ceñuda se transforma en una sonrisa malvada.
Julio es mi posesión más preciada: una vieja Honda Nighthawk 750. La rescaté del depósito y la convertí en una moto de líneas depuradas. Hacerlo me llevó un montón de tiempo. Es la única cosa en mi vida que, en lugar de echar a perder, he mejorado.
Ahora me toca a mí rechazar o aceptar el reto. El problema es que nunca me he echado atrás... ni una sola vez en toda mi vida.
Estoy seguro de que la creida más popular del instituto va a aprender un montón de cosas saliendo conmigo. La señorita Perfecta ha declarado que nunca saldría con el miembro de una banda, pero apuesto a que ningún Latino Blood ha intentado colarse alguna vez en esos pantalones de diseño.
No resultaría más imposible o inverosímil que un encontronazo entre las bandas rivales, un sábado por la noche.
Apuesto a que todo lo que necesito para ligarme a rocio es un poco de coqueteo. Ya sabéis, un juego de palabras, un toma y da que aumenta tu percepción del sexo opuesto. Puedo matar dos pájaros de un tiro: devolvérsela a Cara Burro quitándole a su chica y devolvérsela a rocio por haberle contado de mí al director, y por dejarme en ridículo delante de sus amigas. Puede ser divertido.
Me imagino a todo el instituto siendo testigo de la inmaculada niña babeando por el que ha profesado odio eterno. Imagino su trasero blanco y apretado cayendo al suelo cuando haya acabado con ella.
Le tiendo la mano
- Trato hecho.
- Tendrás que demostrarlo con pruebas. Le doy otra calada al cigarrillo.
-, ¿qué quieres que haga?
- Hazle una foto -sugiere -. O un vídeo. Apuesto a que podemos sacar una pasta con eso. Podemos titularlo «rocio se va de paseo al sur de la frontera».
Son este tipo de conversaciones estúpidas las que nos dan una mala reputación. No es que los niños ricos no hablen de estupideces, estoy seguro que sí. Sin embargo, cuando mis amigos empiezan, no conocen el límite. Si os digo la verdad, creo que mis colegas se lo pasan bomba cuando se ríen de alguien. Aunque si es de mí, ya no me hace tanta gracia.
- ¿De qué habláis? -pregunta, que se une a nosotros con un plato de comida de la cafetería.
- He apostado mi coche con gaston a que no consigue acostarse con rocio antes de Acción de Gracias. Y él ha apostado su Julio a que sí.
- ¿Estás pirado, gaston? -dice -. Hacer una apuesta como esa es un suicidio.
- Déjalo, -le advierto. No es ningún suicidio. Una estupidez, puede, pero no un suicidio. Si conseguí salir con la tía buena de daniela puedo salir con la galleta de vainilla de rocio
- rocio está fuera de nuestro alcance, colega. Puede que seas un chico mono, pero …
- Mira, aquella es una chica preciosa, y sí está a tu alcance.—señala a una
Pero yo no tengo puesto el ojo en ella, sino en rocio. Ahora que el juego ha empezado, voy a centrarme en el premio. Es hora de empezar el coqueteo, aunque con ella no me funcionará ningún piropo facilón. De algún modo, creo que ese tipo de comentarios ya se los dice su novio y los otros gilipollas que intentan llevársela a la cama.
Voy a optar por una nueva estrategia, una que ella no esperará. Voy a hacer que caiga rendida antes de que se dé cuenta. Y empezaré en la próxima clase, cuando esté obligada a sentarse a mi lado. Nada como unos cuantos preliminares en la clase de química para provocar que se encienda la chispa.
Mientras barajo la idea, noto que algo me gotea en los pantalones. Bajo la mirada sabiendo lo que voy a encontrarme. Sí, un pedazo de falsa carne de taco, húmeda y pegajosa, me ha dejado una macha enorme justo encima de la bragueta de los vaqueros desteñidos que llevo puestos.
- Joder -se lamenta. En un instante, su expresión ha pasado de la alegría a la conmoción-. ¿Quieres que te lo limpie?
- Si tus dedos se acercan lo más mínimo, me encargaré personalmente de meterte un tiro -gruño entre dientes. Aparto con el dedo la misteriosa carne que me ha caído encima. Me ha dejado una mancha grande y grasienta. Me vuelvo hacia el
- Tienes diez minutos para conseguirme unos pantalones nuevos.
decide no malgastar más tiempo y echa a correr hacia el aparcamiento del instituto. No me importa una mierda cómo consiga los pantalones, solo quiero que los encuentre antes de que empiece la siguiente clase. Tener la bragueta mojada no es el mejor modo de demostrarle a rocio que soy todo un seductor.
De repente, suena la música por los altavoces y no lo veo por ningún sitio. Genial. Ahora tengo cinco minutos para llegar a la clase Apretando los dientes, camino hacia la clase de química con los libros estratégicamente colocados delante de la bragueta. Llego dos minutos antes. Me siento en el taburete y me acerco todo lo que puedo a la mesa de laboratorio para esconder la mancha.
rocio entra en clase, con su pelo de anuncio cayéndole sobre el pecho, terminando en unos perfectos ricitos que se mueven a medida que avanza. Una perfección que en lugar de excitarme, me hace desear levantarme y arruinársela.
Le guiño el ojo cuando me mira. Ella resopla y aleja su taburete del mío todo lo que puede.
me giro hacia la chica de los pompones que se sienta a mi lado.
- Tendrás que hablar conmigo en algún momento.
- ¿Para qué tu novia tenga la excusa perfecta para apalearme? No, gracias, gaston. Prefiero que mi cara se quede como está.
- No tengo novia. ¿Quieres una entrevista para el puesto? -pregunto mirándola de arriba abajo, concentrándome en las partes de las que ella se vale tanto.
Hace una mueca con el labio superior pintado de rosa y me sonríe con desprecio.
- Ni muerta.
- Nena, no sabrías que hacer con tanta testosterona en tus manos.
«Eso es, gaston. Tómale el pelo para atraer su atención. Morderá el anzuelo». Ella se aparta de mí.
- Eres asqueroso.
- ¿Y si te dijera que haríamos una pareja genial?
- Pues te diría que eres un imbécil.

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