lunes, 14 de noviembre de 2011

QUIMICA PERFECTA CAPITULO 12

GASTON
    Llevo una hora esperando en la biblioteca. Bueno, más bien una hora y media. Antes de las diez, salí a sentarme en los bancos de cemento. A las diez volví adentro y me quedé mirando el expositor, fingiendo estar interesado en los próximos eventos anunciados por la biblioteca. No quería parecer ansioso por ver a rocio. A las diez y cuarenta y cinco me senté en los sofás de la sección de literatura juvenil y aproveché para hojear el libro de química. De acuerdo, admito que solo estaba pasando las páginas sin fijarme en lo que había escrito.
    Ahora son las once. ¿Dónde se habrá metido?
    Podría ir a dar una vuelta con mis amigos. Maldita sea, debería ir a dar una vuelta con mis amigos. Pero tengo la estúpida necesidad de saber la razón por la que rocio me ha dejado plantado. Intento convencerme de que es cuestión de orgullo, pero en el fondo estoy preocupado por ella.
    Durante su ataque de nervios en la enfermería, me dio a entender que su madre no era la candidata idónea para la Madre del Año. ¿No se da cuenta rocio de que ya tiene dieciocho años y que puede irse de casa si quiere? Si lo pasa tan mal, ¿por qué se queda allí?
    Porque sus padres son ricos.
    Si yo me fuera de casa, mi nueva vida no sería muy diferente de la antigua. Sin embargo, para una chica que vive en la zona norte, una vida sin toallas de diseño y una sirvienta que te siga a todas partes probablemente sea peor que la muerte.
    Ya he esperado suficiente a rocio. Voy a ir a su casa, para que me explique por qué me ha dejado plantado. Sin pensarlo dos veces, me subo a la moto y me dirijo a la zona norte. Sé dónde vive... en la vomitiva mansión blanca flanqueada por columnas.
    Aparco la moto en el camino de entrada y llamo al timbre.
    Me aclaro la garganta, para no atragantarme al hablar.
    Mierda, ¿qué voy a decirle? ¿Y por qué me siento tan inseguro, como si ella fuera a juzgarme y yo tuviera que impresionarla?
    Nadie responde. Vuelvo a llamar.
    ¿Dónde está el sirviente o el mayordomo que te abre la puerta cuando los necesitas? Justo en el momento en el que estoy a punto de renunciar y alejarme con el rabo entre las piernas, la puerta se abre. Delante de mí aparece una versión más mayor de rocio. No cabe duda de que es su madre. Cuando me mira, reparo en la mueca de desprecio que me lanza.
    - ¿En qué puedo ayudarte? -pregunta llena de seguridad. Tengo la impresión de que o espera que forme parte de la plantilla de jardineros o que sea un vendedor que va de puerta en puerta acosando a la gente-. En este vecindario está terminantemente prohibida la venta ambulante.
    - Yo, esto, no estoy aquí para vender nada. Me llamo gaston. Solamente quería saber si rocio estaba, bueno, en casa -respondo. Genial, me he quedado sin palabras dos veces.
    - No -contesta con un tono de voz tan frío como su mirada.
    - ¿Sabe adónde ha ido?
    La señora entrecierra la puerta. Probablemente piense que voy a asomar la cabeza para comprobar las cosas de valor que tiene y sentirme tentado de robarlas.
    - No suelo dar información acerca de dónde se encuentra mi hija. Ahora, si me disculpas -dice, antes de cerrarme la puerta en las narices.
    Me quedo delante de la puerta principal como un completo imbécil. Tengo la sensación de que rocio estaba detrás de la puerta pidiéndole a su madre que se deshiciera de mí. En su lugar, yo no jugaría conmigo.
    Detesto los juegos que no puedo ganar.
    Regreso a la moto con el rabo entre las piernas, preguntándome si debería sentirme como un perro apaleado o como un pitbull furioso.
   
















   
                                                                        ROCIO
    - ¿Quién es gaston?
    Esas son las primeras palabras que me dirige mi madre después de llegar a casa del aeropuerto, donde he ido a recoger a mi padre.
    - Es un chico del instituto que me ha tocado como compañero en la clase de química -respondo en voz baja. Espero un momento antes de añadir-: ¿Por qué le conoces?
    - Vino aquí después de que te fueras al aeropuerto. Le he echado.
    La realidad le golpea en la cara. ¡Ay, Dios! Me olvidé de que había quedado con gaston esta mañana.
    Cuando pienso en ello, le imagino esperándome en la biblioteca y me invade un sentimiento de culpabilidad. Era yo quien no confiaba en que se presentara, pero al final he sido yo quien no ha cumplido con su palabra. Debe de estar furioso. Puf, me siento fatal.
    - No lo quiero cerca de casa -confiesa-. Los vecinos empezarían a chismorrear sobre ti.
    «Como hacen con tu hermana», sé que está pensando.
    Espero que algún día pueda vivir en un lugar en el que no tenga que preocuparme de los cotilleos de los vecinos.
    -De acuerdo -accedo.
    - ¿Puedes cambiar de compañero?
    - No.
    - ¿Lo has intentado?
    - Si, mamá. Lo he hecho. se niega a volver a asignar compañeros.
    - Quizás no hayas insistido lo suficiente. Llamaré al instituto el lunes y les haré...
    La miro fijamente, ignorando la intensa y dolorosa punzada en la parte posterior de la cabeza, donde mi hermana se ha llevado un buen mechón de pelo.
    - Mamá, ya me encargo yo. No necesito que llames al instituto y me hagas sentir como una niña de dos años.
    - ¿Ha sido ese chico, gaston, el que te ha enseñado a faltarle el respeto a tu madre? ¿De repente, crees que puedes hablarme así porque ese chico sea tu compañero?
 - Mamá...
    Ojala estuviera mi padre para intervenir. Pero fue directamente a su despacho para comprobar su correo justo después de que llegásemos a casa. Me gustarla que actuara como árbitro en lugar de quedarse al margen.
    - Porque si empiezas a codearte con gentuza como esa, la gente te considerará como tal. No es así como te hemos educado tu padre y yo.
    Vaya, aquí viene el sermón. Preferiría comer pescado vivo con escamas y todo antes de escuchar esto ahora. Sé cuál es el significado que se esconde tras sus palabras.
   Mi hermana no es perfecta, de modo que yo tengo que serlo por las dos.
    Aspiro profundamente intentando calmarme.
    - Mamá, lo he entendido. Lo siento.
    - Sólo intento protegerte -dice-. Y tú me lo echas en cara.
    - Lo sé. Lo siento. ¿Qué ha dicho el Dr.?
    - Quiere que vaya dos veces por semana para hacer un seguimiento. Voy a necesitar tu ayuda para llevarla.
    No le menciono nada de la política acerca de faltar al entrenamiento de animadoras, porque no sirve de nada que nos estresemos más de lo que ya lo estamos. Además, me gustaría averiguar por qué mi hermana se comporta de ese modo tan agresivo...
    Afortunadamente, suena el teléfono y mi madre va a atender la llamada. Salgo corriendo hacia la habitación de mi hermana antes de que mi madre me llame para seguir con la discusión. está sentada frente a su ordenador personalizado, dando golpecitos al teclado. - Hola -le digo.
    levanta la mirada. No está sonriendo. Quiero que sepa que no estoy enfadada con ella porque sé que no era su intención hacerme daño. Puede que ni siquiera comprenda qué la empuja a hacer esas cosas. - ¿Quieres jugar a las damas? Niega con la cabeza. - ¿Ver la tele? -Vuelve a negar con la cabeza.
    - Quiero que sepas que no estoy enfadada contigo -le explico mientras me acerco a ella, pero con cuidado para que el pelo quede fuera de su alcance, y le froto la espalda-. Ya sabes que te quiero.
    No hay respuesta, ni asentimiento de cabeza, ni aproximación verbal. Nada.
    Me siento en el borde de su cama y la observo jugar con el ordenador. De vez en cuando hago algún comentario para que sepa que estoy allí. Puede que ahora no me necesite, pero me gustaría que así fuera. Porque sé que llegará el día en el que me necesite, y yo no estaré aquí para ayudarla. Eso me asusta.
    Poco después dejo a mi hermana y me voy a mi habitación. Busco la guía de estudiantes del Instituto para conseguir el teléfono de gaston.
    Abro mi teléfono móvil y marco su número.
    - ¿Sí? -contesta una voz de chico.
    Aspiro profundamente.
    - Hola -respondo-. ¿Está gaston?
    - Ha salido.
    - ¿Quién es? -oigo a una mujer preguntar a lo lejos.
    - ¿Quién eres? -pregunta el muchacho.
    - rocio. Soy... una amiga del instituto de gaston
    - Es rocio, una amiga del instituto de gaston -explica el chico a su madre.
    - Coge el mensaje -le oigo decir.
    - ¿Eres su nueva novia? -pregunta el chico.
    Oigo un golpe y un «¡Ay!» antes de que el chico rectifique
    - ¿Quieres dejar un mensaje?
    - Dile que ha llamado rocio. Este es mi número...
   





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