sábado, 29 de octubre de 2011

QUIZAS AMOR CAPITULO 8

 
—Sabía que llamarías otra vez —le digo—. Así que, bien, hay toneladas de escuelas en Nueva York, y si quieres, apuesto a que puedo ir a ellas y recoger formularios o algo así. Lo que sea que quieras.
Una voz que definitivamente no es la de cande dice:
—Um, ¿rocio?
Una voz de hombre.
Un hombre está llamándome.
¿pablo?
Oh, por favor, deja que sea él. Él vio cuan enojada estaba esta noche, después de todo, y sería como si él…
—¿rocio? —dice nuevamente.
—Sí. Quiero decir, hola.
Oh, buen trabajo, rocio. Vaya forma de sonar como una idiota.
—Hola, es gaston. Sé que es tarde, pero estaba preguntándome…
¿gaston?
—¿gaston?
—Sí.
—Oh. Pensé que eras otra persona.
—Ya me di cuenta de eso —dice—. Entonces… ¿vas a ir a Nueva York?
—Sí. —Espero a que preguntara por Jackson, pero sólo dice—: Oh. Bueno, um, aun así, sé que es tarde y claramente tienes cosas en marcha, pero yo…—Se aclara la garganta—. Bueno, yo…sólo me preguntaba qué se supone que vamos a hacer para Ciencias Sociales.
—¿Me estás llamando para preguntarme de la tarea?
—Bueno, no —dice, su voz sonando un poco temblorosa—. Mira, he estado pensando en algunas cosas, y quería decirte que yo…
Y eso es todo. Él guarda silencio. Espero un momento, pero aun así él no dice nada.
—¿Bueno? —digo al final, y por alguna razón, mis manos están sudando y mis entrañas se están agitando extrañamente.
—Tu auto suena como si necesitara hacerle una revisión a las correas. Sé cuánto odias que te diga cosas así, pero listo, ya lo dije —dice, las palabras saliendo desordenadas de manera precipitada—. Adiós.
Y después cuelga.
Miro el teléfono y entonces yo también cuelgo, sacudiendo mi cabeza. Los chicos son tan raros.
Y entonces yo estoy ahí, en la ciudad, saliendo del tren y subiendo a la estación.
Y entonces veo a un tipo enorme, tan alto que no parece humano, con un cartel que dice: rocio.
Me acerco a él lentamente, y cuando estoy a mitad de camino, dice:
—¿rocio?
—Esa soy yo —le digo—.
—Es bueno verte —dice—. Te he echado de menos.
Entramos, pero el restaurante está tan lleno que terminamos de pie justo detrás de la puerta.
—¡Jackson! —se escucha una voz que grita. Me volteo y veo una chica de cabello oscuro atravesando la puerta, con una falda muy arriba de sus bronceados muslos, camisa escotada que deja ver su generoso pecho. Hay otras cuatro chicas casi idénticas detrás de ella. También hay un equipo de grabación con cámaras, que está haciendo un acercamiento de Jackson.
Y luego de mí.
lo mira y dice:
—Dijiste que teníamos que estar aquí por...
Casi puedo sentir la cámara enfocándome, miro a Jackson.
Él me mintió. Me mintió y en realidad se lo creí. Me dije que no debía dejarme atrapar por él, pero lo hice. Soy tan estúpida.
Me pongo de pie.—¿Estás bien? —Y la cámara se acerca a ella, y después a mí.
—Sólo tengo que usar el baño —le digo,
Siempre fingiendo.
Un profundo respiro, y oigo el zumbido de la cámara con un enfoque de mí, esperando.
Pueden esperar a que se acabe el mundo, porque no les daré ni a ellos ni a Jackson la satisfacción de lo que todos quieren. No les daré nada que puedan utilizar para su estúpido show.
Camino alrededor de Jackson como si él no fuera nada (y no lo es, no lo es) y salgo a la calle. Es más tarde de lo que pensé, el sol está comenzando a bajar pero todavía está lleno de gente, las aceras cubiertas de gente moviéndose a gran velocidad.
Me siento lenta y estúpida y me obligo a caminar para fingir que no veo que la gente me mira enojada mientras se mueven a mi alrededor.
—Tengo que irme —digo—. Él lo sabe. Sólo me trajo aquí por el día. Él tiene que haberse olvidado de decírtelo. —No voy a decir nada más—. Quizás deberías hacer que lo revise un médico para asegurarse de que no se está volviendo senil o algo.
Bueno, supongo que decir una cosa está bien.
 Espero por mi tren en un miserable silencio, sola en la cambiante multitud. Jackson no viene en mi búsqueda.
No me permito a mí misma llorar hasta que estoy en el tren, e incluso entonces lo hago en el baño, donde estoy segura nadie me verá. Lloro y me miro en el retorcido y pequeño espejo, y me odio a mí misma por ser tan estúpida. Por pensar que Jackson sería alguna vez sincero.
Por pensar, sólo por un pequeño momento, que él realmente quería verme y por lo mucho que duele que no lo haya hecho.

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