GASTON:
Mery jaime y yo estamos sentados en la sala de estar de mis padres, esperando que mi papá vuelva a casa. Lo instruí sin cesar antes de llegar aquí, asegurándome de tener su palabra de que no hablaría sobre el accidente o el hecho de que sabe que no fui yo realmente quien golpeó a rocio.
--mery tienen novio?
—, no tengo novio.
—¿Por qué no?
Ella se encoge de hombros.
—Tal vez ayudaría si sonríes.
—En serio, hombre, cállate la maldita boca. ¿Qué sabes sobre chicas, de todos modos? Estás enamorado de luna y todo lo que puedes hacer es molestarla y arrojarla a un lago. No sabes una mierda de chicas.
—¿Y tú? —se ríe.—. Tengo una palabra para ti, Sr. Pantalones Malhumorados… rocio.
Ante la mención de rocio, los ojos de mi hermana encuentran los míos. Apuesto a que los dos estamos pensando en nuestro pequeño engaño que arruinó nuestras vidas.
—Voy por un poco de agua —mery murmura, y luego se escabulle rápidamente.
Tan pronto como desaparece, la puerta se abre. mi papá entra por la puerta delantera..
Cuando me ve, su expresión va de blanco a conmocionada. Se congela en su camino.
—Hey, papá —me las arreglo para decir.
—gaston.
—Sé que probablemente debería haber llamado y decirte que iba a venir, pero…
—No hemos oído hablar de ti en meses, gaston.
—Lo sé. Ya no podía quedarme aquí, papá. No como estaban las cosas.
—Tu madre está enferma —me dice—. Ha estado en el hospital esporádicamente desde hace meses.
―enferma‖ es la excusa estándar que él ha decidido utilizar en lugar de decir ―está en rehabilitación‖ o ―es una adicta a las drogas‖.
—Lo sé.
—No sabíamos si estabas vivo o muerto. Tu madre tuvo que inventar una historia.
No debería sorprenderme. Mi mamá es la reina de inventar historias para que nuestra familia luzca bien.
—¿Qué dijo?
—Dijo que te enviamos a un internado exclusivo
Una carcajada resoplada viene del sofá. O, para ser exacto, viene de jaime que está sentado en el sofá.
—¿Quién es ese? — pregunta mi papá.
—jaime es en cierto modo un amigo mío —le digo a mi papá—. Más bien un compañero.
.
—¿Están, eh, en la ciudad por un tiempo? —papá me pregunta—. ¿O están de paso?
Esa es una pregunta que le harías a un conocido, no a tu hijo.
mery está apoyada en la escalera, esperando atentamente mi respuesta. .
—Estaba pensando en quedarme por unas semanas —murmuro.
—En un hotel, o... —la voz de papá se desvanece.
—Estaba esperando quedarme aquí, papá.
jaime pone su barbilla en mi hombro.
—Yo también.
Mi papá se rasca la cabeza.
—Uhm... supongo que, uhm... en realidad no tenemos camas de sobra. Convertimos tu habitación en una oficina.
—Voy a dormir en el sofá —le digo, sintiéndome como si estuviera mendingando un lugar para quedarme en mi propia casa. Eso no sienta bien en mi estómago.
—Voy a dormir en el suelo —jaime se mete en la conversación, al parecer no tiene problema en mendigar—. A menos que quieras que duerma en la cama con mery. —jaime levanta las manos cuando todos levantamos nuestras cabezas rápidamente ante su último comentario—. Sólo estoy bromeando.
—De acuerdo —dice mi papá—. Pero ustedes muchachos mejor que mantengan la casa limpia. Mi esposa odia una casa desordenada.
—Lo tengo —le digo, preguntándome si tengo que recordarle que ―su esposa‖ es mi mamá. Y que ella está en rehabilitación, no aquí.
dejo salir un lento suspiro.
Estoy en casa.
Sin embargo, no se siente como en casa. Me pregunto si hubiera recibido una mejor recepción si me hubiera presentado en casa de rocio. ¿A quién estoy engañando? Su mamá me echaría o llamaría a la policía para que me devuelvan a la cárcel.
—Entonces, ¿puedo ir a ver a mamá?
—No lo creo, gaston. está delicada. No estoy seguro de que pueda manejarlo ahora.
—Soy su hijo —digo con los dientes apretados.
—Después de que te fuiste, dijo que estabas muerto para ella.
Busco a mi hermana para su confirmación, pero ella está mirando su plato. La ira empieza a quemar en mis venas.
—¡mery!
Ella levanta la mirada.
—¿Qué?
¿Qué? ¿Lo único que puede decir es qué?
Me pongo de pie, haciendo chirriar la silla en el piso.
—Muchas gracias, mery —digo rechinando los dientes—. Muchas gracias por nada.
ROCIO:
me asomo en la habitación de mamá mientras me estoy preparando para la doble cita
. —¿Le dijiste a papá sobre Lou? —le pregunto.
--Estoy confundida. Pensé que sabía lo que quería, pero cuando Lou vino anoche, me dejó pensando, y ahora… ahora sólo estoy confundida.
—Eso está en ti decidirlo. Yo te apoyaré, sin importar lo que elijas.
—Sólo pensé… bueno, olvídalo. No pienses en nada excepto en divertirte. Me alegro que vayas a salir.
—Yo también —no había estado ansiosa por ello anoche, pero cuando me di una ducha y comencé a alistarme, me emocioné.
Bueno, no me emocioné por mi cita misteriosa, sino me emocioné por estar haciendo lo que dije que iba a hacer: seguir adelante con mi vida.
Algunas veces seguir adelante requiere esfuerzo.
Algunas veces seguir adelante es más difícil de lo que parece.
Salir es el primer paso para que yo rocio siga adelante con su vida. Podría tener cojera, pero eso no significa que la vida social o mi vida teniendo citas deban morir.
Doy un profundo respiro y me digo a mí misma, es lo que es. No puedo regresar el tiempo en el reloj y enmendar el accidente. Sucedió.
Esta es quien soy ahora, tómalo o déjalo.
Pero cuando miro mi reloj y me doy cuenta de que son las 5:45, tengo segundos pensamientos. No sé si estoy lista para seguir.
No puedo imaginarme a mí misma besando a alguien además de gaston. Sé que es ridículo, pero justo ahora es cierto.
A las seis con cinco, mientras estoy lista para morder mis uñas hasta la cutícula con anticipación y ansiedad, el timbre de la puerta suena.
Pongo una sonrisa en mi rostro y abro la puerta. De pie delante de mí están vicco, una chica con cabello rubio corto y puntiagudo, y…
—¡De ninguna manera! —digo con una sonrisa.
Mi fisioterapeuta, Roberto, abre ampliamente sus brazos.
—No pensaste que te dejaría irte a España sin un último adiós, ¿o sí?
Entrecierro mis ojos hacia vicco.
—¿Tenías todo esto planeado? —le pregunto mientras Roberto me abraza como un hermano.
—Sí. Así que dispárame porque queríamos sorprenderte. esta es Maggie.
Mientras saludo a la novia de vicco, vicco codea a Roberto.
—rochi incluso se maquilló para ti. Nunca la había visto con maquillaje puesto.
Mi mamá llega al vestíbulo, fingiendo que estaba sólo pasando en su camino hacia las escaleras en lugar de tenerlo todo planeado para así poder conocer a mi ―cita‖.
—¿Roberto? —dice ella, confundida.
—No podría dejar que rocio se fuera por un año entero sin una celebración de despedida. Ella es mi cita esta noche.
—Quédense fuera tanto como quieran. Sólo diviértanse.
Decidimos ir a un Bar Ahí sirven comida en el restaurant, Es lindo que mi primera cita real sea una no-cita, así no tengo que obsesionarme con el hecho de si mi discapacidad va a ser o no un tema.
—rocio, ¿has estado haciendo los ejercicios de estiramiento que habíamos discutido antes de que te fueras a tu viaje este verano? —pregunta Roberto.
—¿Puedo mentir?
, vicco y yo reímos mientras Roberto sacude la cabeza. Se siente bien salir y alejar mi mente de gaston Se siente como si mi mente no estuviera a cada minuto ocupada, vagando hacia pensamientos sobre él. Como ahora. Mientras estamos pasándolo bien, mejor de lo que esperé, me pregunto si gaston tendría su brazo a mí alrededor como vicco tiene el suyo alrededor de su novia si estuviéramos en una cita. Y la manera en que ella levanta la mirada hacia él me recuerda a…
—Apuesto a que has estado entumecida —dice Roberto.
Correcto. De vuelta al aquí y al ahora. Deja de pensar en Caleb.
Pongo los ojos en blanco.
—Estás fuera de servicio. Recuerda, se supone que debes ser mi cita esta noche, no mi terapista —mis dedos hacen unas comillas en el aire cuando digo la palabra ―cita‖.
—Sí se quejó de estar entumida en el viaje —suena vicco.
—Dame tu pierna, rocio.
Suelto un frustrado respiro y descanso mi pierna en su rodilla.
—Está bien. Estoy bien.
—Flexiónala para mí.
—¿Les das un examen físico a todas tus citas? —le pregunto a Roberto mientras él acuna mi pantorrilla cubierta con los jeans en su mano y observa qué tanto la flexiono.
—No —él guiña hacia mí—. Es la primera vez para mí.
Si fuera algún otro chico, ese guiño habría sido cursi, pero apuesto a que Roberto lo practica delante del espejo hasta que se vea genial.
Levanto una ceja y digo:
—Yo no caigo ante tus encantos.
—¿De verdad? Espera, déjame intentarlo de nuevo —guiña una segunda vez.
—No, no funciona conmigo. Además, es muy inapropiado —le digo, bromeando totalmente y él lo sabe. Él me había hecho pasar semejantes momentos difíciles en el pasado. Siento que es sólo justo que yo le devuelva el favor—. Soy tu paciente.
—Ya no, no lo eres. Dejaste la terapia física. Contigo todo se vale.
—Ugh, eres demasiado viejo.
—Tengo 24. ¿Cómo puede eso ser demasiado viejo?
—Creo que tienes un poco de cabello gris, Robert.
—No lo tengo.
—Uhm, rocio —dice vicco, entonces tose un par de veces—. Creo que el chico que realmente quieres acaba de entrar a través de la puerta.

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