—¿No vieron las luces parpadeando? —él pregunta, y yo sacudo mi cabeza mientras gaston dice:
—Oye, al menos, algunos de nosotros estábamos aquí.
—Bien, lo que sea, me ocuparé de ello —pablo dice y se sienta.
¿Está molesto? Creo que podría estarlo. Pero ¿por qué está molesto? ¿Porque hemos estado atrasando las órdenes, o porque nos vio a gaston y a mí… mirándonos el uno al otro?
Cualquiera que fuera la razón, comienzo a tomar órdenes inmediatamente, y trato de no mirar demasiado a pablo.
Sin embargo, no debo de haber hecho un muy buen trabajo, porque cuando las cosas se han calmado, él me mira, sonríe y dice:
—Oye, rocio, te traje algo.
—¿Ah, sí? —Escucho mi voz como un chirrido y sé que sueno estúpida, pero no me importa. Él me está dando algo más, ¡debo gustarle!
Él me pasa una bolsa de papel blanca y la abro. Dentro, hay una pequeña caja de mentas cubiertas de chocolate.
¡Puaj! Odio las mentas.
Sin embargo, sonrío y le digo:
—Gracias —porque, duh, me está dando algo más. Y siempre puedo darle los caramelos a mamá. Ella ama estas cosas. No las comerá pero podría olerlas o algo. Yo ni siquiera quiero hacer eso.
—Es por ser tan amable antes —susurra, deslizándose hacia mí, y yo como una de las mentas sólo para que él permanezca justo donde está por un poco más de tiempo.
Ugh. Ni siquiera el chocolate puede disimular el hecho de que estos supuestos dulces tienen sabor a pasta dental. ¿Cómo puede mamá enlistarlos como una de sus cosas favoritas en su sección “Sobre mí” en su sitio web?
—Ordenes —gaston dice, sonando irritado, y aunque normalmente he estado enojada con él por interrumpirnos a pablo y a mí (o, por lo menos, a pablo sentado a mi lado mientras yo trato de terminar la menta sin en realidad saborearla), tengo que decir que no estoy enteramente arrepentida de estar sola en mi terminal.
Además, voy a tener que hablar con cande sobre lo que todo esto significa.
Y especialmente, voy a tener que hablar con ella porque, cuando el trabajo termina, pablo, en lugar de salir al estacionamiento como hace usualmente, sale caminando conmigo (¡conmigo!), y gaston al final atrás nuestro.
—Imagino que esta noche fue ocupada —él dice—. Estaba esperando que pudiéramos hablar más. Pero en el medio tiempo… —él busca dentro de su mochila mensajero, la cual es otra de las cosas que adoro de él. Todo el mundo usa mochilas, pero no pablo. Él tiene una genial y destartalada mochila mensajero, cubierta con calcomanías que protestan todo tipo de cosas.
—Pensé que podría gustarte esto —dice y me da un CD. El estuche tiene una lista de canciones.
Bien, a pesar de que sé que esto significa algo, miro los títulos de las canciones, tratando de averiguar si son canciones de amor.
No lo son. Es todo cosa vieja, como de cuando yo era niña. Sin embargo, hay una especie de nueva canción: “Discontent in Winter 4”. Es una de estas canciones oscuras que cualquiera al que le gusta la música se supone que debe amar. Sé eso porque a veces mamá charla con grupos de bateristas y puso un link de descarga de la canción en su sitio web, de manera que ellos pusieran un link de su sitio en los de ellos.
—Sé que la mayoría de ellas son clásicas —pablo dice—, pero me gustan esas. Una buena canción es una canción para siempre, ¿sabes?
—Totalmente. —Tengo que empezar a pensar en cosas que decir que no sean de una palabra. O, por lo menos, que no sea una palabra que me haga sonar como una idiota—. Es decir, gracias. Me traes galletas y las mentas… no tenías que hacerlo.
—Lo sé —él dice—, pero quería hacerlo. —Y entonces, él toca mi cara. Justo allí en el estacionamiento, con las luces haciendo su cabello brillar; y está tan cerca y está tocando mi cara, y sus ojos son enormes y hermosos, y él es tan apuesto que sólo quiero tirarlo al suelo.
Tirarlo al suelo, justo allí en el estacionamiento, besarlo hasta morir, luego quitarle la camisa y deslizarme contra él y…
Bueno, entiendes la idea. Gracias, Jackson, por el descomunal lívido. Estoy en ocasiones (está bien, generalmente) asustada de que si alguna vez en realidad hago algo con un muchacho, sólo voy a… digamos simplemente que me preocupo de que antes de que lo sepas, estaré caminado con al menos cinco chicos de mi brazo, llamándolos “mis chicos”, y actuando como una idiota.
—Oye, pablo, lali está aquí —gaston dice, y pablo mira hacia un auto que conduce por los límites del estacionamiento, luego baja lentamente su mano de mi cara.
—Tengo que irme —él dice yendo a través del estacionamiento. A mitad del camino de donde el auto espera por él, se gira y me saluda con la mano.
Por lo menos pienso que es a mí. gaston está relativamente cerca, pero ¿por qué razón pablo lo saludaría? Además, él no le había dado un CD a gaston, o un caramelo.
—Bien. En serio, ¿de que va todo esto? —gaston dice—. ¿Cómo es que él puede coquetear contigo mientras su novia está en el auto, esperándolo, y eso está bien, pero en el momento en que una chica de otro cuarto de llamadas entra y me pregunta el código de los cupones, tú me llamas Chico Cerdo por dos días?
—Eso es porque todo lo que hiciste fue mirar su blusa durante todo el tiempo que ella estuvo allí.
—¡No hice eso! Por lo menos, no todo el tiempo.
—¿Realmente crees que haya estado coqueteando conmigo?
—Veamos. Te trajo unos caramelos que odias, vi tu cara; un CD con canciones... —él mira el CD—. Todas estas tienen, como, unos veinte años de antigüedad por lo menos. Imagínate. Oh, y él acarició tu cara. Suena como amor verdadero para mí.
—Él no acarició mi cara. Estábamos hablando. Y además, me compró galletas de animalitos. Me encantan.
—Tú maldijiste porque no había de esas en la máquina expendedora durante una semana. Todos en el edificio saben que te gustan las galletas de animalitos.
—No te vi trayéndome alguna.
—¿Quieres que lo haga? —gaston dice, y su voz de alguna manera cambia cuando lo dice, la pregunta casi sonando como si lo dijera en serio. Por alguna razón, pienso en antes y en lo cerca que estábamos y en cómo mirarlo me hizo sentir que me tambaleaba a pesar de estar sentada.
Ahora, sé que un momentáneo flash de... lo que sea con gaston no significa realmente nada. O no significaría, si yo fuera normal.
—Como si fueras a dedicar un dólar cincuenta que pudieras gastar en ti mismo, en alguien más, mucho menos en mí —digo, y camino hacia mi camioneta.
gaston espera hasta que yo he arrancado el pedazo de chatarra antes de entrar a su propio auto, y mientras lo observo entrar, yo, está bien, lo admito, tomo nota de cómo su camisa se aprieta a lo largo de sus hombros y… otras cosas. Sin embargo, me hace sentir mal. No sólo porque es gaston, de entre toda la gente, sino porque me gusta pablo.
Pero lo hago de todos modos.
Son cosas como esta las que me asustan. Las que me hacen pensar que quizás, bien profundo, sólo voy a ser capaz de pensar en mí misma y en sexo para siempre y por siempre.
Necesito hablar con cande.

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