lunes, 31 de octubre de 2011

QUIZAS AMOR CAPITULO 12

Mamá no está en casa cuando llego allí, pero deja una nota en mi vestidor.
Tuve que deshacerme de pablo, así que le dije que hago el show en otro sitio y sólo digo que estoy en casa. Estoy en el sitio de respaldo en caso de que me necesites.”
Vaya. Mamá odia el sitio de respaldo porque es pequeño y huele como a chicos de computadora. pablo debe haberla estado volviendo realmente loca.
Bien.
El teléfono suena. No me molesto en contestarlo, pero sí reviso y veo si hay algún mensaje después.
Sí lo hay. Es de pablo.
—Sólo quiero agradecerte por hablar conmigo, —dice él—. Pasé un rato excelente, y mi hermano va a amar el libro autografiado. También quería dejarte saber que me he sentido inspirado para escribir tres nuevas canciones esta noche y es todo gracias a ti. Oh, y dile a rocio que no puedo esperar para verla en la escuela.
Que imbécil. “Dile a rocio que no puedo esperar para verla en la escuela,” incluso suena como si lo dijera de verdad. Creo que no puedo haber escogido a un tipo peor para ser mi alma gemela. Ni siquiera puedo creer que haya pensado que él era mi alma gemela. Quiero decir, es encantador y él sabe cómo hacerte sentir especial, pero sólo está interesado en lo que él quiere, justo como Jackson.
Huh.
Y ewww.
Me voy a la cama, pero, por supuesto, no puedo dormir. Me acuesto ahí pensando en pablo. Y mamá. Y Jackson. Y cómo todo se ha vuelto tan loco que apenas lo creo…
Está bien. No estoy realmente pensando en ninguno de ellos. Estoy pensando en gaston. Sobre sus pecas, sus ojos, su boca. Sobre cómo me siento cuando él me mira.
Sobre besarlo.
Eso es lo que estoy pensando, y a pesar de mis esfuerzos para pensar en cualquier otra cosa, mi cerebro no escuchará. Sólo sigue volviendo al beso.
Y de pronto, suena como si alguien le estuviera aventando piedrecillas a mi ventana.
pablo.
Sólo pablo haría algo tan estúpidamente “romántico” como arrojar piedras a mi ventana. Un millón de dólares a que piensa que éste es el cuarto de mamá.
Salgo de la cama,
. Pienso que sería bueno que pablo escribiera una canción y la llamara “Rock of Love” (Roca de Amor) justo antes de que lo golpee en la cabeza.
Me inclino al exterior, con la geoda lista, y una piedrecilla me golpea en la frente.
—Ow —digo hacia la oscuridad—. ¿Debería salir para que puedas arrojarme piedras más grandes?
—¿Te golpeé?
—¿gaston?
¿Qué está haciendo él aquí?
—Sí —dice él, dando un paso para que la luz que yo dejé encendida en la cocina alcance a su rostro—. ¿Realmente te golpeé?
—No, sólo dije “Ow” por la diversión de hacerlo. Por supuesto que me golpeaste. ¿Qué estás haciendo aquí?
—Quería hablar contigo. Espera, ¿qué estás sujetando?
—Una geoda
—¿Por qué?
—Pensé que eras pablo.
—¿Pensaste que yo era pablo?
—Bueno, arrojar piedras a la ventana parece algo… bien, parece una cosa algo cliché para realizarla. Así que asumí que era él.
—¿Y tú ibas a arrojarle eso a él? Genial —dice gaston.
—Podría arrojártelo a ti.
—Podrías, pero prefiero hablar contigo.
Oh. Él quiere hablar conmigo. Eso es muy… no lo sé.
A pesar de eso, todo mi interior está agitándose.
—De acuerdo —digo, mi voz tiembla un poco, y espero.
Él no dice nada. Espero un poco más.
—Me doy cuenta que no estás hablando —digo finalmente.
—Bueno, por mucho que esté seguro de que a tus vecinos, quienes están fingiendo que no me están mirando, les gustaría escuchar lo que tengo que decir, preferiría decírtelo sólo a ti.
—Oh —digo, y asomo mi cabeza fuera de la ventana. Tiene razón, El Sr. y la Sra. Howard están mirándonos desde una de sus ventanas. Cuando me ven, rápidamente fingen estar mirando el camino y cierran su ventana.
—Está bien, supongo que puedes entrar.
—Um, rocio, vas a tener que, tú sabes, abrir la puerta delantera para que yo pueda entrar en realidad.
—Pensé que ibas a… estás parado bajo mi ventana. ¿No se supone que tienes que escalar hasta aquí o algo así?
—Mi escalera de mano está en casa. Además, ¿No fuiste tú quién llamó al hecho de arrojar piedras a tu ventana un cliché?
—Cielos gaston, sólo déjame correr abajo y te dejo entrar justo ahora.
—Vamos, rocio —dice él—. Lamento lo de antes, ¿está bien? Y realmente quiero hablar. Disculparme o lo que sea. Así que, ¿podrías por favor dejarme entrar?
Meto mi geoda bajo un brazo. Él lo lamenta. Lamenta que nos hayamos besado.
Quiere disculparse por eso. Eso es algo bueno, ¿verdad?
No puedo creer que él lo lamente.
Yo no.
—¿rocio?
—Muy bien, ya voy —digo, y bajo las escaleras para dejarle entrar.
Cuando abro la puerta, gaston está allí de pie con las manos metidas en los bolsillos. Una vez que me ve, su cara empieza a ponerse roja lentamente.
¡Oh estupendo!
—Hola —dice finalmente.
—Hola —digo, y entonces estamos ahí de pie un rato.
—Pensaba que querías pasar —digo finalmente.
—Quiero —dice—. Es sólo… Bueno, ¿puedo entrar lo suficiente para que puedas cerrar la puerta? Tus vecinos nos están mirando otra vez.
Miro a su alrededor y veo a la señora Howard mirándonos desde otra ventana. Me muevo a un lado y él entra, saludando a la señora Howard mientras cierro la puerta. Ella no responde el saludo.
—Vecinos —le digo—. Cinco años aquí, y nunca me han dicho nada a parte de: “Dile a tu madre que compre mejores persianas” y “¿Tienen que aparcar su carro tan cerca de nuestra entrada de coches?”
—Veo que esta noche te las has arreglado para encerrar sus coches muy bien —dice, sonriendo, y yo me encojo de hombros—. Eres astuta —dice—. Me gusta. —Y luego se vuelve a sonrojar.
—¿Por qué estás haciendo eso?
—¿Haciendo qué? —dice, poniéndose aún más rojo.
Yo cambio la geoda de debajo de mi brazo a mi mano, cansada de cómo está clavándose en mi piel.
—Mira, si vienes aquí para explicarme que la… cosa que paso hace un rato fue un error o lo que sea, está bien. Lo entiendo. Estoy de acuerdo.
—Yo no creo… ¿Crees que fue un error?
—Bueno, no es como que me hubiese dicho a mi misma: “Caramba, ¿Por qué no voy al trabajo y me revuelco por el suelo con gaston?”
Él me sonríe, su rubor desaparece un poco.
—¿Cómo? ¿Me estás diciendo que no has estado planeando esto desde hace semanas? Pensaba que finalmente te habías dado cuenta de que estábamos destinados y…
—gaston, es tarde, estoy cansada, he tenido un par de días jodidos. Sólo di lo que sea que tengas que decir y luego vete para que pueda dormir.
—Oh —dice—. Está bien. No quería decir… Yo sólo… sólo quería… —Suspira—. ¿Podrías tal vez dejar la piedra?
—gaston...
—En serio —dice, mirándome directamente—. Yo… Yo no suelo ir por ahí tirando piedras a las ventanas de la gente. O diciendo que he querido besarte desde tu primer día de trabajo, cuando querías saber por qué teníamos tres códigos para los sándwiches de queso cuando sólo vendíamos una clase.
—¿Cómo? —digo, aturdida, y dejo caer la geoda—. Esta cae en el pie de gaston. Él respira hondo, hace una cara y entonces deja salir una larga, larga lista de palabrotas.
—¿Ves? —dice—. Esto no es… Quería que esto fuese diferente. Mejor. Había pensado en besarte siempre y realmente no quería besarte y tener a la de la terminal c entrando y chantajeándonos para hacer trabajo extra. No quería que tú estuvieses pensando en
pablo. Ni siquiera quería que te gustase. Pero te gusta, y yo realmente… Espera un momento. Creo que me he roto un dedo del pie.
—¿Has pensado en besarme?
—Sí —dice, y se vuelve a poner rojo—. Y bien, estoy totalmente seguro de que me he roto un dedo del pie. ¿Ves sangre? ¿Está saliendo de mi zapato?
—Apenas te golpeé el pie. Y no me gusta pablo.
—Claro, ahora.
—No sabía que fuese… Pensaba que era diferente —digo—. Especial.
—Sí, lo sé. Bebe un montón de café. Escribe canciones. Él…
—Sin embargo, estaba equivocada —digo—. Cuando estaba por aquí, incluso cuando él no estaba babeando sobre mi madre, yo no… Es como que me gustaba la idea de él, no él. Y cuando tú y yo…
gaston me mira y su expresión es tan intensa que siento un pequeño escalofrío, una especie de agradable escalofrío, ese tipo de escalofrío, pulsando a través de mi.
—Tú y yo, ¿qué?
—Nada.
Camina hacia mí. Yo me muevo hacia atrás, chocando con la barandilla en la parte de abajo de las escaleras.
—Ibas a decir algo —dice.
—No iba.
—Ibas.
—No iba.
—rocio —dice, y estamos otra vez muy cerca, tan cerca que puedo ver sus pecas y alcanzar a tocar su pelo. Lo hago y él cierra los ojos y tiembla, realmente tiembla, y la forma en que me siento cuando me mira vuelve ahora cien veces más fuerte.
—Me gustó besarte —le digo, y abre los ojos.
—¿Te gustó?
Asiento con la cabeza. Sus ojos se abren como platos y ahora siento un rubor encendiéndose en mi propia cara.
Empieza a decir algo.
—No —digo, y pongo una mano encima de su boca. Sus labios son suaves y calientes debajo de mi piel, y empuño mi mano lejos, y la vuelvo a poner en su sitio.
—Pero estabas pensando en pablo…
—¿Ahora puedes leer la mente?
—¿No lo estabas?
—¿Se supone que debo? —digo.
—Así que, ¿realmente querías besarme?
—Ya he te lo he dicho, ¿no?
—No dijiste nada después, sin embargo.
—Tu tampoco. Y normalmente, nada puede callarte
—No eres normal —dice—. Quiero decir… Bueno, no lo eres, pero lo que quiero decir es que yo… Oh, demonios.
Y entonces, me besa otra vez. Terminamos en la cocina, donde se quita los zapatos y determinamos que ninguno de sus dedos del pie está roto entre besos.
—Esta ha sido la noche más extraña de mi vida —dice, su aliento caliente contra mi oído, y se me pone la piel de gallina.
—La mía también —digo, y me vuelvo hacia él para otro beso.
—Realmente me gusta tu cocina —dice con ironía un poco más tarde. Me estoy apoyando contra el mostrador, los brazos alrededor de él cuando se apoya en mí, su boca en mi cuello—. Quiero decir, realmente, realmente me gusta…
—A veces hablas demasiado —digo, un fabuloso, explosivo latido golpeteando dentro de mí. Las manos de gaston son calientes y cautelosas en mi piel, como si fuese algo precioso.
—No todo el tiempo —murmura a través de un beso, y luego captura mi risa con su boca, tirando de mí aún más cerca. Él alisa mi pelo con la mano, con los ojos cerrados mientras empujo mis caderas contra las suyas.
—rocio —dice, muy suavemente, muy dulcemente, un suave contrapunto ante el aturdido “¿rocio?” que oigo al otro lado de la habitación. Cosa que es extraña porque no había oído nada excepto a nosotros, pero ahora…
—Yo… um. Hola —dice gaston, y yo abro los ojos para ver a mi madre, vestida con un camisón azul brillante, mirándonos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario