Capítulo 2
Vi a Mery tan pronto como llegué a la escuela la siguiente mañana. Cuando
mi padre me dejó, ella estaba de pie en la acera sosteniendo la mano de su
Novio, pablo. Saludó con la mano en mi dirección mientras caminaba hacia ella
y, por un segundo, esperaba que su saludo fuera para mí, aunque sabía que
no lo era. Odiaba lo fácil que era para ella actuar como si nunca me hubiera
conocido.
Odiaba cómo todavía esperaba que se fijara en mí.
Nadie me preguntó por qué Mery y yo ya no éramos amigas. Supongo que
todo el mundo entendió que fue automáticamente cuando Mery se hizo
popular, no había forma de que hubiera espacio en su vida para mí. Incluso
la de Jennifer, tres chicas con las que había tratado de ser amiga en el otoño
hasta que me di cuenta de que me volvía loca, nunca se preguntan qué pasó.
En realidad, una persona había preguntado por Mery.
Gastón dijo: ―Entonces, ¿qué pasa contigo y Mery? una semana después
de empezar la clase, pero yo sabía que estaba siendo un asno. Gastón era así,
uno de esos tipos que era lindo y lo sabía. Se había conectado con al menos
la mitad de las niñas en la escuela, y el año pasado, te juro que cada semana
se hizo con una chica diferente antes de la clase. No me agradó desde el día
en que lo conocí.
Traté de evitarlo, de hecho, pero este año estaba en mi clase del primer
periodo. Ya era bastante malo que tuviera que comenzar cada mañana con
biología, y Gastón empeoraba las cosas.
Por ejemplo, cuando la clase había terminado, acabamos entrando en la sala,
al mismo tiempo, y él dijo: —Oye, ¿qué te hizo a ti la rana? Vi que le cortaste
las piernas.
Suspiré. Ahora Gastón siempre parecía obtener algún tipo de placer perverso en
hablar conmigo, pero últimamente había sido aún más molesto al respecto
que de costumbre.
—Yo no corté sus piernas. Mi bisturí se cayó.
—Wow, prométeme que no vas a estudiar medicina.
Me miró y sonrió, desatando sus hoyuelos. Aparté la vista y vi a Mery venir
por el pasillo, caminando en medio de un grupo de chicas de las que antes
nos burlábamos. Dos de ellas saludaron a Gastón y una dijo: —¿Alguna
oportunidad de que veamos a Gastón sin camisa para la próxima reunión de
ánimo?
Él se encogió de hombros, sin dejar de sonreír, y Mery dijo: —Piénsalo bien,
¿de acuerdo? —Su mirada se movía sobre mí como si yo no existiera.
Me alejé, diciéndome que no me importaba, y deseando poder olvidarme de
ella como ella se había olvidado de mí.
Desde luego, Gastón me alcanzó. —¿Qué piensas? ¿Debería hacerlo? Sé que en
secreto has estado muriendo por verme.
—Correcto, porque si yo veo tu pecho flacucho, podré morir como una mujer
feliz. —En realidad él tenía un pecho muy agradable. La cosa era que él lo
sabía también, porque estaba siempre dispuesto a correr por todas partes sin
camisa con ¡JHS MANDA! pintado sobre él durante las estúpidas reuniones de
ánimo.
—Me gusta saber que un atisbo de mi pecho puede ofrecerte el equivalente
de una vida rica y plena.
—Las palabras claves en mi oración fueron ―ver tu pecho y ―morir. La parte
de ―feliz‖ era yo tratando de ser amable.
—Eso dices. —Desató los hoyuelos de nuevo, sonriendo como si supiera algo,
y sentí mi rostro acalorarse porque realmente era lindo y yo no era tan
inmune a ello como querría serlo.
Pero yo no quería que él supieras eso tampoco, por lo que me obligué a
mirarlo. O por lo menos a mirar su frente.
—Muy bien, me atrapaste. Estoy secretamente obsesionada contigo y paso
todo mi tiempo libre escribiendo sobre ti en mi diario. ―Querido diario, hoy
Gastón fue un idiota por 467 ª vez consecutiva. Es un sueño...
Se rió y luego se inclinó hacia mí y tocó la punta de mi nariz con el dedo
índice. Por alguna razón, me quedé un poco sin aliento. —¿Estás bien?
—Excepto por ti, sí.
Bueno, aquí está la verdad. Yo sabía exactamente por qué me sentía sin
aliento. Yo tenía, digamos, ―pensamientos‖ acerca de Gastón, y no la clase de
pensamientos que querría tener, donde yo era capaz de olvidar su existencia
y conocer a un tipo increíble que realmente me gustaba. No, tenía
pensamientos como de que él y yo de alguna manera quedábamos atrapados
en un aula y Gastón se daba cuenta de que me quería, y yo... Bueno, digamos que
yo tengo una vívida imaginación, y dejémoslo ahí.
El problema era que tenía estos pensamientos mucho. MUCHO.
Puso una mano sobre mi brazo. Era muy cálida, y miré sus dedos apoyados
en mi piel, maldiciendo a mi cerebro hiperactivo y recordándome a mí misma
cómo respirar.
—En serio, lo lamento acerca de todo lo de Mery.
Eso me sacó de todos mis ―pensamientos‖ que podría haber estado
pensando, y empujé fuera su mano y me alejé. Yo odiaba la manera en que
me sentía a su alrededor, la forma en que lo deseaba. Odiaba que él fuera la
única persona que había preguntado lo que pasó cuando Mery y yo dejamos
de ser amigas.
Odiaba que él fuera la única persona que había actuado como si el hecho de
que ella me hubiera olvidado, realmente significara algo.
Vi a Mery tan pronto como llegué a la escuela la siguiente mañana. Cuando
mi padre me dejó, ella estaba de pie en la acera sosteniendo la mano de su
Novio, pablo. Saludó con la mano en mi dirección mientras caminaba hacia ella
y, por un segundo, esperaba que su saludo fuera para mí, aunque sabía que
no lo era. Odiaba lo fácil que era para ella actuar como si nunca me hubiera
conocido.
Odiaba cómo todavía esperaba que se fijara en mí.
Nadie me preguntó por qué Mery y yo ya no éramos amigas. Supongo que
todo el mundo entendió que fue automáticamente cuando Mery se hizo
popular, no había forma de que hubiera espacio en su vida para mí. Incluso
la de Jennifer, tres chicas con las que había tratado de ser amiga en el otoño
hasta que me di cuenta de que me volvía loca, nunca se preguntan qué pasó.
En realidad, una persona había preguntado por Mery.
Gastón dijo: ―Entonces, ¿qué pasa contigo y Mery? una semana después
de empezar la clase, pero yo sabía que estaba siendo un asno. Gastón era así,
uno de esos tipos que era lindo y lo sabía. Se había conectado con al menos
la mitad de las niñas en la escuela, y el año pasado, te juro que cada semana
se hizo con una chica diferente antes de la clase. No me agradó desde el día
en que lo conocí.
Traté de evitarlo, de hecho, pero este año estaba en mi clase del primer
periodo. Ya era bastante malo que tuviera que comenzar cada mañana con
biología, y Gastón empeoraba las cosas.
Por ejemplo, cuando la clase había terminado, acabamos entrando en la sala,
al mismo tiempo, y él dijo: —Oye, ¿qué te hizo a ti la rana? Vi que le cortaste
las piernas.
Suspiré. Ahora Gastón siempre parecía obtener algún tipo de placer perverso en
hablar conmigo, pero últimamente había sido aún más molesto al respecto
que de costumbre.
—Yo no corté sus piernas. Mi bisturí se cayó.
—Wow, prométeme que no vas a estudiar medicina.
Me miró y sonrió, desatando sus hoyuelos. Aparté la vista y vi a Mery venir
por el pasillo, caminando en medio de un grupo de chicas de las que antes
nos burlábamos. Dos de ellas saludaron a Gastón y una dijo: —¿Alguna
oportunidad de que veamos a Gastón sin camisa para la próxima reunión de
ánimo?
Él se encogió de hombros, sin dejar de sonreír, y Mery dijo: —Piénsalo bien,
¿de acuerdo? —Su mirada se movía sobre mí como si yo no existiera.
Me alejé, diciéndome que no me importaba, y deseando poder olvidarme de
ella como ella se había olvidado de mí.
Desde luego, Gastón me alcanzó. —¿Qué piensas? ¿Debería hacerlo? Sé que en
secreto has estado muriendo por verme.
—Correcto, porque si yo veo tu pecho flacucho, podré morir como una mujer
feliz. —En realidad él tenía un pecho muy agradable. La cosa era que él lo
sabía también, porque estaba siempre dispuesto a correr por todas partes sin
camisa con ¡JHS MANDA! pintado sobre él durante las estúpidas reuniones de
ánimo.
—Me gusta saber que un atisbo de mi pecho puede ofrecerte el equivalente
de una vida rica y plena.
—Las palabras claves en mi oración fueron ―ver tu pecho y ―morir. La parte
de ―feliz‖ era yo tratando de ser amable.
—Eso dices. —Desató los hoyuelos de nuevo, sonriendo como si supiera algo,
y sentí mi rostro acalorarse porque realmente era lindo y yo no era tan
inmune a ello como querría serlo.
Pero yo no quería que él supieras eso tampoco, por lo que me obligué a
mirarlo. O por lo menos a mirar su frente.
—Muy bien, me atrapaste. Estoy secretamente obsesionada contigo y paso
todo mi tiempo libre escribiendo sobre ti en mi diario. ―Querido diario, hoy
Gastón fue un idiota por 467 ª vez consecutiva. Es un sueño...
Se rió y luego se inclinó hacia mí y tocó la punta de mi nariz con el dedo
índice. Por alguna razón, me quedé un poco sin aliento. —¿Estás bien?
—Excepto por ti, sí.
Bueno, aquí está la verdad. Yo sabía exactamente por qué me sentía sin
aliento. Yo tenía, digamos, ―pensamientos‖ acerca de Gastón, y no la clase de
pensamientos que querría tener, donde yo era capaz de olvidar su existencia
y conocer a un tipo increíble que realmente me gustaba. No, tenía
pensamientos como de que él y yo de alguna manera quedábamos atrapados
en un aula y Gastón se daba cuenta de que me quería, y yo... Bueno, digamos que
yo tengo una vívida imaginación, y dejémoslo ahí.
El problema era que tenía estos pensamientos mucho. MUCHO.
Puso una mano sobre mi brazo. Era muy cálida, y miré sus dedos apoyados
en mi piel, maldiciendo a mi cerebro hiperactivo y recordándome a mí misma
cómo respirar.
—En serio, lo lamento acerca de todo lo de Mery.
Eso me sacó de todos mis ―pensamientos‖ que podría haber estado
pensando, y empujé fuera su mano y me alejé. Yo odiaba la manera en que
me sentía a su alrededor, la forma en que lo deseaba. Odiaba que él fuera la
única persona que había preguntado lo que pasó cuando Mery y yo dejamos
de ser amigas.
Odiaba que él fuera la única persona que había actuado como si el hecho de
que ella me hubiera olvidado, realmente significara algo.

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