lunes, 24 de octubre de 2011

MI NOVIO ES UN EXTRAÑO CAPITULO 5

ROCIO:
— ¿Qué conjunto quieres probarte primero? —me preguntó CANDE. Abrió la cremallera del
bolso marinero y empezó a sacar prendas.
—Ah, no sé. ¿Por qué no eliges tú? —sugerí.
Nos hallamos las dos arriba, en “mi” alcoba en casa de GASTON, y CANDE estaba sentada
sobre la cama, junto a una pila de minifaldas y tops con tirantes para sujetar alrededor del
cuello y detrás de la espalda. Admire su evidente sentido de la moda, pero no me imaginaba
con ninguna de esas prendas tan ligeras que me había traído. Me sentía mucho más a gusto
con mis jeans.
— ¿Qué te parecen éstos? —preguntó. En una mano sostenía unos diminutos shorts de
ciclista rojos; en la otra una camiseta sin mangas, negra, muy ceñida. Tragué saliva.
— ¿No tienes nada con un poco más de… género? —pregunté.
CANDE se echo a reír.
—Esta sí que es la ROCIO que yo conozco. Pensé que podíamos aprovechar esta
oportunidad para explotar tu lado provocativo, pero es evidente que me equivoqué.
―Lo siento —murmuré, un tanto desconcertada.
Me dio un vestido blanco, de falda corta, y un par de sandalias con plataforma.
Con cierta vergüenza, me volví para sacarme los pantalones y la camisa celeste que
GASTON me había prestado. Me puse el vestido, alisando el género elastizado sobre mis
caderas. Como CANDE era unos cinco centímetros más baja que yo, su vestido me quedaba
super-corto. Cuando me agaché para abrocharme las hebillas de las sandalias, supuse que se
me transluciría la ropa interior.
— ¡Fascinante! —exclamó CANDE, con un silbido estridente— Atención, , aquí llega
Piernas ROCIO.
Me dirigí hacia el espejo de cuerpo entero que había en el cuarto y examiné mi imagen.
Sinceramente, me quedaba a la perfección. El blanco destacaba mis largas piernas
bronceadas y los tacones altos de las sandalias favorecían mis tobillos delgados. Acomodé
las mangas del vestido y reparé en el escote pronunciado, que resaltaba mi busto no muy
voluminoso. De todas maneras, la falda era tan corta que estaba segura de que me labrarían
un acta por exhibición indecente si salía a la calle vestida así.
— Tal vez deba quedarme con los jeans —dije entre suspiros—. Me siento un poco
exhibicionista.
— ¡De ninguna manera! Tu nuevo novio se caerá de espaldas cuando te vea con esta ropa.
Confía en mí.
— ¿Nuevo? —le pregunté, volviéndome para mirarla a los ojos—. ¿A qué te refieres con
eso de “nuevo”? GASTONy yo salimos hace meses —Por un momento sentí un extraño
cosquilleo detrás del cuello.
—Ah, sí, claro —dijo CANDE enseguida—. Lo que quise decir es que, como has perdido la
memoria, para ti debe de ser una especie de novio nuevo.
Asentí con la cabeza y volví a mirarme en el espejo.
—Bien, me has convencido. Me lo dejaré puesto. —Recogí la camisa que me había quitado
y me la acerqué a la cara. El suave género olía como él, masculino y exquisito—. Pero
sobre el vestido me pondré la camisa de GASTON.
CANDE me dirigió una sonrisa comprensiva.
—Claro, como es de GASTON…
Le arrojé la camisa, entre risas.
—Cierra la boca, CANDE. Quisiera verte a ti cuando te enamores. —Hice una pausa—.
Aguarda un momento, ¿Estás enamorada?
—No, estoy gloriosamente sola. Pero tengo la sensación de que eso está por cambiar.
REI
--Tu vestimenta me ha inspirado tanto que yo también voy a cambiarme. Seremos el ultramoderno dúo dinámico.
Dúo dinámico. La frase se repitió en mi mente. ¿No la había oído antes en otra parte?
Podría haber jurado que… De pronto me di una palmada en la cabeza.
—Es bueno tener una intima amiga —dije —. Tengo suerte de poder contar contigo.
CANDE me abrazó, como para reconfortarme.
—Yo también soy afortunada por tenerte a ti ROCIO —se acomodó el cabello―.
Maquillaje. Necesitas maquillaje.
Me rehusé. Al ver el estridente lápiz labial rojo de Kari y la gruesa línea negra que había
trazado sobre sus ojos con el delineador, tuve una idea bastante aproximada de cómo
quedaría una vez que terminará conmigo.
—Vamos, ROCIO. Sólo un poco de rubor, rímel y lápiz labial. No te quedará como a mí.
Lo prometo.
—Acepto sólo con la condición que me hables de mi pasado mientras haces tú magia —
ofrecí.
Michael me había contado algunas cosas, pero había mucho más por saber.
— ¿De modo que supuestamente yo tenía que ir a un campamento de verano? ¿Cuándo?
GASTON dijo que teníamos planes para ir juntos a una fiesta, anoche.
—Ah, bueno, sí… dentro de un par de días, creo. Tú ibas a quedarte conmigo hasta que…
Pero ahora todo ha cambiado. Ya no tienes que preocuparte por eso.
Durante los diez minutos que siguieron me quedé sentada como una estatua mientras CANDE
me maquillaba y monologaba sobre mi familia. Absorbí cada una de sus palabras, saciando
la sed de información sobre mi pasado. Al fin se puso de pie y me observó.
—Perfecta. Ven a mirarte.
Abajo sonó el timbre.
— ¿Sabes? Te pareces mucho a tu madre —dijo CANDE—. ¿No llevas una fotografía de ellos
en tu billetera? Estoy segura de que tienes un par.
Fruncí el entrecejo, recordando mi frustración del día anterior, cuando me di cuenta de que
no había ninguna billetera en mi bolso. GASTON me dijo que tal vez algún idiota me la
habría robado mientras estaba desmayada, y las palabras de CANDE fueron como una
confirmación.
Su presencia me había levantado mucho el ánimo. ¿Pero qué habría pasado si me
hubieran robado toda la identificación y GASTON no hubiese estado allí? Me estremecí
cuando me imaginé sola, en alguna sala de emergencias llena de gente, aterrada.
—Siempre me sentiré agradecida a GASTON —dije, temblorosa—. Sin él habría sido una
persona anónima, con un archivo lleno de polvo abandonado en algún departamento de
personas extraviadas.
GASTON no había mencionado nada respecto de mis cambios, pero
mi relación con CANDE había sido mucho más larga. Si mi amiga me encontraba diferente,
tenía que creerle.
— ¿En qué aspecto? —pregunté, aunque temerosa de oír la respuesta.
CANDE se mordió el labio inferior.
—Después de la muerte de tu madre, fue como si te hubieras encerrado a ti misma. Lo tuyo
era una especie de “ROCIO contra el mundo”. Mientras tu padre dedicaba toda
su vida a mejorar la sociedad, tú invertiste todo tú en esconderte de ella.
—Qué frío suena —comenté. GASTON era tan cálido y simpático…” ¿Qué le había atraído
tanto de esa chica que se refugiaba en su fortaleza?”, me pregunté.
—En ocasiones eras fría, pero tenías tus razones… Lo único que espero es que, cuando
recuperes la memoria, no te asustes tanto que cierres las puertas a todo el mundo. En
especial a GASTON.
Pensé en el abrazo de GASTON y en cómo me había permitido que le humedeciera la
camiseta con mis lágrimas.
Cerrarle las puertas a la intimidad de mis pensamientos me parecía imposible.
—Eso nunca sucederá —le confié.
—Espero que no. —CANDE me sonrió, son una mirada distante.
Me había hablado de nuestra elitista escuela privada, que me pareció algo espantoso.
También me contó que GASTON y yo nos conocimos en un baile. Sin embargo, se mostró
evasiva con los detalles.
—Pregúntale a él —me decía—. Una historia como ésa no debe escucharse por boca de
jarro. —Y así puso punto final al asunto. —Ahora vayamos a darle a GASTON algo
de qué hablar ―dijo por fin,
—Oye, GASTON, aquí estamos —exclamó—. Dos hermosas mujeres vestidas como para
asistir a una fiesta y sin ningún lugar adonde ir.
Llegué al pie de las escaleras y entramos a la cocina. Un muchacho delgado y alto, con
rizos finos y oscuros, estaba apoyado contra la heladera.
“VICCO”, pensé. GASTON estaba sentado a la mesa de la cocina, con el teléfono frente a sí.
—Tendremos que hacer algo al respecto —decía “ricitos”, que se había apartado del
refrigerador y miraba a CANDE con cierta picardía.
—Hola, VICCO. Es un placer volver a verte —dijo CANDE
Lo estudió de pies a cabeza, desde las sucias y desprolijas zapatillas de básquet hasta la
rasgada camiseta. Por la insinuante sonrisa que leí en los labios de mi amiga, me di cuenta
de que le gustaba la imagen que tenía frente a sus ojos.
Entre tanto, GASTON me observaba boquiabierto, con el auricular suspendido en el aire,
como si de pronto hubiera olvidado que debía colgarlo en la horquilla. Creí percibir cierto
rubor oscureciendo su rostro. La sangre acudió a mis mejillas cuando me sentí objeto de tan
azorada admiración.
— ¿Qué te sucede GASTON? ¿Es la primera vez que ves a una chica? —bromeó CANDE
guiñando un ojo a VICCO.
GASTON la ignoró.
—Estás hermosa, ROCIO. —Sus ojos recorrieron mis largas piernas y mi torso. Por fin
detuvo la mirada en mis labios. Me di cuenta de que deseaba besarme, allí, en la cocina, y
habría preferido que estuviéramos a solas. Nos miramos, comunicándonos en silencio.
—A esto llamó yo una buena tarde de domingo —comentó VICCO, quebrando el hechizo.
Sacó del refrigerador una tarta de limón y merengue que estaba por la mitad y clavó el
tenedor directamente en la bandeja.
Lo observé. Su sonrisa simpática y sus modales espontáneos me cayeron bien.
“Él y CANDE deberían formar pareja”, pensé. Me pregunté si gaston y yo habríamos tratado
de “hacerles gancho” antes de mi caída. Tendría que preguntárselo cuando estuviéramos
solos.
Gaston volvió a la realidad.
—Por si no lo has adivinado todavía, el tipo que está aniquilando la heladera es vicco Una vez que te acostumbres a él, te agradará… lo prometo.
vicco me tendió una de sus manazas para que se la estrechara.
—Lamento lo del accidente, rocio. Pero tal vez fue una bendición y no lo sabes aún.
— ¿Por qué me dices eso? —Por centésima vez desde que me había caído, tenía la
sensación de que la gente hablaba en clave.
Se encogió de hombros.
—Me refiero a que a veces la mala suerte se invierte y nos beneficia. Eso es todo.
—Estuvieron tanto tiempo allí arriba que creíamos que se habían arrojado por la ventana —
bromeó gaston, mirando a cande.
—Teníamos mucho de qué hablar… de ustedes dos —contestó mí amiga, arqueando las
cejas.
— ¡cande! —protesté, avergonzada.
—Sigamos con el tema. —Se dirigió a gaston— ¿A dónde llevaremos a estas hermosas
mujeres? Es hora de almorzar.
— ¿Cuál es el restaurante más lindo del barrio? —preguntó cande.
—. Pero es muy caro y yo tengo como… cinco dólares, máximo, entre todos mis bolsillos.
—No hay problema —dijo cande—. El almuerzo corre por mi cuenta. Mejor dicho, por
cuenta de mi padre.
gaston parecía muy incómodo.
—No lo sé, cande. No soy muy afecto a la caridad.
— ¿Y quién habló de caridad? Ustedes dos van a ganarse esta comida, a través de una
amena conversación y atentos cumplidos.
—Me parece bien —respondió vicco con entusiasmo—. Señoritas, vuestra carroza, o la
tan mentada y popular acera, las espera.
Salimos a la calle y así comenzó la tarde.

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