GASTON:
El domingo a la mañana, mientras me cepillaba los dientes, me sentí como un idiota total. Pero cuando me vestía, con unos pantalones de jean y una camiseta vieja, me sentía vacio. Transcurridas veinticuatro horas desde que había encontrado a ROCIO tendida en el piso , me daba cuenta de lo cruel que había sido con ella por dejarla creer que era su novio. Por otra parte, tía Rose no estaba feliz por mi comportamiento, ni mucho menos. Repasé mentalmente la conversación que habíamos mantenido en la cocina cuando traje a ROCIO a casa:
— ¿Quién es esa chica? —me preguntó, haciendo un gesto en dirección al living.
—Se llama ROCIO. Se golpeó la cabeza... y según parece tiene amnesia. —
. Cuando le dije a ROCIO que hacía cinco meses que éramos novios, nunca se me ocurrió pensar cómo iba a explicar toda esa situación a tía Rose. Por lo tanto, inspiré profundamente tratando de hallar las palabras apropiadas.
—No recuerdo que me la hayas mencionado alguna vez —dijo Rose, confundida. Conocía
a la mayoría de mis amigos.
—Bueno, en realidad... sólo la vi una vez... y no fue un encuentro muy agradable que
digamos. —Hice una pausa. —Es la chica que me bañó en ponche la noche del baile.
Rose arqueó la cejas de tal modo que por poco se le juntaron en la frente.
— ¿De verdad? ¿Y ella lo sabe?
—En realidad... eh... le insinué que somos novios...
— ¡GASTONl! No puedes haber hecho semejante cosa. —Se puso las manos sobre las
caderas y me miró furiosa.
—Sí. No quise... pero ella creía que... Y me pareció una excelente manera de cobrármelas...
—Mi voz se apagó cuando me di cuenta de cuán tontas sonaban mis palabras.
De muy mala gana, tía Rose aceptó llevar adelante la farsa. Temía que si yo le confesaba a
ROCIO toda la verdad en aquel momento, sólo empeoraría las cosas, confundiéndola
mucho más todavía.
—La pobre no puede distinguir entre lo blanco y lo negro —masculló Rose—, y tú la has
metido en una zona gris. —Meneó la cabeza. —ésta es la clase de bromas con la que tu
padre habría soñado a tu edad.
Detestaba admitirlo, pero en realidad ROCIO empezaba a gustarme de verdad.
Despojada de su personaje de la Reina del Hielo, era una muchacha cálida, graciosa y
vulnerable. Además, era muy linda. Tal vez su amiga CANDE tenía razón... quizá ROCIO no
era la esnob que adoraba presentarse en sociedad a lo grande. A lo mejor...
De pronto chasqueé los dedos. ¡CANDE! ¿Cómo no se me había ocurrido pensar en ella antes?
Sin duda sabría qué estaba haciendo su amiga el día anterior. Era probable que supiera
cómo ubicar al padre. Tenía que llamarla de inmediato.
Me dirigí inmediatamente al cuarto de baño y me lave la cara con agua fría. Luego caminé
descalzo por el pasillo y me detuve un instante frente a la puerta cerrada del cuarto de
ROCIO. Su habitación se hallaba en silencio. Seguí hasta las escaleras, feliz de que todavía
estuviera durmiendo.
Preparé unos deliciosos panqueques suecos, tan delgados que parecían
transparentes, e imaginé el rostro de ROCIO cuando despertara y se encontrara con el
exquisito aroma de café recién hecho y jalea de membrillo.
“Lo primero es lo primero", recordé. Marqué el número de teléfono de VICCO y esperé a
que levantara el auricular. Respondió a la séptima llamada.
—VICCO Necesito cierta información y no tengo tiempo para contestar preguntas. ¿Cuál es
el apellido de CANDE?
— ¿CANDE? ¿Te refieres a la chica que llevaba ese impactante vestido amarillo en la fiesta?
―Pareció despertarse de golpe.
Las charlas sobre mujeres siempre atraían la atención deVICCO.
—Sí. La misma. ¿Cuál es su apellido?
—no vas a decirme que me has despertado a esta hora de la madrugada para
preguntarme el apellido de una chica que conociste hace tres semanas, ¿verdad? No, esto no
está sucediéndome realmente. Debe de ser una pesadilla.
Me reí.
—Son más de las nueve. ¿Cuál es su apellido?
Suspiró.
AL FIN ME LO DIJO Dos minutos después estaba hablando con CANDE, una experiencia que jamás
pensé que se repetiría.
—Hola, . Tal vez no me recuerdes. Soy GASTON. Nos conocimos en...
—Sí, GASTONl, claro que te recuerdo. ROCIO te empapó con ponche —dijo con tono de
voz cortante e impaciente.
—Bueno, te llamo porque...
—Escucha, me encantaría hablar contigo sobre ROCIO, pero en este momento me es
imposible. ¿Sabes? Ayer no llego al campamento. Su novio me ha llamado y está
desesperado. Tampoco sabemos dónde encontrar a su padre. De modo que si no te
importa... —Se detuvo para respirar.
—Está conmigo —me apresuré a decir, dejándome caer sobre una de las mullidas sillas de
madera que rodeaban la mesa de la cocina. No se me había ocurrido pensar en el novio.
Pero cuando recordé el tipo con la linda cara de plástico y el modo repulsivo con que se
desplazaba por el Club, mentido a ROCIO. Si para meterse en la piel de PABLO
había que sentirse un poco culpable, bien valía la pena. Por lo menos eso fue lo
que me dije. CANDE—. ¿Está contigo? ¿Por qué?
—Cálmate —le conteste, también a gritos—. Se encuentra bien, descontando el hecho de
que se ha golpeado la cabeza y no puede recordar quién es...
CANDE escucho toda la historia, emitiendo sonidos de asombro y suspiros dramáticos mientras
yo seguía hablando. Cuando termine de contarle hasta el último detalle (excepto la parte de
nuestro platónico romance), pareció descartar la idea de que yo era un asesino en serie que
había secuestrado a la pobre muchacha contra su voluntad.
—Obviamente tengo que ir a buscarla —dijo por fin.
Enrulé el cable del teléfono en el dedo índice de mi mano izquierda.
—Cierto... es obvio —respondí vacilante. Tarde o temprano tendría que contarle toda la
verdad a ROCIO. Pero ése no era el momento. — ¿Podrías dejar a PABLO fuera de todo
esto, por lo menos hasta que logres ver a ROCIO? No estoy seguro de que volver a verlo
sea una buena idea.
— ¿Por qué? —preguntó CANDE, con cierta suspicacia.
—Es un poco difícil de explicar. Confía en mí. —Cerré los ojos.
Oí un suspiro.
—De todos modos, no soporto a ese baboso. Me imagino lo repúgnate que se pondría
durante el viaje en taxi hasta TU CASAn.. ¡Ah, lo lamento!
Ignoré el tono despectivo cuando se refirió a MI CASA.
—Tal vez puedas traerle algo de ropa tuya. Todo lo que tiene es lo que llevaba puesto.
CANDE empezó a reírse.
— ¡Já! No puedo imaginarme a mi amiga usando la misma ropa dos días seguidos. Antes
preferiría que la bañaran en miel para que la devoraran las hormigas coloradas.
Estaba convencido de que a la "nueva" ROCIO muy poco le importaría no poder cambiarse
de ropa, pero de todos modos no tenía ganas de entrar en detalles al respecto con CANDE. Ella
tendría que verlo con sus propios ojos.
— ¿Cómo se llama? —preguntó ROCIO, llevándose otro bocado de panqueque a la boca.
—CANDE. —La observé mientras hundía su panqueque en la jalea para devorarlo
luego con muchas ganas.
― ¿Y supuestamente es mi mejor amiga? —preguntó, tomando el vaso de jugo de naranjas
recién exprimidas que yo había colocado junto a su plato.
―Sí. ―Comencé a apilar los platos sucios en el fregadero y deje correr el agua caliente.
Agregué unas gotas de detergente.
—CANDE —repitió, tratando de digerir el sonido del nombre—. Es lindo.
—Es una buena persona —dije, aunque en realidad no sabía si en realidad CANDE era o no una
buena persona. Por lo menos, eso me pareció la noche del baile. A diferencia de cierta
gente...
Concentré mi atención en la vasija, tratando de ignorar que esa mañana ROCIO lucía muy
linda. Llevaba sus pantalones de jean, que le marcaban a la perfección el contorno de las
piernas, y una camisa celeste que le había prestado yo. El conjunto no era sexy en lo más
mínimo, pero al verla con mi camisa sentí una emoción muy peculiar.
Refregué la sartén para eliminar el huevo que se había pegado, y traté de borrar esa imagen
de mi mente. Pero un minuto después ella se paró junto a mí.
—Yo seco. —Cuando pasó a mi lado para tomar un repasador, su cabello rizó mi mejilla, y
sentí unos deliciosos y casi imperceptibles escalofríos. Suspiré.
—Gracias —dije con voz ronca, mientras frotaba la sartén con tanta fuerza que me asombré
de no haberla agujereado.
Trabajamos en silencio hasta que sonó el timbre.
—Debe de ser CANDE—comenté, medio decepcionado y medio aliviado de poder escapar de
la proximidad de ROCIO.
Asentí con la cabeza.
—Hogar, dulce hogar. —Hice una pausa. Había llegado el momento de las confesiones,
pero me costaba encontrar las palabras apropiadas. Se me cruzaron por la mente unas
cuantas frases idiotas:
“Oh, a propósito, ROCIO cree que está enamorada de mí”, o “CANDE ¿te comenté que le dije
a ROCIO que soy su novio?”, y también se me ocurrió: “Já, já. Sé que soy un tonto pero la
verdad es que...”.
Ninguna me gustó. Me quedé de pie tan inmóvil que me pareció que echaría raíces. Sólo
miré estúpidamente a CANDE y abrí la boca, aunque no me salió ninguna palabra.
—Espero que se te haya pasado el fastidio por lo de la otra noche —dijo CANDE bastante
incómoda, al ver que yo no hablaba—. A veces ROCIO suele ser un poco... eh... impulsiva.
—Hablando de ROCIO... ―comencé decidido a librarme del peso de la confesión lo antes
posible.
Afortunada o desgraciadamente. ROCIO escogió ese preciso instante para llamarme desde
la cocina.
—GASTON, ¿es ella?
— ¡ROCIO! —exclamó su amiga, y salió como un bólido hacia la cocina.
Corrí detrás de ella, rezando para lograr evitar cualquier daño serio que pudiera causar ese
primer encuentro a la escena teatral que yo había montado. De pronto me llevé por delante
a CANDE, que, sin previo aviso, se había CANDE, como si hubiera visto un fantasma. Se quedó
mirando fijo a su amiga, que se había arremangado la camisa celeste hasta los codos y tenía
los brazos llenos de espuma.
ROCIO le sonrió y empezó a limpiarse las manos en los pantalones.
—Tú debes de ser CANDE.
—Vaya, amiga. ¡Es cierto lo de la amnesia! Soy tu mejor amiga —
ROCIO se rió.
—Sí, creo que tengo amnesia.
CANDE dejó el bolso marinero rosado que había traído, lleno de ropa.
— ¿De verdad no recuerdas nada? —Me miró y me di cuenta de que supuso que yo no
había hecho ningún comentario respecto de la noche del baile.
—Nada, pero en cambio si tengo la sensación de conocer a GASTON.. a pesar de que sólo
hemos estado juntos veinticuatro horas desde que me golpeé la cabeza.
—Es una locura. Decididamente, una locura. PABLO se espantará cuando te vea.
— ¿Quién es PABLO? —pregunto ROCIO. Se sirvió otra taza de café y miro a su amiga
con curiosidad.
— ¿PABLO? Es tu...
Tosí exageradamente, para atraer la atención de CANDE.
—Es alguien a quien conoces —dije, con la voz entrecortada—. Te hablaremos de muchos
de tus conocidos... pero después.
CANDE arqueó las cejas y me miró confundida. El corazón me golpeaba tan ferozmente que
tuve la certeza de que las dos chicas podían oír los galopantes latidos.
—Si, te hablaremos de PABLO... más tarde —dijo CANDE
—Eh, CANDE, ¿puedo hablar contigo un momento? ¿En el living? —pregunté, ansioso.
Arrojó hacia ROCIO el bolso lleno de ropa y salió de la cocina.
—Dime que está pasando aquí exactamente —urgió, mientras se acomodaba en el sofá, tal
como lo había hecho su amiga el día anterior.
—Bien. En apariencia, ROCIO cree que nuestra relación es más intima de lo que en
realidad es... que somos bastantes más que amigos.
— ¿Cuánto más? —se estiró y cruzó las manos detrás de la cabeza.
—Mucho más. —Ahora la mirada directamente a los ojos, implorando en silencio que no
echara todo a perder.
—Vaya, vaya. Esta es una situación muy peculiar. Déjame pensar un momento.
Cerró los ojos y yo me quedé parado allí, ansioso, preguntándome si no me insultaría con
una kilométrica lista de improperios.
—Se que ha sido nefasto de mi parte no decirle toda la verdad. Y no te culpo si empiezas a
odiarme. Sólo me pareció una broma, pero después... —CANDE levanto la mano, como
pidiéndome que dejara de hablar sin sentido. Me callé, agradecido.
—Para serte franca, voy a confesarte que PABLO nunca me cayó bien —dijo—. No te
conozco, pero estoy convencida de que como novio serias muy superior a él. Por supuesto
que ROCIO nunca lo aceptaría. —Se quedo en silencio durante un momento. —Además, la
ROCIO que yo conozco ni loca se pondría a lavar platos sucios.
Suspire aliviado. CANDE no abriría la boca, al menos, por el momento. Aunque una parte de
mi quería sacar toda la verdad a la luz, otra parte temía por la iracunda mirada que ROCIO
me dirigiría al enterarse de la realidad. Decidí hacer caso a esa parte de mí ser.
—Hay otra cosa más —continua CANDE, con una mirada de picardía.
— ¿Qué? —pregunté. Estaba seguro de que en poco más estaría haciendo un pacto con el
demonio, pero mi desesperación era tal que me sentí dispuesto a hacer cualquier cosa.
—Bueno, las mejores amigas de alguien tienen una tendencia a salir con los mejores
amigos de otro alguien. Y tu mejor amigo VICCO es exactamente mi tipo.
Sonreí mostrándole todos los dientes.
—Considéralo un hecho —prometí, consciente de que a VICCO le fascinaría la idea de salir
con CANDE. Sabía que se reiría a carcajadas cuando le contara que le había hecho creer a
ROCIO. Su conciencia jamás lo perturbaba como a mí la mía.
—Pero en algún momento ella recordara su pasado —me advirtió CANDE—. Y será mejor que
vayamos preparándola antes de que ocurra... o de lo contrario ambos nos ganaremos su
odio.
Asentí con la cabeza. Le diríamos la verdad... cuando estuviera lista.
“Cuando yo esté listo”, pensé. CANDE me tendió la mano y yo se la estreche para cerrar el
trato. Para bien o para mal, nuestro destino —y el de ROCIO— estaba sellado.
El domingo a la mañana, mientras me cepillaba los dientes, me sentí como un idiota total. Pero cuando me vestía, con unos pantalones de jean y una camiseta vieja, me sentía vacio. Transcurridas veinticuatro horas desde que había encontrado a ROCIO tendida en el piso , me daba cuenta de lo cruel que había sido con ella por dejarla creer que era su novio. Por otra parte, tía Rose no estaba feliz por mi comportamiento, ni mucho menos. Repasé mentalmente la conversación que habíamos mantenido en la cocina cuando traje a ROCIO a casa:
— ¿Quién es esa chica? —me preguntó, haciendo un gesto en dirección al living.
—Se llama ROCIO. Se golpeó la cabeza... y según parece tiene amnesia. —
. Cuando le dije a ROCIO que hacía cinco meses que éramos novios, nunca se me ocurrió pensar cómo iba a explicar toda esa situación a tía Rose. Por lo tanto, inspiré profundamente tratando de hallar las palabras apropiadas.
—No recuerdo que me la hayas mencionado alguna vez —dijo Rose, confundida. Conocía
a la mayoría de mis amigos.
—Bueno, en realidad... sólo la vi una vez... y no fue un encuentro muy agradable que
digamos. —Hice una pausa. —Es la chica que me bañó en ponche la noche del baile.
Rose arqueó la cejas de tal modo que por poco se le juntaron en la frente.
— ¿De verdad? ¿Y ella lo sabe?
—En realidad... eh... le insinué que somos novios...
— ¡GASTONl! No puedes haber hecho semejante cosa. —Se puso las manos sobre las
caderas y me miró furiosa.
—Sí. No quise... pero ella creía que... Y me pareció una excelente manera de cobrármelas...
—Mi voz se apagó cuando me di cuenta de cuán tontas sonaban mis palabras.
De muy mala gana, tía Rose aceptó llevar adelante la farsa. Temía que si yo le confesaba a
ROCIO toda la verdad en aquel momento, sólo empeoraría las cosas, confundiéndola
mucho más todavía.
—La pobre no puede distinguir entre lo blanco y lo negro —masculló Rose—, y tú la has
metido en una zona gris. —Meneó la cabeza. —ésta es la clase de bromas con la que tu
padre habría soñado a tu edad.
Detestaba admitirlo, pero en realidad ROCIO empezaba a gustarme de verdad.
Despojada de su personaje de la Reina del Hielo, era una muchacha cálida, graciosa y
vulnerable. Además, era muy linda. Tal vez su amiga CANDE tenía razón... quizá ROCIO no
era la esnob que adoraba presentarse en sociedad a lo grande. A lo mejor...
De pronto chasqueé los dedos. ¡CANDE! ¿Cómo no se me había ocurrido pensar en ella antes?
Sin duda sabría qué estaba haciendo su amiga el día anterior. Era probable que supiera
cómo ubicar al padre. Tenía que llamarla de inmediato.
Me dirigí inmediatamente al cuarto de baño y me lave la cara con agua fría. Luego caminé
descalzo por el pasillo y me detuve un instante frente a la puerta cerrada del cuarto de
ROCIO. Su habitación se hallaba en silencio. Seguí hasta las escaleras, feliz de que todavía
estuviera durmiendo.
Preparé unos deliciosos panqueques suecos, tan delgados que parecían
transparentes, e imaginé el rostro de ROCIO cuando despertara y se encontrara con el
exquisito aroma de café recién hecho y jalea de membrillo.
“Lo primero es lo primero", recordé. Marqué el número de teléfono de VICCO y esperé a
que levantara el auricular. Respondió a la séptima llamada.
—VICCO Necesito cierta información y no tengo tiempo para contestar preguntas. ¿Cuál es
el apellido de CANDE?
— ¿CANDE? ¿Te refieres a la chica que llevaba ese impactante vestido amarillo en la fiesta?
―Pareció despertarse de golpe.
Las charlas sobre mujeres siempre atraían la atención deVICCO.
—Sí. La misma. ¿Cuál es su apellido?
—no vas a decirme que me has despertado a esta hora de la madrugada para
preguntarme el apellido de una chica que conociste hace tres semanas, ¿verdad? No, esto no
está sucediéndome realmente. Debe de ser una pesadilla.
Me reí.
—Son más de las nueve. ¿Cuál es su apellido?
Suspiró.
AL FIN ME LO DIJO Dos minutos después estaba hablando con CANDE, una experiencia que jamás
pensé que se repetiría.
—Hola, . Tal vez no me recuerdes. Soy GASTON. Nos conocimos en...
—Sí, GASTONl, claro que te recuerdo. ROCIO te empapó con ponche —dijo con tono de
voz cortante e impaciente.
—Bueno, te llamo porque...
—Escucha, me encantaría hablar contigo sobre ROCIO, pero en este momento me es
imposible. ¿Sabes? Ayer no llego al campamento. Su novio me ha llamado y está
desesperado. Tampoco sabemos dónde encontrar a su padre. De modo que si no te
importa... —Se detuvo para respirar.
—Está conmigo —me apresuré a decir, dejándome caer sobre una de las mullidas sillas de
madera que rodeaban la mesa de la cocina. No se me había ocurrido pensar en el novio.
Pero cuando recordé el tipo con la linda cara de plástico y el modo repulsivo con que se
desplazaba por el Club, mentido a ROCIO. Si para meterse en la piel de PABLO
había que sentirse un poco culpable, bien valía la pena. Por lo menos eso fue lo
que me dije. CANDE—. ¿Está contigo? ¿Por qué?
—Cálmate —le conteste, también a gritos—. Se encuentra bien, descontando el hecho de
que se ha golpeado la cabeza y no puede recordar quién es...
CANDE escucho toda la historia, emitiendo sonidos de asombro y suspiros dramáticos mientras
yo seguía hablando. Cuando termine de contarle hasta el último detalle (excepto la parte de
nuestro platónico romance), pareció descartar la idea de que yo era un asesino en serie que
había secuestrado a la pobre muchacha contra su voluntad.
—Obviamente tengo que ir a buscarla —dijo por fin.
Enrulé el cable del teléfono en el dedo índice de mi mano izquierda.
—Cierto... es obvio —respondí vacilante. Tarde o temprano tendría que contarle toda la
verdad a ROCIO. Pero ése no era el momento. — ¿Podrías dejar a PABLO fuera de todo
esto, por lo menos hasta que logres ver a ROCIO? No estoy seguro de que volver a verlo
sea una buena idea.
— ¿Por qué? —preguntó CANDE, con cierta suspicacia.
—Es un poco difícil de explicar. Confía en mí. —Cerré los ojos.
Oí un suspiro.
—De todos modos, no soporto a ese baboso. Me imagino lo repúgnate que se pondría
durante el viaje en taxi hasta TU CASAn.. ¡Ah, lo lamento!
Ignoré el tono despectivo cuando se refirió a MI CASA.
—Tal vez puedas traerle algo de ropa tuya. Todo lo que tiene es lo que llevaba puesto.
CANDE empezó a reírse.
— ¡Já! No puedo imaginarme a mi amiga usando la misma ropa dos días seguidos. Antes
preferiría que la bañaran en miel para que la devoraran las hormigas coloradas.
Estaba convencido de que a la "nueva" ROCIO muy poco le importaría no poder cambiarse
de ropa, pero de todos modos no tenía ganas de entrar en detalles al respecto con CANDE. Ella
tendría que verlo con sus propios ojos.
— ¿Cómo se llama? —preguntó ROCIO, llevándose otro bocado de panqueque a la boca.
—CANDE. —La observé mientras hundía su panqueque en la jalea para devorarlo
luego con muchas ganas.
― ¿Y supuestamente es mi mejor amiga? —preguntó, tomando el vaso de jugo de naranjas
recién exprimidas que yo había colocado junto a su plato.
―Sí. ―Comencé a apilar los platos sucios en el fregadero y deje correr el agua caliente.
Agregué unas gotas de detergente.
—CANDE —repitió, tratando de digerir el sonido del nombre—. Es lindo.
—Es una buena persona —dije, aunque en realidad no sabía si en realidad CANDE era o no una
buena persona. Por lo menos, eso me pareció la noche del baile. A diferencia de cierta
gente...
Concentré mi atención en la vasija, tratando de ignorar que esa mañana ROCIO lucía muy
linda. Llevaba sus pantalones de jean, que le marcaban a la perfección el contorno de las
piernas, y una camisa celeste que le había prestado yo. El conjunto no era sexy en lo más
mínimo, pero al verla con mi camisa sentí una emoción muy peculiar.
Refregué la sartén para eliminar el huevo que se había pegado, y traté de borrar esa imagen
de mi mente. Pero un minuto después ella se paró junto a mí.
—Yo seco. —Cuando pasó a mi lado para tomar un repasador, su cabello rizó mi mejilla, y
sentí unos deliciosos y casi imperceptibles escalofríos. Suspiré.
—Gracias —dije con voz ronca, mientras frotaba la sartén con tanta fuerza que me asombré
de no haberla agujereado.
Trabajamos en silencio hasta que sonó el timbre.
—Debe de ser CANDE—comenté, medio decepcionado y medio aliviado de poder escapar de
la proximidad de ROCIO.
Asentí con la cabeza.
—Hogar, dulce hogar. —Hice una pausa. Había llegado el momento de las confesiones,
pero me costaba encontrar las palabras apropiadas. Se me cruzaron por la mente unas
cuantas frases idiotas:
“Oh, a propósito, ROCIO cree que está enamorada de mí”, o “CANDE ¿te comenté que le dije
a ROCIO que soy su novio?”, y también se me ocurrió: “Já, já. Sé que soy un tonto pero la
verdad es que...”.
Ninguna me gustó. Me quedé de pie tan inmóvil que me pareció que echaría raíces. Sólo
miré estúpidamente a CANDE y abrí la boca, aunque no me salió ninguna palabra.
—Espero que se te haya pasado el fastidio por lo de la otra noche —dijo CANDE bastante
incómoda, al ver que yo no hablaba—. A veces ROCIO suele ser un poco... eh... impulsiva.
—Hablando de ROCIO... ―comencé decidido a librarme del peso de la confesión lo antes
posible.
Afortunada o desgraciadamente. ROCIO escogió ese preciso instante para llamarme desde
la cocina.
—GASTON, ¿es ella?
— ¡ROCIO! —exclamó su amiga, y salió como un bólido hacia la cocina.
Corrí detrás de ella, rezando para lograr evitar cualquier daño serio que pudiera causar ese
primer encuentro a la escena teatral que yo había montado. De pronto me llevé por delante
a CANDE, que, sin previo aviso, se había CANDE, como si hubiera visto un fantasma. Se quedó
mirando fijo a su amiga, que se había arremangado la camisa celeste hasta los codos y tenía
los brazos llenos de espuma.
ROCIO le sonrió y empezó a limpiarse las manos en los pantalones.
—Tú debes de ser CANDE.
—Vaya, amiga. ¡Es cierto lo de la amnesia! Soy tu mejor amiga —
ROCIO se rió.
—Sí, creo que tengo amnesia.
CANDE dejó el bolso marinero rosado que había traído, lleno de ropa.
— ¿De verdad no recuerdas nada? —Me miró y me di cuenta de que supuso que yo no
había hecho ningún comentario respecto de la noche del baile.
—Nada, pero en cambio si tengo la sensación de conocer a GASTON.. a pesar de que sólo
hemos estado juntos veinticuatro horas desde que me golpeé la cabeza.
—Es una locura. Decididamente, una locura. PABLO se espantará cuando te vea.
— ¿Quién es PABLO? —pregunto ROCIO. Se sirvió otra taza de café y miro a su amiga
con curiosidad.
— ¿PABLO? Es tu...
Tosí exageradamente, para atraer la atención de CANDE.
—Es alguien a quien conoces —dije, con la voz entrecortada—. Te hablaremos de muchos
de tus conocidos... pero después.
CANDE arqueó las cejas y me miró confundida. El corazón me golpeaba tan ferozmente que
tuve la certeza de que las dos chicas podían oír los galopantes latidos.
—Si, te hablaremos de PABLO... más tarde —dijo CANDE
—Eh, CANDE, ¿puedo hablar contigo un momento? ¿En el living? —pregunté, ansioso.
Arrojó hacia ROCIO el bolso lleno de ropa y salió de la cocina.
—Dime que está pasando aquí exactamente —urgió, mientras se acomodaba en el sofá, tal
como lo había hecho su amiga el día anterior.
—Bien. En apariencia, ROCIO cree que nuestra relación es más intima de lo que en
realidad es... que somos bastantes más que amigos.
— ¿Cuánto más? —se estiró y cruzó las manos detrás de la cabeza.
—Mucho más. —Ahora la mirada directamente a los ojos, implorando en silencio que no
echara todo a perder.
—Vaya, vaya. Esta es una situación muy peculiar. Déjame pensar un momento.
Cerró los ojos y yo me quedé parado allí, ansioso, preguntándome si no me insultaría con
una kilométrica lista de improperios.
—Se que ha sido nefasto de mi parte no decirle toda la verdad. Y no te culpo si empiezas a
odiarme. Sólo me pareció una broma, pero después... —CANDE levanto la mano, como
pidiéndome que dejara de hablar sin sentido. Me callé, agradecido.
—Para serte franca, voy a confesarte que PABLO nunca me cayó bien —dijo—. No te
conozco, pero estoy convencida de que como novio serias muy superior a él. Por supuesto
que ROCIO nunca lo aceptaría. —Se quedo en silencio durante un momento. —Además, la
ROCIO que yo conozco ni loca se pondría a lavar platos sucios.
Suspire aliviado. CANDE no abriría la boca, al menos, por el momento. Aunque una parte de
mi quería sacar toda la verdad a la luz, otra parte temía por la iracunda mirada que ROCIO
me dirigiría al enterarse de la realidad. Decidí hacer caso a esa parte de mí ser.
—Hay otra cosa más —continua CANDE, con una mirada de picardía.
— ¿Qué? —pregunté. Estaba seguro de que en poco más estaría haciendo un pacto con el
demonio, pero mi desesperación era tal que me sentí dispuesto a hacer cualquier cosa.
—Bueno, las mejores amigas de alguien tienen una tendencia a salir con los mejores
amigos de otro alguien. Y tu mejor amigo VICCO es exactamente mi tipo.
Sonreí mostrándole todos los dientes.
—Considéralo un hecho —prometí, consciente de que a VICCO le fascinaría la idea de salir
con CANDE. Sabía que se reiría a carcajadas cuando le contara que le había hecho creer a
ROCIO. Su conciencia jamás lo perturbaba como a mí la mía.
—Pero en algún momento ella recordara su pasado —me advirtió CANDE—. Y será mejor que
vayamos preparándola antes de que ocurra... o de lo contrario ambos nos ganaremos su
odio.
Asentí con la cabeza. Le diríamos la verdad... cuando estuviera lista.
“Cuando yo esté listo”, pensé. CANDE me tendió la mano y yo se la estreche para cerrar el
trato. Para bien o para mal, nuestro destino —y el de ROCIO— estaba sellado.

No hay comentarios:
Publicar un comentario