ROCIO:
Nada del barrio, donde vivía gaston, me resultaba familiar. Caminamos calle
tras calle, pasando frente a casas de alto, con fachadas de marrón rojizo, pero ninguna
despertó recuerdos en mí. Cuando por fin él se detuvo frente a la suya, me quedé en la
acera, observando. Me había contado que nuestro noviazgo había comenzado cinco meses
atrás, de modo que esperé que esa casa evocara imágenes de nuestro pasado juntos.
—Qué extraño —dije con lentitud—. Seguramente debo de haber visitado tu casa docenas
de veces, pero tengo la sensación de que jamás la he visto antes.
gaston introdujo ambas manos en los bolsillos traseros de su jean y comenzó a
balancearse sobre un pie y el otro.
—Sí, a veces la mente nos juega malas pasadas —respondió. Subió con agilidad las
escaleras del frente y extrajo un llavero del bolsillo.
—Tía Rose, he llegado —gritó gaston cuando entramos al vestíbulo.
Siguió caminando por la casa, pero yo me quedé atrás, me sentía muy cohibida. Estaba a
punto de encontrarme con otra persona de quien sin duda, tampoco recordaría nada, y no
sabía como comportarme ni qué decir. Empecé a temblar. Los acontecimientos de la última
hora y media comenzaban a surtir efecto. Sabía que por fuera estaba muy serena, pero por
dentro sentía pánico.
¿Y su nunca recuperaba la memoria? ¿Todos aquellos a quienes viera me resultarían
extraños eternamente? Lo cierto era que había sentido una conexión inmediata con
gaston… pero eso era diferente. Él era mi novio. ¿Y mis padres? ¿Serían agradables?
¿Tendríamos una buena relación? Cientos de preguntas me acosaban, pero no encontraba
ninguna respuesta.
Gaston volvió a llamar a su tía. Una mujer atractiva, con una cálida sonrisa, salió de uno
de los cuartos para recibirnos.
— ¿gaston, cómo es que has vuelto tan pronto? —preguntó.
—Me encontré con una situación, eh… inesperada —respondió, acercándosele. Se volvió
hacia mí. —Siéntate aquí, rocio. Iré un momento a la cocina a charlar con tía Rose. —
Me dirigió una sonrisa serena aunque su tía me miraba con desconcierto.
Todavía me latía la cabeza, pero estaba demasiado inquieta como para quedarme sentada
sin hacer nada. Sobre la repisa de la chimenea había un espejo grande, con un marco
antiguo. Observé mi imagen por primera vez desde que me había golpeado la cabeza. Mi
rostro me resultó vagamente familiar, aunque me llevé una grata sorpresa al descubrir una
piel tersa, labios rojos y carnosos y ojos grandes.
— ¿Quién eres tú, rocio? —me pregunté en voz alta. Con desesperación traté
de recordar mi pasado, pero sin éxito. En ese momento toda mi vida era aquel presente:
gaston, el living de su casa y su tía Rose.
Casi me eché a reír al pensar en gaston. Cuando desperté en el piso de la estación de tren,
me sentí como la Bella Durmiente en versión moderna. Los ojos castaños e intensos de
gaston y su sonrisa cálida eran tan impresionantes que todos los demás que me rodeaban
se convirtieron en un manchón impreciso. Todo mi ser se había concentrado en el hermoso
gaston. Y ahora estaba en su casa, un verdadero paraíso en comparación con el mundo de
desconocidos que me esperaba fuera.
A la izquierda del espejo había una fotografía de un niño pequeño. De inmediato me di
cuenta de que era una versión más joven de gaston; su sonrisa de entonces era tan única
como la de ahora. En esa fotografía estaba parado entre un hombre y una mujer, jóvenes
ambos (sus padres, supuse), en la acera. Noté que los ojos de gaston niño eran confiados,
francos. En cambio, ahora eran intensos y cautelosos en ocasiones. ¿Por qué?
Me aparté de la fotografía cuando oí pasos que se acercaban.
—Hola otra vez —saludé, sonriendo a Rose con timidez. Me decepcionaba no recordar a
esa mujer en absoluto, pero me cayó bien desde el primer momento.
—Hola, rocio —me dijo, mientras me tendía la mano para que se la estrechara—. Soy
Rose, la tía de Michael. —Se dirigió hacia un sillón largo, en apariencia muy
cómodo, y me hizo un ademán como para que me sentara a su lado.
—Lamento no recordarla —le dije mientras me sentaba.
Arqueó una ceja en dirección a gaston.
—No te preocupes —me tranquilizó—. No esperaba que mi rostro causara gran sensación
en tu mente. —Me tomó una mano entre las suyas y la palmeó con suavidad. —Bien, soy
enfermera matriculada y me gustaría examinar el golpe del que tanto me ha hablado
gaston. ¿De acuerdo?
Asentí en silencio.
—Bueno, supongo que sobrevivirás —declaró Rose—. Y recuperarás tu memoria.
También. Las lesiones en la cabeza a menudo producen traumas que bloquean la memoria a
corto o a largo plazo. Tu problema es el largo plazo.
— ¿Significa que estaré en blanco durante mucho tiempo? —pregunté ansiosa. Me imaginé
a los sesenta años, haciendo mi vida tranquilamente hasta que de pronto recordaba que
había sido una asesina a sueldo o que tal vez había dejado alguna hornalla encendida en
algún lado.
—No. Significa que no puedes recordar qué sucedió antes del incidente.
— ¿Quiere decir que estoy bien?
—No me caben dudas. Pero será mejor que te llevemos a un médico.
gaston regresó al living; al parecer estaba tan aliviado como yo al saber que los daños no
eran serios.
—Quise comunicarme con tu padre —dijo, sentándose junto a mí—. Pero me han
informado que salió de la cuidad. Cuando expliqué tu situación a la mujer que me atendió,
me aseguró que trataría de localizarlo.
Me llamó la atención que gaston no estuviera al tanto de que mi padre no se hallaba en
En la ciudad ¿Por lo general los novios no se enteran enseguida de esas cosas? ¿Y dónde
estaría mi padre? ¿Quién sería él? Una vez más, esa sarta de preguntas sin respuesta me
atormentaba sin piedad.
— ¿Y mi madre? —quise saber. Era la pregunta más intrigante de todas las que me
angustiaban.
Durante varios minutos gaston guardó silencio. Frunció el entrecejo y una expresión de
tristeza le ensombreció el rostro. Miró a su tía y Rose asintió con firmeza.
—No sé cómo decirte esto, rocio…
Su voz se apagó y el pánico se apoderó de mí. Antes de que abriera la boca, con profundo
dolor, supe con exactitud qué me diría.
—Ella falleció hace cinco años, rochi… igual que mis padres.
—Está muerta. —Me obligué a pronunciar las palabras en voz alta.
Sentí un vacío en el estómago que llegó dolorosamente hasta mi corazón. Los rítmicos
latidos de mi cabeza se convirtieron en un horrendo clamor; aquel living, gaston y Rose
dieron la impresión de desintegrarse frente a mí.
“Mi madre está muerta… y yo no puedo recordar nada de ella.”
— ¿Cómo murió? —pregunté con voz entrecortada. La idea de ignorar la causa de su
fallecimiento me pareció tan irreal que estuve a punto de desmayarme.
—Padecía de cáncer de mama, rocio —respondió consternado. Me tomó la mano.
Recordé el pánico que sentí cuando gaston me propuso ir al hospital. ¿Acaso sería ésa la
razón por la cual me había negado con tanto énfasis a caminar por esos corredores largos y
estériles? ¿Habría pasado largas horas en un hospital, viendo cómo se apagaba la vida de mi
madre día tras día?
— ¿La conociste? —murmuré, ansiosa por aferrarme a algún detalle, a alguna imagen que
pudiera abrazar con la misma vehemencia con la que abrazaba a mi osito de peluche.
Michael meneó la cabeza.
—Lo siento. En esa época no te conocía. Ni siquiera había llegado a esta ciudad Yo vivía
… con mis padres.
Las lágrimas calientes bañaron mi rostro, no sólo por mi propia desgracia sino por la de
gaston también.gaston era huérfano… Había sufrido tanto como yo.
Sus pasos se alejaron haciendo eco por el corredor de piso de madera. gaston se acercó
más a mí. Con naturalidad, me acomodo entre sus brazos y apoyé mi mejilla húmeda sobre
su descolorida camiseta de algodón. Cuando me abrazó en la estación de tren, sentí el inmenso
terror de quien pierde la noción de su propio ser. En ese momento, su pecho ancho y sus
brazos fuertes supieron disipar mi temor, y ahora me brindaban paz. Entre sollozos traté de
tragar las penas que me hacían temblar en forma incontrolable.
—Está bien, rocio. Sigue llorando si quieres. Yo estoy a tu lado. —Me mecía hacia atrás
y hacia adelante, besándome suavemente la cabeza.
Tenía una voz muy suave y ronca. Yo estaba convencida de que él también sufría por la
pérdida de sus padres. En aquel living silencioso de la casa nos abrazamos con
desesperación, absorbiendo cada uno el valor y el dolor del otro. No sé cuánto tiempo
permanecimos de ese modo. Lo cierto es que en ese momento nadie existía, excepto
nosotros dos.
Cuando gaston, Rose y yo salimos del típico y pintoresco edificio donde el doctor
tenía su consultorio, me di cuenta de que me sentía mucho mejor.
. ¿Cuáles serían las cosas que mi mente se negaba a recordar? ¿Había algo más que la muerte de mi madre? Sacudí la cabeza, frustrada. Sólo debía tener paciencia y abrigar la esperanza de que, cuando el pasado por fin se presentara, no hubiera demonios agazapados en las sombras. Durante el trayecto de regreso a la casa, todos guardamos silencio.. El doctor me había dicho que la memoria podría volver en una suerte de flash al principio… sólo fragmentos de los dieciséis años que había vivido. Dijo que tenía que tratar de relajarme, que debía permitir que esas piezas surgieran cuando fuera el momento oportuno.
—La luz del contestador automático está parpadeando —exclamó Rose desde la cocina,
dirigiéndose a gaston—. Debe ser un mensaje para ti.
— ¿Por qué no descansas un rato? —me sugirió él—. Vuelvo en un momento.
—Hola, gaston. Soy yo, vicco. ¿Qué tal, Rose? Oye, lo de Daniela esta Noche sigue en pie. No seas cobarde, amigo. Llámame.
La máquina se apagó.
gaston regresó al living con un vaso largo lleno de té helado.
— ¿Qué decía el mensaje? —pregunté—. ¿Se supone que debemos ir a alguna parte esta
noche? ¿Quién es daniela? ¿De verdad ese tipo de llama vicco?
Gaston se echó a reír.
—Ah, rocio. ¿Quieres bajar las revoluciones? Lamento decepcionarte, pero en realidad
la llamada no tenía ninguna importancia. vicco, mi mejor amigo, me invitaba…
nos invitaba a una fiesta tonta, a la casa de esa chica llamada daniela. Pero no tenemos
ninguna obligación de ir. De verdad.
Ninguno de los nombres que gaston había mencionado me llamaba la
atención, y en ese momento estaba demasiado exhausta como para seguir con mi
cuestionario.
Gaston percibió mis ansias de paz; se quedó a mi lado, callado. Sin abrir los ojos, le tendí
la mano para que me la tomase. Segundos después sentí que sus dos manos, fuertes,
poderosas, envolvían la mía. Suspiré, con un sentimiento parecido a la felicidad. Momentos
después me quedé dormida.
Alguien me zamarreó para despertarme. En la sala reinaba una oscuridad total. Al principio
no tuve idea de dónde me encontraba… ni de quién era yo. Me había quedado
profundamente dormida, aunque no había logrado descansar ni un segundo. Lo único que
deseaba era volver a cerrar los ojos.
—rocio. Soy yo, gaston. Despierta. —Su voz ronca me recordó los sucesos del día. Yo
era rocio, y gaston, mi novio. Me hallaba en casa de su tía Rose.
— ¿Qué hora es? —murmuré. Me parecía que estábamos en la mitad de la noche, pero
advertí que gaston llevaba puesta la misma camiseta y el mismo jean que antes.
—Son las diez de la noche, aproximadamente. Te llevaré arriba, al cuarto de huéspedes.
Rose te prestará uno de sus camisones.
Seguí a gaston por una estrecha escalera de madera que conducía al segundo piso. Abrió
una puerta de madera oscura.
—Aquí tienes —dijo—. El camisón está sobre la cama y hay un cepillo de dientes nuevo en
el cuarto de baño. También tienes unas aspirinas y un vaso de agua helada.
Sonreí en señal de agradecimiento. Pero en ese momento, mientras gastony yo estábamos
de pie en el umbral de la alcoba, me sentí tímida. Me encontraba a solas con mi novio y
dormiríamos bajo el mismo techo; sin embargo, para mí era como si fuéramos extraños. Él
se dio cuenta de mi bochorno y se echó a reír.
—Te dejaré sola, rocio. —Colocó la mano debajo de mi mentón y alzó mi cabeza hacia
la suya. Mi corazón comenzó a latir a gran velocidad cuando sus labios rozaron mi sien con
suprema ternura. —Que descanses.
Lo observé alejarse por el corredor y desaparecer detrás de una puerta que daba a otro de
los cuartos. Cuando cerré la puerta detrás de mí, experimenté cierta decepción.
Para los fines prácticos, había conocido a gaston ese mismo día. Sin embargo,
había preferido que me besara. Con un beso de verdad. Tal vez las cosas cambiaran al día
siguiente; tal vez entonces recuperara la memoria.
Nada del barrio, donde vivía gaston, me resultaba familiar. Caminamos calle
tras calle, pasando frente a casas de alto, con fachadas de marrón rojizo, pero ninguna
despertó recuerdos en mí. Cuando por fin él se detuvo frente a la suya, me quedé en la
acera, observando. Me había contado que nuestro noviazgo había comenzado cinco meses
atrás, de modo que esperé que esa casa evocara imágenes de nuestro pasado juntos.
—Qué extraño —dije con lentitud—. Seguramente debo de haber visitado tu casa docenas
de veces, pero tengo la sensación de que jamás la he visto antes.
gaston introdujo ambas manos en los bolsillos traseros de su jean y comenzó a
balancearse sobre un pie y el otro.
—Sí, a veces la mente nos juega malas pasadas —respondió. Subió con agilidad las
escaleras del frente y extrajo un llavero del bolsillo.
—Tía Rose, he llegado —gritó gaston cuando entramos al vestíbulo.
Siguió caminando por la casa, pero yo me quedé atrás, me sentía muy cohibida. Estaba a
punto de encontrarme con otra persona de quien sin duda, tampoco recordaría nada, y no
sabía como comportarme ni qué decir. Empecé a temblar. Los acontecimientos de la última
hora y media comenzaban a surtir efecto. Sabía que por fuera estaba muy serena, pero por
dentro sentía pánico.
¿Y su nunca recuperaba la memoria? ¿Todos aquellos a quienes viera me resultarían
extraños eternamente? Lo cierto era que había sentido una conexión inmediata con
gaston… pero eso era diferente. Él era mi novio. ¿Y mis padres? ¿Serían agradables?
¿Tendríamos una buena relación? Cientos de preguntas me acosaban, pero no encontraba
ninguna respuesta.
Gaston volvió a llamar a su tía. Una mujer atractiva, con una cálida sonrisa, salió de uno
de los cuartos para recibirnos.
— ¿gaston, cómo es que has vuelto tan pronto? —preguntó.
—Me encontré con una situación, eh… inesperada —respondió, acercándosele. Se volvió
hacia mí. —Siéntate aquí, rocio. Iré un momento a la cocina a charlar con tía Rose. —
Me dirigió una sonrisa serena aunque su tía me miraba con desconcierto.
Todavía me latía la cabeza, pero estaba demasiado inquieta como para quedarme sentada
sin hacer nada. Sobre la repisa de la chimenea había un espejo grande, con un marco
antiguo. Observé mi imagen por primera vez desde que me había golpeado la cabeza. Mi
rostro me resultó vagamente familiar, aunque me llevé una grata sorpresa al descubrir una
piel tersa, labios rojos y carnosos y ojos grandes.
— ¿Quién eres tú, rocio? —me pregunté en voz alta. Con desesperación traté
de recordar mi pasado, pero sin éxito. En ese momento toda mi vida era aquel presente:
gaston, el living de su casa y su tía Rose.
Casi me eché a reír al pensar en gaston. Cuando desperté en el piso de la estación de tren,
me sentí como la Bella Durmiente en versión moderna. Los ojos castaños e intensos de
gaston y su sonrisa cálida eran tan impresionantes que todos los demás que me rodeaban
se convirtieron en un manchón impreciso. Todo mi ser se había concentrado en el hermoso
gaston. Y ahora estaba en su casa, un verdadero paraíso en comparación con el mundo de
desconocidos que me esperaba fuera.
A la izquierda del espejo había una fotografía de un niño pequeño. De inmediato me di
cuenta de que era una versión más joven de gaston; su sonrisa de entonces era tan única
como la de ahora. En esa fotografía estaba parado entre un hombre y una mujer, jóvenes
ambos (sus padres, supuse), en la acera. Noté que los ojos de gaston niño eran confiados,
francos. En cambio, ahora eran intensos y cautelosos en ocasiones. ¿Por qué?
Me aparté de la fotografía cuando oí pasos que se acercaban.
—Hola otra vez —saludé, sonriendo a Rose con timidez. Me decepcionaba no recordar a
esa mujer en absoluto, pero me cayó bien desde el primer momento.
—Hola, rocio —me dijo, mientras me tendía la mano para que se la estrechara—. Soy
Rose, la tía de Michael. —Se dirigió hacia un sillón largo, en apariencia muy
cómodo, y me hizo un ademán como para que me sentara a su lado.
—Lamento no recordarla —le dije mientras me sentaba.
Arqueó una ceja en dirección a gaston.
—No te preocupes —me tranquilizó—. No esperaba que mi rostro causara gran sensación
en tu mente. —Me tomó una mano entre las suyas y la palmeó con suavidad. —Bien, soy
enfermera matriculada y me gustaría examinar el golpe del que tanto me ha hablado
gaston. ¿De acuerdo?
Asentí en silencio.
—Bueno, supongo que sobrevivirás —declaró Rose—. Y recuperarás tu memoria.
También. Las lesiones en la cabeza a menudo producen traumas que bloquean la memoria a
corto o a largo plazo. Tu problema es el largo plazo.
— ¿Significa que estaré en blanco durante mucho tiempo? —pregunté ansiosa. Me imaginé
a los sesenta años, haciendo mi vida tranquilamente hasta que de pronto recordaba que
había sido una asesina a sueldo o que tal vez había dejado alguna hornalla encendida en
algún lado.
—No. Significa que no puedes recordar qué sucedió antes del incidente.
— ¿Quiere decir que estoy bien?
—No me caben dudas. Pero será mejor que te llevemos a un médico.
gaston regresó al living; al parecer estaba tan aliviado como yo al saber que los daños no
eran serios.
—Quise comunicarme con tu padre —dijo, sentándose junto a mí—. Pero me han
informado que salió de la cuidad. Cuando expliqué tu situación a la mujer que me atendió,
me aseguró que trataría de localizarlo.
Me llamó la atención que gaston no estuviera al tanto de que mi padre no se hallaba en
En la ciudad ¿Por lo general los novios no se enteran enseguida de esas cosas? ¿Y dónde
estaría mi padre? ¿Quién sería él? Una vez más, esa sarta de preguntas sin respuesta me
atormentaba sin piedad.
— ¿Y mi madre? —quise saber. Era la pregunta más intrigante de todas las que me
angustiaban.
Durante varios minutos gaston guardó silencio. Frunció el entrecejo y una expresión de
tristeza le ensombreció el rostro. Miró a su tía y Rose asintió con firmeza.
—No sé cómo decirte esto, rocio…
Su voz se apagó y el pánico se apoderó de mí. Antes de que abriera la boca, con profundo
dolor, supe con exactitud qué me diría.
—Ella falleció hace cinco años, rochi… igual que mis padres.
—Está muerta. —Me obligué a pronunciar las palabras en voz alta.
Sentí un vacío en el estómago que llegó dolorosamente hasta mi corazón. Los rítmicos
latidos de mi cabeza se convirtieron en un horrendo clamor; aquel living, gaston y Rose
dieron la impresión de desintegrarse frente a mí.
“Mi madre está muerta… y yo no puedo recordar nada de ella.”
— ¿Cómo murió? —pregunté con voz entrecortada. La idea de ignorar la causa de su
fallecimiento me pareció tan irreal que estuve a punto de desmayarme.
—Padecía de cáncer de mama, rocio —respondió consternado. Me tomó la mano.
Recordé el pánico que sentí cuando gaston me propuso ir al hospital. ¿Acaso sería ésa la
razón por la cual me había negado con tanto énfasis a caminar por esos corredores largos y
estériles? ¿Habría pasado largas horas en un hospital, viendo cómo se apagaba la vida de mi
madre día tras día?
— ¿La conociste? —murmuré, ansiosa por aferrarme a algún detalle, a alguna imagen que
pudiera abrazar con la misma vehemencia con la que abrazaba a mi osito de peluche.
Michael meneó la cabeza.
—Lo siento. En esa época no te conocía. Ni siquiera había llegado a esta ciudad Yo vivía
… con mis padres.
Las lágrimas calientes bañaron mi rostro, no sólo por mi propia desgracia sino por la de
gaston también.gaston era huérfano… Había sufrido tanto como yo.
Sus pasos se alejaron haciendo eco por el corredor de piso de madera. gaston se acercó
más a mí. Con naturalidad, me acomodo entre sus brazos y apoyé mi mejilla húmeda sobre
su descolorida camiseta de algodón. Cuando me abrazó en la estación de tren, sentí el inmenso
terror de quien pierde la noción de su propio ser. En ese momento, su pecho ancho y sus
brazos fuertes supieron disipar mi temor, y ahora me brindaban paz. Entre sollozos traté de
tragar las penas que me hacían temblar en forma incontrolable.
—Está bien, rocio. Sigue llorando si quieres. Yo estoy a tu lado. —Me mecía hacia atrás
y hacia adelante, besándome suavemente la cabeza.
Tenía una voz muy suave y ronca. Yo estaba convencida de que él también sufría por la
pérdida de sus padres. En aquel living silencioso de la casa nos abrazamos con
desesperación, absorbiendo cada uno el valor y el dolor del otro. No sé cuánto tiempo
permanecimos de ese modo. Lo cierto es que en ese momento nadie existía, excepto
nosotros dos.
Cuando gaston, Rose y yo salimos del típico y pintoresco edificio donde el doctor
tenía su consultorio, me di cuenta de que me sentía mucho mejor.
. ¿Cuáles serían las cosas que mi mente se negaba a recordar? ¿Había algo más que la muerte de mi madre? Sacudí la cabeza, frustrada. Sólo debía tener paciencia y abrigar la esperanza de que, cuando el pasado por fin se presentara, no hubiera demonios agazapados en las sombras. Durante el trayecto de regreso a la casa, todos guardamos silencio.. El doctor me había dicho que la memoria podría volver en una suerte de flash al principio… sólo fragmentos de los dieciséis años que había vivido. Dijo que tenía que tratar de relajarme, que debía permitir que esas piezas surgieran cuando fuera el momento oportuno.
—La luz del contestador automático está parpadeando —exclamó Rose desde la cocina,
dirigiéndose a gaston—. Debe ser un mensaje para ti.
— ¿Por qué no descansas un rato? —me sugirió él—. Vuelvo en un momento.
—Hola, gaston. Soy yo, vicco. ¿Qué tal, Rose? Oye, lo de Daniela esta Noche sigue en pie. No seas cobarde, amigo. Llámame.
La máquina se apagó.
gaston regresó al living con un vaso largo lleno de té helado.
— ¿Qué decía el mensaje? —pregunté—. ¿Se supone que debemos ir a alguna parte esta
noche? ¿Quién es daniela? ¿De verdad ese tipo de llama vicco?
Gaston se echó a reír.
—Ah, rocio. ¿Quieres bajar las revoluciones? Lamento decepcionarte, pero en realidad
la llamada no tenía ninguna importancia. vicco, mi mejor amigo, me invitaba…
nos invitaba a una fiesta tonta, a la casa de esa chica llamada daniela. Pero no tenemos
ninguna obligación de ir. De verdad.
Ninguno de los nombres que gaston había mencionado me llamaba la
atención, y en ese momento estaba demasiado exhausta como para seguir con mi
cuestionario.
Gaston percibió mis ansias de paz; se quedó a mi lado, callado. Sin abrir los ojos, le tendí
la mano para que me la tomase. Segundos después sentí que sus dos manos, fuertes,
poderosas, envolvían la mía. Suspiré, con un sentimiento parecido a la felicidad. Momentos
después me quedé dormida.
Alguien me zamarreó para despertarme. En la sala reinaba una oscuridad total. Al principio
no tuve idea de dónde me encontraba… ni de quién era yo. Me había quedado
profundamente dormida, aunque no había logrado descansar ni un segundo. Lo único que
deseaba era volver a cerrar los ojos.
—rocio. Soy yo, gaston. Despierta. —Su voz ronca me recordó los sucesos del día. Yo
era rocio, y gaston, mi novio. Me hallaba en casa de su tía Rose.
— ¿Qué hora es? —murmuré. Me parecía que estábamos en la mitad de la noche, pero
advertí que gaston llevaba puesta la misma camiseta y el mismo jean que antes.
—Son las diez de la noche, aproximadamente. Te llevaré arriba, al cuarto de huéspedes.
Rose te prestará uno de sus camisones.
Seguí a gaston por una estrecha escalera de madera que conducía al segundo piso. Abrió
una puerta de madera oscura.
—Aquí tienes —dijo—. El camisón está sobre la cama y hay un cepillo de dientes nuevo en
el cuarto de baño. También tienes unas aspirinas y un vaso de agua helada.
Sonreí en señal de agradecimiento. Pero en ese momento, mientras gastony yo estábamos
de pie en el umbral de la alcoba, me sentí tímida. Me encontraba a solas con mi novio y
dormiríamos bajo el mismo techo; sin embargo, para mí era como si fuéramos extraños. Él
se dio cuenta de mi bochorno y se echó a reír.
—Te dejaré sola, rocio. —Colocó la mano debajo de mi mentón y alzó mi cabeza hacia
la suya. Mi corazón comenzó a latir a gran velocidad cuando sus labios rozaron mi sien con
suprema ternura. —Que descanses.
Lo observé alejarse por el corredor y desaparecer detrás de una puerta que daba a otro de
los cuartos. Cuando cerré la puerta detrás de mí, experimenté cierta decepción.
Para los fines prácticos, había conocido a gaston ese mismo día. Sin embargo,
había preferido que me besara. Con un beso de verdad. Tal vez las cosas cambiaran al día
siguiente; tal vez entonces recuperara la memoria.

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