Gaston
Lo juro, mi pierna casi se soltó de mí. Porque a la última persona que esperaba que respondiera al llamado de la puerta en la casa de Señora Reynolds era Rocio que lleva un ridículo delantal color rosa con flores verdes estampadas.
Intenté agarrarla del brazo cuando ella casi pierde su equilibrio, pero llegué demasiado tarde. Una vez en el suelo, ella se negó rotundamente a tomar mi brazo extendido.
—¿Qu... qué estás haciendo aquí?
—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunte.
—Trabajo aquí después de la escuela —dijo ella intentando pretender estar satisfecha con quedarse tendida en el suelo.
Saqué mi Identificación del Departamento de Justicia rápidamente de mi bolsillo. Y verifico dos veces, nuevamente la dirección antes de decir —Estoy aquí para ver a la Señora Reynolds. Esta su casa es, ¿no es así? —el odio de Rocio es completamente evidente reflejado en su mirada—. Escucha, verte aquí es también una sorpresa para mí —le digo—. El gerente me envió. La casa de esta señora es el próximo sitio del trabajo en la lista.
Miro como Rocio se levanta por sí misma. Y parece doloroso, lo puedo decir al mirar que sus dedos se curvan dentro de un puño.
Dios, mirarla esforzándose hace que me enferme del estómago. Porque yo le hice esto, aunque fuera sin culpa. —Lo siento —digo.
—Díselo al juez —masculla ella.
—Ya lo hice —respondo verídicamente. No es que eso le importe al Juez. El tipo quería ponerme de ejemplo para todos los delincuentes que bebían y que se encontraban detrás del volante de un automóvil—. ¿Qué quieres de mí, Rocio?
—Quiero que te vayas.
—No puedo —le digo.
Una señora de edad aparece desde la parte de atrás de la casa y arrastra los pies hacia la puerta. —Tú debes ser del programa de servicio a la comunidad —dice.
—Sí, señora —me adelanto y le doy mi Identificación de servicio a la comunidad para que lo inspeccione. Es un requisito mostrarlo antes de entrar en una casa.
La Señora Reynolds examina mi Identificación, luego me la devuelve. —Bueno, entre, adelante. Ésta de aquí es Rocio, la que me acompaña. Rocio este es... ¿Cómo dijiste que te llamabas?
—Gaston
La Señora Reynolds le dice a ROcio, —Gaston va a ayudarnos. Muéstrale al ático y explícale nuestro proyecto mientras yo inspecciono algunas galletas que tengo cocinando en el horno.
Luego pongo mi mochila en el suelo después de que la Señora Reynolds está fuera de vista. —Otra situación bochornosa, ¿huh?
Rocio está todavía como una estatua.
—Desearía que nunca regresaras —dice ella tranquilamente, abrazándose a sí misma.
Estoy tentado de largarme y ver la encolerizada cara de mi instructor por abandonar el servicio a la comunidad, pero no quiero. Estoy atrapado aquí con ella.
—No voy a ir a ninguna parte hasta que termine este trabajo para la señora.
Los ojos de rocio se ensanchan. Su boca se abre y se cierra, pero ninguna palabra sale de ella. Luego se da la vuelta y camina en el interior de la casa.
La sigo silenciosamente a una escalera estrecha en el segundo piso hacia el ático.
Rocio apunta hacia una caja. —Necesito que botes esto. Pondré las cajas allí y puedes disponer de ellas.
Yo asiento.
Trabajamos en silencio. Rocio pone las cajas en una fila para botarlas y yo las llevo bajando las escaleras. La Señora Reynolds me hace tirar las cajas en las bolsas de basura más grandes y luego las llevo al bote de basura que se encuentra al empezar la entrada de autos.
La Señora Reynolds sale de la cocina y me da un plato de galletas. —Toma, lleva estas al ático. Tú y Rocio pueden compartirlos mientras trabajas.
Entro en el ático de nuevo en lo que parece un millón de veces hoy con las galletas en la mano. rocio tira una caja en mi dirección, pero yo me muevo para esquivarla. Fue intencional, no tengo ninguna duda sobre eso. —Mira lo que te traje, ¿quieres? —deposito el plato sobre un baúl en medio del ático.
Ella se gira, me da la espalda e ignora el plato.
Rocio piensa que es la única víctima en este total enredo. Así que tengo que mantenerme como si no me importara. Sin importar lo que paso, no puedo permitirle que se meta debajo de mi piel y descubra la verdad. —Escucha, Rochi, fue un accidente. Si solo pudiera volver aquel día, lo haría. Si pudiera retroceder el tiempo, lo haría.
Ella se gira en mi dirección ahora, con la cabeza inclinada a un lado. —Dime, Gaston. ¿Por qué tus disculpas me suena tan poco convincentes?
Me quedo de pie, mudo, mientras ella toma el plato de galletas y deja el ático. ¿Por qué no puede ser esto fácil? recojo la siguiente caja y no le doy importancia a el resto hasta que todas las cajas están en la basura.
Rocio deja la casa de la Señora Reynolds primero, así que aguardo detrás. La señora ya de edad está en el antejardín cuando yo le doy la hoja de asistencia y la pluma. —Gracias por dejarme trabajar aquí —le digo.
—Mi esposo, Albert, que descanse en paz, creía que era importante ayudar a los menos afortunados. No me agradezcas empezado apenas el sistema de justicia juvenil o trabajaremos durante unas semanas más. Hiciste un buen trabajo hoy.
Le doy una sonrisa de agradecimiento.
Ella empieza a firmar el formulario, pero se detiene. —Aquí dice que tienes experiencia en construcción. Ya sabes... podría tener otro trabajo para ti. Es decir, si estas interesado.
Construir un parasol tomará un par de semanas por lo menos, probablemente el tiempo suficiente para terminar mi servicio a la comunidad.
¿Qué estoy pensando? Yo no puedo trabajar con Rocio. De ninguna manera. Nunca funcionaría.
Aunque no es como si realmente estuviera trabajando con ella. Estaré solo, construyendo el parasol. La manera en que la Señora Reynolds está mirándome con confianza fortalece mi ego herido. No tengo por qué pensar en Rocio. No tengo por qué pensar en lo que está bien o mal. Así que digo abruptamente, —Puedo hacerlo —debo ser honesto con la señora y le digo sobre por qué fui declarado culpable. Y, lo más importante, quién me declaro culpable por lo que paso—. Señora Reynolds, tengo que ser honesto con usted...
Como si fuera una señal del cielo, el teléfono sonó. La señora de edad toma su bastón y se da prisa para entra en la casa. —Regresa mañana y luego terminaremos nuestra conversación.
Así que también me doy prisa para coger el autobús porque estoy retrasado. Cuando me subo, rocio está sentada en frente así que me dirijo a la parte de atrás.
El viaje en autobús que dura quince minutos parece como de una hora. En nuestra parada, somos los dos únicos en el bus. Bajamos y dejo que ella avance primero mientras yo la sigo por detrás.
Mi hermana está afuera. La expresión en su cara cuando ella nos ve a Rocio y a mí, caminar por la calle juntos, no tiene precio.
—¿Vienes a casa con rocio? —pregunta Mery siguiéndome hacia la entrada de la casa.
—Estábamos en el mismo autobús. No te emociones por eso.
mery corre a su cuarto y cierra la puerta de un portazo.
Rocio
El lunes me dirijo al autobús después de clase. Conforme paso por el pasillo, veo a Gaston ya sentado en la parte de atrás. Ya estuvo lo suficientemente mal trabajar juntos en ese pequeño desván la semana pasada. Si tengo que trabajar con él otra vez dimitiré.
Pero entonces no iré a España.
Y si no voy a España, no me iré de Paradise el próximo semestre.
Y si no me voy de Paradise el próximo semestre, Gaston y sus amigos estarán riéndose todo el camino a la graduación mientras me siento en casa y les demuestro que estaban en lo cierto.
Quizás no irá a la casa de la Señora Reynolds hoy y me estoy yendo por tangentes innecesarias sin razón.
Quizás está trabajando en algún otro lugar haciendo chapuzas. Pero conforme me sigue al patio de atrás de la señora Reynolds, mis miedos se hacen realidad.
—Ahora entren, ustedes dos. Irina nos acercó algo de tarta —la señora Reynolds entra a la casa, sin darse cuenta de que ni yo ni Gaston la habíamos seguido.
—Les llevó bastante tiempo —dice la señora Reynolds cuando entro a la cocina—. Aquí, partí algo de tarta para ustedes dos.
Me siento a la mesa de la cocina y me quedo mirando la tarta. Normalmente empezaría a comer, pero no puedo.Gaston entra y se sienta enfrente de mí. Centro mi atención en la dirección contraria, como si el cuadro del frutero en la pared fuera el objeto más interesante en el que haya puesto los ojos.
—Rocio, ¿recuerdas que me dijiste que debería construir la glorieta?
—Si —respondo cautelosamente.
La Señora Reynolds sostiene la barbilla en alto. —Bueno, Gaston va a ayudar a hacerlo realidad. Puede que tome algunas semanas, pero…¿Algunas semanas? —Si él se queda, yo dimito —digo abruptamente. ¿Algunas semanas?
Escucho el ruido del tenedor de Gaston golpear el plato, luego se levanta y sale corriendo de la sala.
La señora Reynolds pone sus manos en cada lado de la cara y dice, — rocio ¿Qué es todo este sinsentido sobre dimitir? ¿Por qué?
—No puedo trabajar con él, señora Reynolds. Él me hizo esto —grito.
—¿Hacer qué, niña?
—Fui a la cárcel por golpear a Rocio con mi coche mientras estaba borracho —dice Gaston, reapareciendo por la puerta.
La señora Reynolds hace algunos ruidos chasqueando la lengua, luego dice —Mmm, estamos en un buen lío, ¿no?
Miro a la señora Reynolds con ojos suplicantes. —Solo hágalo irse.
Puedo decir que ella va a hacerlo, va a decirle a Gaston que se vaya.
La Señora Reynolds camina hacia Gaston y dice, —Tienes que entender que mi primera prioridad es Rocio. Llamaré al centro de mayores y haré que contacten con tu oficial del servicio comunitario.
—Por favor, Señora Reynolds —gaston le dice, con su voz suplicante—. Sólo quiero terminar el trabajo y sólo… ser libre de nuevo.
La Señora Reynolds vuelve a mirarme, sus ojos sabios diciéndome más de lo que las palabras podrían decir. Perdonar.
No puedo perdonar. Lo he intentado. Si inocentemente perdió el control del coche y me golpeó, habría sido perdonable. No sé cuan inocente fue el accidente. Dios, no puedo creer en mi corazón de corazones que deliberadamente me golpeara con el coche. Pero demasiadas preguntas han quedado sin respuesta.
Preguntas que quiero que sigan sin respuesta.
Dijeron que me dejó tirada en la calle como si fuera un animal. Eso es imperdonable. No sé si alguna vez podré superarlo.
Porque me recuerda demasiado a lo que hizo mi padre. Me dejó sin mirar atrás.
Y peor, Gaston destrozó la única oportunidad que tenía de impresionar a mi papá. Me abro camino más allá de Gaston y me dirijo al desván, un lugar que es oscuro, aislado y privado. Ni siquiera pienso en viudas negras cuando abro la puerta del desván y cojeo hacia adentro.
Dios, solía adorar el suelo por el que gaston pasaba. Era alto, guapo… claramente uno de los populares, donde mi estado y el de Mery se tambaleaba en el borde. Y si eso no era suficiente, nada le importaba al chico. Quizás porque los chicos como él siempre conseguían lo que querían, nunca tenían que trabajar por nada. Quizás, muy en el fondo, me alegro de que esté pasando un tiempo difícil. Y muy en el fondo sé que es egoísta que piense de esta forma. No debería prosperar en la infelicidad de nadie.
Pero como dice el refrán—a la miseria le gusta la compañía—y me siento miserable, por dentro y por fuera. ¿No es justo que la persona que es miserable conmigo es el tipo quien me hizo así?
La Señora Reynolds me siguió, puedo decirlo por la esencia en polvo que viaja con ella.
—Este es un lugar muy interesante para esconderte. Pensaba que tenías miedo de las arañas.
—Lo tengo, pero en la oscuridad no puedo verlas. ¿Se ha ido? —pregunto esperanzada.
Sacude su cabeza. —Tenemos que hablar. .
—Bien —toma asiento en la silla, todavía dejada aquí desde el otro día—. Tenía una hermana —dice—. Una hermana llamada Lottie.
. Durante las vacaciones de verano de un año en la universidad, llevé un chico a la casa de verano de mis padres. —¿Así que supero sus miedos y se enamoro?
—Me enamoré, de acuerdo, me volví loca por él. Su nombre era Fred. —dice la Señora Reynolds y luego suspira—. Me trataba como si fuera la chica más increíble que hubiera visto. Bueno, lo hizo hasta que mi hermana vino a la casa de verano para una visita sorpresa —me miró directamente y se encogió de hombros—. Lo encontré besándola en los muelles la mañana después de que viniera.
.La odié, la culpé por robarme el novio. Así que empaqué, me fui, y nunca volví a hablar a ninguno de ellos de nuevo.
Ni siquiera asistí a su boda dos años después —mi boca se abre.
. Tuvieron cuatro hijos también.
Recibí una llamada de uno de sus hijos de que Lottie murió hace un par de años. Fred está en un hogar de ancianos con Alzheimer. ¿Sabes cuál es la peor parte?
Estoy fascinada por su historia. —¿Cuál?
La Señora Reynolds se levanta, luego me da una palmada en la rodilla. —Eso, querida, es lo que vas a tener que descubrir por ti misma.
—Cree que debe quedarse y construir la glorieta, ¿no? —pregunto cuándo empieza a caminar hacia la puerta.
—Te dejaré esa decisión a ti. Él no volverá a la cárcel si esto no funciona, nunca dejaré que pase. Acabo de ver que es un chico que quiere corregir sus errores, rocio. Está esperando en el piso de abajo tu respuesta.
Sale del desván. Escucho los zapatos ortopédicos arrastrando conforme toma cada escalón. ¿Puedo quedarme aquí para siempre, viviendo con las arañas, telarañas y baúles llenos de memorias de una anciana?
Sé la respuesta, incluso cuando me levanto y me dirijo abajo las escaleras para encarar a la persona que me moría por evitar. Está sentado en el sofá del salón, inclinado hacia delante con los codos apoyados en las rodillas. Cuando me escucha entrar a la habitación, mira hacia arriba. —¿Y bueno?
Puedo decir que él no está contento de que yo tenga el control. gaston solía tener siempre las cartas y sabía cual usar para salirse con la suya. No esta vez. Me encantaría decirle que se fuera. Ese es su castigo por no haberme querido. Pero sé que eso sería idiota, infantil y estúpido. Además, ya no quiero a Gaston. Ni siquiera me gusta. Estoy convencida que no puede volverme a hacer daño nunca más, físicamente o emocionalmente. —Te puedes quedar.
Asiente y empieza a levantarse.
—Espera. Tengo dos condiciones.
Sus cejas se levantan.
—Uno, no le dices a nadie sobre nosotros trabajando juntos. Dos, no me hablas… yo te ignoro y tú me ignoras.
Creo que va a discutir porque los bordes de sus labios se elevan y sus cejas se arrugan como si pensara que soy idiota. Pero luego dice —Bien. Trato hecho —y se dirige al patio de atrás.
Encuentro a la Señora Reynolds en la cocina, sentada a la mesa bebiendo té.
—Le dije que podía quedarse —le informo.
La Señora Reynolds me da una pequeña sonrisa. —Estoy orgullosa de ti.
Yo no.
—Lo superarás —dice—. ¿Estás preparada para plantar más capullos hoy?
Saque un traje viejo y desgastado de mi mochila para así evitarme el llevar el delantal
Gaston me da la espalda cuando salgo fuera. Bien. Cojo una bolsa de capullos y lenta y cuidadosamente la dejo en la hierba. Con una pequeña pala en la mano, empiezo a cavar.
—¿Por qué no lo supervisa a él? —pregunto, señalando a donde Gaston ha cogido paneles de madera y parece estar tratando de ponerlos en algún tipo de orden.
—Lo está haciendo bien. Además, no sé nada sobre la construcción de una glorieta.
. Tras un rato la señora Reynolds se queda dormida en la silla. Normalmente hace esto al menos una vez al día, y cuando le digo que se quedó dormida durante una hora, lo niega totalmente. Estoy sorprendida de que pueda dormir con todos los golpes que gaston está haciendo, pero la señora escucha, más a menudo de lo que no admite, como un muerto.
Miro hacia Gaston Es un trabajador rápido, ya empezando a clavar juntos los tablones como si construyera glorietas todos los días. Su camisa está empapada de sudor en las axilas, el pecho y la espalda. Y evidentemente no le molesta que una de mis condiciones sea que nos ignoremos. Hace un trabajo increíble ignorándome. No creo que haya mirado en mi dirección ni una vez.
Pero ahora para de golpear, su espalda todavía hacia mi cuando grita —¿Podrías dejar de mirarme?

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