ROCIO:
No puedo culpar a mi mamá por su cita esta noche. Gracias a Gaston, estoy llegando a términos con eso.
Esa primera noche me besó mágicamente. Estaba toda preparada para ser solo amigos, apreciando nuestra relación platónica, cuando de repente se convirtió en algo más. Cuando estoy con el no pienso en mi cojera. Todo lo que pienso es como se siente el ser capaz de hablar y compartir y besar.
¿Y enamorarme de Gaston otra vez? No lo sé. Estoy tan nerviosa y asustada de ser herida de nuevo, que mantengo una pared para que mi corazón este protegido.
Poco a poco ha estado socavando esa pared.
Después del trabajo nos hemos estado bajando del autobús dos manzanas más atrás para que podamos robar unos pocos minutos extras juntos.
Desafortunadamente, hoy tenía una reunión con algún consejero del Departamento de Correcciones. Dijo que era importante, así que espero que le vaya bien.
Le he perdonado por el accidente. Hace dos días intentó proponerlo, diciendo que tenía algo importante que decirme sobre eso. Lo corté con un beso y promesas de perdón.
Miro hacia arriba y paro de soñar despierta sobre canciones y árboles y Gaston para encontrar a la Señora Reynolds de pie sobre mí. Dejo de tararear. —Estás muy alegre hoy.
Cuando estamos guardando los platos, la Señora Reynolds se balancea y se sujeta al borde del mostrador para apoyarse.
—¿Está bien? —pregunto, tomando su plato y dirigiéndola al sofá.
—Estos nuevos medicamentos están causando estragos en estos viejos huesos, eso es todo. Nada por lo que preocuparse.
Yo me preocupo. Antes de dejar su casa, llamo a su hijo y le digo que la controle.
Me dirijo a la parada del autobús después de convencerme de que está bien. Un coche me grita cuando camino. Lo reconozco como el mismo coche con los tipos con los que se peleó con Gaston.
— Hey, es la novia retrasada de Gaston —alguien grita por la ventana. Me muerdo el interior del labio y sigo andando.
—Creo que te quiere, Pablo. Por qué no le muestras un buen rato —alguien más dice. Luego todos ellos se ríen.
El coche está yendo despacio a mi lado. Solo espero que no bajen del coche. Si paro de andar, ¿saldrán?
¿Me harán daño?
Un miedo profundo, tan intenso que estoy temblando por dentro, no me deja parar.
No puedo volver a la casa de la señora Reynolds. Está demasiado lejos y no puedo correr más rápido que estos tipos. Hay casas que bordean la calle. Podría intentar tocar el timbre y pedir a alguien que llame a la policía.
Un plan se forma en mi cabeza. Me doy la vuelta y me dirijo en dirección contraria, la dirección por la que venía. Pero en el proceso me caigo. Mis manos me escuecen y siento humedad pegajosa goteando por mi rodilla del corte que me acabo de hacer de la caída.
—¿Tuviste un buen viaje? —uno de ellos grita por la ventana.
Me levanto y cojeo más rápido, rezando por que el coche no se vuelva y me siga. Porque si lo hacen, no sé cómo voy a manejarlo. Escucho el sonido del coche girando. No me atrevo a mirar atrás y darles otra razón para venir tras de mí. Pero difícilmente puedo oír nada aparte del jadeo furioso de mi propia respiración.
El alivio corre a través de mí cuando el autobús hace un estruendo calle abajo. Me apresuro a la acera y le hago señas al autobús para que pare, luego miro para ver si el coche está todavía por aquí.
—¿Estás bien? —pregunta el conductor del autobús.
—Estoy bien —digo, luego me escabullo al final para sentarme.
Nada puede curarme, ninguna cantidad de terapia o cirugías. La vieja rocio, la estrella del tenis sin cojera debilitante, la vieja rocio, quien podía huir del peligro, no existe.
Gaston está fuera cortando el césped conforme bajo la calle. Para el motor y se precipita a mi tan pronto como mira hacia a mí.
—¿Qué ha pasado? Dime que ha pasado.
Estoy intentando contener las lágrimas. —Estoy bien.
Mira alrededor para asegurarse de que la gente no está mirando, luego acuna mi cara en sus manos. — No estás bien. Maldita sea, háblame.
Lo miro con desesperación. —Fue este tipo, Pablo.
—Lo mataré si te ha tocado —gruñe, mirando mis pantalones rasgados manchados de sangre.
—No lo hizo. Él y sus amigos solo me asustaron, eso es todo.
—Me aseguraré de que no vuelva a suceder, rochi.
Le sonrío afectuosamente. —No vas a ser siempre capaz de protegerme. ¿Qué vas a hacer cuando esté en España?, ¿volar y golpear a todos los tipos malos que se rían de mi?
GASTON
Yo dije que Pablo iba a pagarlo, pero no sabía cómo hacerlo... legalmente. Es decir, hasta que ayer mientras estaba hablando con los chicos en el almuerzo me dijeron que pablo competiría hoy con su escuela en nuestro torneo de lucha.
—Gaston, te ves como si estuvieras a punto de matar a alguien —me dice nico mientras estoy saltando a la cuerda para calentarme.
—¿Cómo está tu novia? —pregunta.
—Mejor que la tuya cualquier día.
—Ella está lisiada gaston.
—Tú serás el cojo después de esta pelea
Suena el silbato.
ROCIO
La Sra. Reynolds se detiene y se vuelve hacia mí. —Necesitas algo para darle vida a tu guardarropa, Rocio. Todo lo que vistes es sólido, y para ser completamente honesta, la ropa es un poco grande y casual. vamos a tener una cena esta noche y quiero vestirte. Considéralo un regalo adelantado de navidad.
Cuando regreso al vestuario para quitarme el vestido, la señora Reynolds me detiene. —Mantenlo puesto,rocio. Vamos a ir a cenar de aquí y no tendrás tiempo de cambiarte
La Sra. Reynolds está sonriendo mientras conduzco hasta su casa. Cuando aparco en el garaje, finalmente descubro de qué se trata todo esto.
El mirador está terminado, y gaston ha colgado luces blancas por todo el alrededor. Velas blancas están encendidas, haciendo que la luz del mirador crezca. Gaston está de pie junto a éste, con pantalones color caqui y una camisa blanca y con corbata. Cuando él me guiña el ojo y muestra su sonrisa, siento que otra pieza de mi armadura cae.
GASTON
Me apresuro hacia el coche para abrirle la puerta a la Sra. Reynolds. Le extiendo mi mano para ayudarla a salir del coche. —Está caliente —le digo.
Ella me da una palmada en la mejilla y le dice: —Si yo fuera sólo sesenta años más joven, hijo mío.
—¿Hizo lo que le dije? —digo cerca de su oído. Ella resopló. La Sra. Reynolds y yo somos compañeros en el crimen de esta noche. El quiosco se ha terminado. Mi trabajo aquí ha terminado. Estuve con la anciana que rochi cuida alrededor de la ciudad hasta las seis. He estado planeando en mi cabeza esta noche juntos durante una semana. Una noche perfecta.
Cuando doy vuelta y cojo la vista de rochi, estoy condenado al fracaso. Y sin palabras.
La Sra. Reynolds dice: —No pongas esa cara asustada, Gaston. No se ajusta a tu cara.
rocio se acerca a mí, con el vestido mostrando las curvas que recientemente había soñado.
—El mirador se ve muy bien —dice.
No puedo ver lejos de ella. Demonios, no puedo quitar mis ojos de ella. Estas dos mujeres son probablemente mi gracia salvadora.
rocio se sonroja, y luego se desliza para reunirse con la Señora Reynolds en el mirador.
He puesto una mesa dentro del mirador con tres platos de comida, cortesía de mi jardín reservado y del Restaurante ―Pequeña Italia. He añadido un calentador pequeño para mantener el quiosco caliente, y un radio portátil con la reproducción de música suave en el fondo.
Después de tirar una silla para rocio, tiendo mi mano a la Sra. Reynolds.
—¿Quiere usted bailar, Señora?
Ella se ríe, pero me toma de la mano y tiro de ella en un giro depositándola en mis brazos. Ella grita. —gaston, por favor. Soy una señora de edad. ¿Dónde está mi bastón?
—Pensé que a las señoras mayores, les gustaban los hombres más jóvenes —bromeo, y bailamos lentamente hasta que la canción se ha terminado.
Le llevo a su silla y la dejo ahí. —Lo mejor es mirar lejos de él, rocio. Él es peligroso —hago una mueca de dolor cuando me agacho para sentarme.
—¿Qué está mal? —rocio pregunta.
—Nada —le digo después de que todo el mundo se ha servido. Tomo una cucharada de la sopa y miro hacia arriba. rocio no me lo compraría. Ni la Sra. Reynolds—. Vale, vale. Competí en una lucha hoy por invitación. No es gran cosa.
—Yo no sabía que te habías unido al equipo.
—Fue una cosa de una sola vez. Me parece.
La Sra. Reynolds termina su sopa y ondea la cuchara hacía mí. —Es posible que tenga una costilla rota.
—Estoy seguro de que es sólo una magulladura —digo, tratando de tranquilizar tanto a ella como a mí—. Justo antes de cubrir a pablo en la segunda ronda, me tiraron al suelo y tomó un período de cinco puntos.
He ganado la pelea, pero el entrenador aún así me mando al infierno por jugar sucio la primera ronda.
—No puedo esperar hasta ver los narcisos —rocio dice, con los ojos brillantes con las velas brillando sobre ellos. Mis manos están húmedas por el nerviosismo, no tengo idea de por qué—. Vas a tener que tomar una foto para mí y enviarla a España.
Todavía no puedo creer que ella se vaya. Justo cuando me enamoré de ella.
—Hablando de España... —la Sra. Reynolds tiene las manos en un sobre—. Disfruta de tu viaje, pero siempre recuerda de dónde vienes.
rocio pone un vaso lleno de agua frente a ella. —¿Quién puede olvidar el Paradise?
Chocamos nuestros vasos.
Después de comer,. Como puedo coloco las tartas en frente de rocio y la Señora Armstrong, jurarías que se pusieron de acuerdo por las expresiones en sus eufóricos rostros. Todos tomamos un tenedor y probamos.
—Este ha sido el día más magnífico de mi vida desde que Albert murió, descanse en paz. Gracias a ambos. Pero estos huesos cansados necesitan un descanso.
—¿Estás bien? —rocio pregunta, la preocupación marca su voz. Los dos nos levantamos para ayudarla.
—No, ustedes dos siéntense y disfruten. Sólo necesito descansar un poco.
Independientemente de que la anciana está renegando. rochi la lleva al piso de arriba mientras yo limpio los platos. —¿Ella está bien? —pregunto cuando rocio vuelve al exterior.
—Creo que sí. Ella fue al doctor ayer. Él quiere hacerle algunas pruebas, pero es demasiado testaruda para ir.
Puedo ver a rocio. Dios, cualquiera que esta con ella se ve infectado por su humildad y honestidad. —¿Bailamos?
—No puedo —dice—. No con mi pierna...
Tomo su mano en la mía y la conduzco de nuevo al quiosco. —Baila conmigo, rochi —la insto poner un brazo en mi espalda y la acerco a mí.
Nos domina de la música. Poco a poco se relaja en mis brazos. —Nunca imaginé que sería así —dice ella en mi pecho.
Cuando la pierna le empieza a doler, hago lugar en el suelo y nos acostamos el uno al lado del otro.
—¿Qué viste en eugenia? —se pregunta.
Caray, ni yo lo sé. —Ella era muy popular y bonita. Alguien con quien todos los chicos querían salir. Solía mirarme como si yo fuera el único hombre que pudiera hacerla feliz —ella se sienta—. Muy bien, ahora sueno como un idiota —yo era uno.
Se acuesta a mi lado, utilizando mi brazo como almohada.
Vemos las velas quemándose una por una. Cuando sólo hay una vela a la izquierda, la beso suavemente en los labios trazando sus curvas con las manos hasta que tengo el aliento débil.
—Déjame ver tus cicatrices —digo cuando estamos los dos jadeando y tratando de aspirar de nuevo. Hago uso de la orla de su vestido en mi puño y deslizo lentamente el material hacía arriba.
Ella toma mi mano con la suya y alisa el material hacia abajo. —No.
—Confía en mí.
—Yo... no puedo —murmura—. No con mis cicatrices.
Sus palabras me golpearon como el azote de una puerta. Porque aunque ella piensa que ella me perdonó, aunque hizo promesas de perdón, incluso si ella me besa como si yo fuera su héroe, finalmente se da cuenta que no puede superar su ira en su interior. Y nunca va a confiar en mí.
Me acuesto de nuevo, totalmente frustrado, y poniendo mi brazo sobre mis ojos. —Esto no va a funcionar, ¿verdad?
rocio se sienta. —Estoy tratando —dice ella, con su voz llena de pesar.
Quiero decirle a rocio que no soy el responsable de lastimar a su pierna, pero no puedo.
¿Qué pasa si mery estaba en lo cierto? No puedo dejar que mi hermana vaya a la cárcel cuando ya he pagado por su error. Estoy comprometido a vivir con esa culpa para siempre.
La noche del accidente, se suponía que debía llevar a casa a mery. Pero yo estaba demasiado borracho y enfurecido por las acusaciones de rocio. Que quedarme con Eugenia y asegurarme de que no se fuera a casa con otro individuo fue más importante que cualquier otra cosa. Mi maldito ego. No tenía idea de que mery se llevó mis llaves hasta que ella volvió a la fiesta despotricando como loca acerca de un accidente.
El resto, como dicen, es historia.

No hay comentarios:
Publicar un comentario