sábado, 31 de diciembre de 2011

SI DECIDO QUEDARME CAPITULO 3

12:19
mis heridas afectan a un montón de órganos.
al parecer, tengo un neumotórax, el bazo reventado,una he morragia interna de origen desconocido y, lo más
grave, contusiones cerebrales. también varias costillas rotas y heridas en las piernas y la cara que requerirán injertos
de piel y cirugía plástica, pero eso sólo si consigo sobrevivir,
señalan los médicos
me adormesco luego empiezo a hacerme preguntas sobre mi estado, si no estoy muerta –y el monitor del ritmo cardiaco sigue emitiendo un pitido asi quedebo suponer que no lo estoy, pero tampoco estoy en mi cuerpo ¿puedo ir donde quiera? ¿soy un fantasma? ¿podria ir a ver a teddy?
decido probar una maniobra me dirigo hacia la pared voy a atravesarla para salir flotando por el otro lado, pero sencillamente choco contra la superficie.
una enfermera entra consigo, antes que la puerta se cierra, consigo deslizarme fuera del quirofano.ahora me encuentro en el pasillo.
si los del quirofano andan por ahí? me gustaria localizar a alguien que se hallara en mi misma situacion.me formulo algunas preguntas, por ejemplo, en que clase de estado me encuentro y como saldre de el, ¿cómo logrere volver a mi cuerpo? he de esperar a que losmedicos me despierten? pero no veo a nadie.
sigo a una enfermera a traves de unas puertas automaticas. ahora me encuentro en una pequeña sala de espera.alli veo a mis abuelos.
la abuela habla con el abuelo o quiza hable al vacio.es su manera de no dearse llevar por la emocion. lleva botas de goma y el vestido holgado que se pone para trabaar en el ardin, manchado de barro.probablemente estaba en el invernadero cuando le dieron la noticia.
quiero ir a julliert por ella, rellene solicitudes, pedi cartas de recomendación y les envie una grabacion de la pieza interpretada por mi:a gaston no le conte nada ¿para que? pense cuando lo mas probable era que ni siquiera me permitieran hacer una audicion .sin embargo habia otro motivo. una pequeña parte de mi sentia que incluso haber mandado la solicitud era una especie de traicion: juilliard estaba en new york y gaston se quedaria aquí.
pero el ya no iba al instituto me llevaba un año de diferencia y, mientras yo terminaba el ultimo curso, el habia empezado la universidad.solo estudiaba a tiempo parcial por que los teen angells empezaban a ganar popularidad.iban a grabar un sello discografico y pasaban mucho tiempo viajando de concierto a concierto. asi pues solo se lo conte todo cuando recibi un sobre color crema con el emblema de julliard school y lei la carta de invitacion a hacer una audicion, le explique que ninguna persona llegaba a tanto. al principio se quedo dorprendido, como si no acabara de creerselo.
luego esbozo una triste sonrisa.
                            15:47
acaban de trasladarme a una sala de recuperacion de traumatologia.
me han puesto tubos en mi garganta para que respire por mi, otro por la nariz para mantener el estomago vacio, otro por la vena para hidratarme otro en la vejiga para el pipi, varios en el pecho para registrar el latido del corazon, otro en el dedo para controlar el pulso.
la asistente social habla con mis abuelos en tono bajo y compasivo les dice que mi estado es grave, no se muy bien que significa grave. en la television el estado de los enfermos siempre es critico o estable.grave suena fatal.suena a algo sin solucion.
-ojala pusieramos hacer algo me siento inutil
-vere si consigo que les deen pasar a verla un rato__su rostro es amable__a los pacientes en coma les ayuda oir la voz de sus seres queridos.tiene a alguien a quien llamar? alguien que los acompañe comprendo que esto es duro para ustedes pero cuanto mas fuerte se muestren mas ayudaran a rocio.
me sobresalto al oir mi nombre.un recordatorio de que estan hablando de mi.la abuela comenta que hay varias personas de camino al hospital tios tias primos.no oigo el nombre de gaston.
es a gaston a quien quiero ver.oala supiera donde esta para intentar llegar hasta el.no se como va a enterarse de lo que ha ocurrido.los abuelos no tienen su telefono y tampoco usan celular, asi que el no puede llamarlos.y ni siquiera sabra que debe llamarlos a ellos.las personas que normalmente podrian comunicarle que he sufrido un accidente no estan en situacion de hacerlo.
la enfermera simpatica se acerca a mi cuerpo inerte y lleno de tubos
--como te va guapisima?_me pregunta como si acabaramos de encontarnos en una tienda.
al principio la relacion con gaston no fue un lecho de rosas.yo tenia la idea de que el amor todo lo puede y cuando gaston me deo en casa despues del concierto supongo que los dos ermos concientes que nos estabamos enamorando.yo creia que llegar ahí era lo mas dificil.en los libros y las peliculas las historias siempre terminan cuando los dos protagonistas se dan por fin un romantico beso.la parte de “y fueron felices y comieron perdices” se da por supuesta.
en nuestro caso no fue exactamente asi. la enorme distancia que nos separa en el mundo social tenia sus inconvenientes.seguiamos viendonos en el ala de musica, pero esos encuentros no pasaban de ser platonicos, como si ninguno de los dos quisiera estropear la relacion yendo mas lejos.sim embargo, siempre que nos encontrabamos en otros lugares del instituto cuando nos sentabamos en la cafeteria o estudiabamos en el patio en los dias soleados, nos faltaba algo, nos sentiamos incomodos, las conversaciones parecian forzadas.
siempre empezabamos a hablar al mismo tiempo.
--sigue tu__decia yo
--no, tu__replicaba el.
tanta cortecia era penosa. yo queria superarla,volver a la magia de la noche del concierto pero no sabia muy bien como lograrlo.
gaston me invito a verlo tocar con su banda.fue peor aun que el instituto.si en mi propia familia me sentia como un pez fuera del agua entre las amistades de gaston era como en pez en marte.el siempre estaba rodeado de gente enrollada y vivaz de chicas guapas con el pelo teñido y piercings de tipos distantes que se animaba cuando gaston hablaba de rock con ellos. yo no podia comportarme como una grupie y tampoco podia hablar de rock.era un tema que deberia comprender perfcetamente puesto que se trataba de musica y ademas tenia un padre rockero pero no era algo parecido a los chinos que hablan mandarin que mas o menos entienden cantones, pero no del todo, qunque se da por supuesto que todos los chinos pueden comunicarse entre si.
temia ir a los conciertos con gaston.no era por celos ni porque no fuera mi estilo de musica.
de echo, me encantaba verlo tocar.cuando estaba en el escenario era como si la guitarra se convirtiera en una propagacion natural de su cuerpo.y luego, tras abandonar el escenario, estaba sudoroso, pero con un sudor tan limpio que me sentia tentada a lamerle la cara como si fuera una piruleta. desde luego, no lo hacia.
cuando las fans se abalanzaban sobre el, yo me hacia a un lado.gaston intentaba atraerme hacia si, me rodeaba la cintura con el brazo, pero yo me sesasia y volvia a las sombras.
--es que ya no te gusto?__me pregunto en tono de reproche despues de un concierto.
intento decirlo en broma, pero estaba dolido de verdad.
--no se si deberia seguir viniendo a tus conciertos_conteste
--por que no?__quiso saber, esta ves sin tratar de ocultar sus sentimientos.
--tengo la sensacion de que te impido disfrutar de todo esto.noquiero que tengas que preocuparte por mi.
me aseguro que no le importaba preocuparse por mi, pero yo sabia que si le importaba.
seguramente habriamos roto durante las primeras semanas de no ser por mi casa.alli, con mi familia, encontrabamos un terreno comun.lo invite a la primera cena familiar con nosotros cuando llevabamos un mes saliendo.el estuvo charlando de rock con papa en la cocina.yo los observaba sin comprender la mitad de lo que decian, pero no me senti marginada como me ocurria en los conciertos.
--juegas al boloncesto?__le pregunto papa.en cuestion de ver deporte, papa era un fanatico del beisbol, pero cuando se trataba de jugar, le encantaba lanzar a la canasta.
--claro.pero no soy muy bueno.
--eso no importa;solo tienes que tomartelo en serio.¿una partida rapida? llevas zapatillas de baloncesto_comento papa, mirando las converse altas de gaston.y se volvio hacia mi__no te molesta ¿verdad?
--que va__sonrei__puedo practicar mientras juegan
se fueron a la cancha que habia detrás de una escuela primaria cercana y regresaron al cabo de tres cuartos de hora, gaston sudoroso y algo aturdido.
--¿qué ha pasado?__pregunte__mi padre te ha dado una paliza?
--bueno si, pero no es eso. una abeja me pico en la palma de la mano mientras jugabamos y sabes que hizo tu padre? me tomo la mano y chupo el veneno.
asenti.era un truco que papa habia aprendido de la abuela y funcionaba con las picaduras de abeja al contrarioque con las mordeduras de serpiente de cascabel. al chupar se sacaba el aguijon y el veneno y solo quedaba una ligera comezon.
gaston esbozo una sonrisa azorada. se inclino hacia mi y me susurro al oido
--me parece imposible haber tenido mas intimidad con tu padre que contigo.
rei.pero no dejaba de tener razon.en las pocas semanas que llevabamos saliendo, no habiamos ido mas alla de los besos.no me consideraba una mojigata, aunque fuera virgen y no tenia el menor deseo de seguir siendolo.y desde luego gaston no tenia nada de virgen.se trataba mas bien de que nuestros besos adolecian de la misma penosa cortesia que nuestras conversaciones.
--talvez deberiamos ponerle remedio a eso__musite
el enarco las cejas inquisitivamente y yo me ruborice.durante toda la cena no dejamos de sonreirnos mientras escuchabamos a teddy que parlateaba sobre los huesos de dinosaurios que al parecer habiasn desenterrado por la tarde en el jardin de atrás.papa preparo su famoso asado ala sal, mi plato favorito pero yo no tenia hambre y no hacia mas que empujar la comida de un lado a otro del plato, esperando que nadie se diera cuenta.y dentro de mi oia una pequeña vibracion creciente.pense en el diapason con que afinaba el chelo.al golpearlo, produce vibraciones en la, vibraciones que aumentan y aumentan hasta que el tono armonico llena la habitacion. la causa de mi vibracion era la sonrisa de gaston.
despues de cenar, gaston echo un rapido vistazo a los hallazgos fosiles de teddy.luego subimos a mi habitacion y cerramos la puerta.a mery no le permiten estar sola en casa con chicos, aunque en realidad nunca ha surgido tal posibilidad.mis padres no habian establecidos norma alguna a ese respecto y yo tenia la sensacion de que sabian lo que pretendiamos gaston y yo. aunque a papa le gustaba hacerse el estricto, en realidad ambos eran unos blandos en lo tocante al amor.
gaston se tumbo en mi cama y estiro los brazos por encima de la cabeza.toda su cara sonreia ojos nariz y boca.
--toca conmigo _dijo
--que?
--quiero que me toques como si fuera un chelo.
iba a replicar que no dijera tonterias pero de pronto pense que tenia sentido.
fui al armario y saque uno de mis arcos de repuesto.
--quitate la camisa_pedi con voz tremula.
lo hizo.a pesar de su delgadez, era sorprendentemente musculoso.podria haberme pasado veinte minutos contemplando los contornos de su pecho, pero el me queria mas cerca.yo tambien lo deseaba.
me sente a su lado, de manera que renia su largo cuerpo tendido ante mi.el arco temblo cuando lo deje sobre la cama.alrgue la mano izquierda y le acaricie la cabeza como si fuera la voluta de mi chelo.el volvio a sonreir y cerro los ojos.me relaje un poco.le toquetee las orejas como si fueran clavijas y luego le hice cosquillas juguetonamente y el rio por lo bajo.
coloque el torso con las manos en toda su longitud, teteniendome en los tendones para asignarle una cuerda a cada uno:la, re, sol, do.los acaricie uno a uno con la yema de los dedos.gaston permanecio muy callado como concentrandose en algo.
tome el arco y se lo pase suevemente por las cadera, donde estaria el puente del chelo.toque con suavidad al principio y luego con mas fuerza y velocidad, a medida que aumentaba la intensidad de la cancion que sonaba en mi cabeza.gaston permanecia inmovil.de sus labios escapaban leves gemidos.mire el argo, mire mis manos, mire el rostro de gaston y me senti invadida por el amor, la lujuria y una desconocida sensacion de poder.jamas habia imaginado que pudieran lograr que otra persona se sintiera asi.
cuando termine, el se incorporo y me dio un largo y profundo beso.
--mi turno_dijo entonces.
hizo que me levantara y empezo por quitarme el sueter por la cabeza y bajarme un poco los tejanos.luego se sento en la cama y me tumbo sobre sus rodillas:al principio no hizo nada mas que abrazarme.yo cerre los ojos y trate de sentir sus ojos en mi cuerpo, viendome como nadie me habia visto en la vida.
luego me empezo a tocar.
rasgueo los acordes en mi pecho, haciendome cosquillas, y me rei.suavemente movio las manos hacia abajo y entonces deje de reir las vibraciones del diapazon aumentaban de intensidad cada vez que gaston me tocaba en un sitio nuevo.
al cabo de un rato cambio a un estilo mas español en el movimiento de los dedos.utilizaba la parte superior de mi cuerpo como mástil,acariciándome el pelo,la cara, el cuello.
punteaba en mi pecho en mi estomago, pero yo lo notaba en sitios que sus manos ni se habian acercado.su energia iba en aumento a medida que tocaba y mi diapazon enloquecio provocandome vibraciones por todo el cuerpo hasta dejarme sin aliento.y cuando creia que ya no podria soportarlo mas, el torbellino de sensaciones alcanzo un vertiginoso crescendo que escito todas y cada unas de mis terminaciones nerviosas.
luego abri los ojos, saboreando la calida calma que me inundaba.me eche a reir.gaston también.nos besamos durante un rato hasta que gaston tuvo que irse a casa.
cuando lo acompañe hasta el auto, sentí deseos de decirle que lo amaba, pero me parecio demasiado tópico después de lo que habíamos echo.asi que espere y se lo dije al dia siguiente
--que alivio chica, pensaba que a lo mejor querias usarme solo como un objeto sexual__bromeo el sonriente.
después de aquello seguimos teniendo nuestros problemas, pero la excesiva cortesía dejo de ser uno de ellos.
                                

viernes, 30 de diciembre de 2011

SI DECIDO QUEDARME CAPITULO 2

9:23
«¿Estoy muerta?»
Tengo que preguntármelo.
«¿Estoy muerta?»
Al principio parecía obvio que estar allí de pie, viéndolo todo, era sólo temporal, un in terludio antes de la luz
blanca y la vida entera pasan do por delante de los ojos en
un instante mientras me diri gía allá donde tuviera que ir.
Pero ya han llegado los medicos, además de la policía
y los bomberos. Alguien ha cubierto a mi padre con una sá -
bana y un bombero está cerrando la bolsa de plástico en que
han metido a mamá. Habla de ella con otro bombero, que no
aparenta más de dieciocho años. El mayor le e plica al novato que seguramente mi madre fue la primera en recibir el
golpe y que murió en el acto, lo que justifica la ausencia de
sangre.
—Parada cardíaca instantá nea —dice—. Cuando el co -
razón no late, no hay hemorra gia. Te vas desangrando poco
a poco.
No quiero pensar en eso, en mamá de sangrándose poco
a poco, así que reflexiono en cuán adecuado resulta que fue -
ra la primera en recibir el gol pe, amortiguándolo para no -
sotros. No ha sido elección suya, obviamen te, pero la cues -
tión es que así era ella.
Pero ¿estoy muerta? Mi cuerpo tendido en el borde de
la carretera, con una pierna colgando en la cuneta, está ro
deado por varios hombres y mujeres que se afanan frenéti
camente y me inyectan no sé qué. Estoy medio desnuda, los
medicos me han rasgado la ca misa. Tengo un pecho al aire.
Aparto la vista por vergüenza.
La policía ha colocado balizas luminosas a lo largo del
perímetro del acciden te. A los coches que llegan les indican
que den media vuelta, la carre tera está cerrada. Los agentes
sugieren rutas alternativas, ca rreteras secundarias que lle -
varán a los automovilistas a sus destinos.
No obstante, muchos coches aparcan cerca. Sus ocupan -
tes se apean, rodeándose el cuerpo con los brazos por el frío.
Observan la escena del acci dente. Luego apartan la mira da,
algunos sollozando. Una mu jer vomita entre los helechos
de la cuneta. Y aunque no sa ben quiénes somos ni lo que ha ocurrido, rezan por noso tros. Perci bo que rezan.
Esto también me hace pensar que estoy muerta. Esto, y
el hecho de que mi cuerpo pa rece completamente inerte.
Además, al mirarme la pierna pelada hasta el hueso por la
fricción del asfalto, sé que de bería experimentar unos dolo -
res atroces. Tampoco lloro, a pesar de que a mi familia aca -
ba de ocurrirle algo inimagi nable.
Mientras medito todo esto, la medica pelirroja y pecosa que ha estado asistiéndome responde a mi pregunta.
—Ocho en la escala de coma. ¡Hay que intubarla ya!
—grita.
Ella y el medico de mandíbula cuadrada me meten un
tubo por la garganta, le acoplan una bolsa con una pera de
goma y empiezan a bombear aire.
—¿Cuánto tardará el helicóptero?
—Diez minutos —responde el medico—. Y veinte
para regresar a la ciudad.
—Pues vamos a llevarla noso tros en quince minutos
aun que tengas que correr como un condenado.
Intuyo lo que el tipo piensa: que no me hará ningún
bien que la ambulancia sufra un accidente, y estoy de acuer
do con él. Pero no dice nada, se limita a apretar la mandíbu
la. Me meten en la ambulan cia y la pelirroja sube atrás conmigo. Sigue bombeándo me aire con una mano, mien tras con la otra ajusta el suero y los monitores. Luego me aparta un mechón de la frente.
—Aguanta —me dice.
Di mi primer recital cuando te nía diez años. Por entonces
llevaba dos cursos estudiando chelo. Al principio sólo en
el colegio, como parte de la asignatura de Música.
Papá muchas veces bromeaba con que les habían cambiado
el bebé en el hospital, por que no me parecía al resto de la
familia.

Y después del recital recibí
el regalo prometido. Estaba en el coche, en el asiento del
acompañante, y tenía un as pecto tan humano como aquel
primer chelo por el que me ha bía sentido atraída dos años
antes. Y no era de alquiler. Era mío.
10:12
Cuando la ambulancia llega al hospital más cercano —no
el de mi ciudad, sino un pequeño centro médico de la zona
—, los medicos me llevan pre surosos al interior.
—¡Creo que tiene un neumo tórax! ¡Ponedle una sonda
pleural y trasladadla inmedia tamente! —gri ta la amable medica pelirroja al entregar me a un equipo de enfermeros y médicos.
—¿Dónde están los otros? —pregunta un tipo barbudo
con bata de cirujano.
—El otro conductor sufrió con tusiones leves, lo están
tratando en el lugar del acci dente. Los padres ya estaban
muertos cuando llegamos. Hay un niño de unos siete años
que viene detrás de nosotros.
Dejo escapar un largo suspi ro, como si lleva ra veinte
minutos conteniendo la respi ración. Después de verme en
la cuneta, no había tenido va lor para buscar a Teddy. Si le
había pasado lo mismo que a mamá y papá, lo mismo que a
mí… No quería ni pensarlo. Pero no, está vivo.
Me llevan a una habitación pe queña con luces brillantes. Un médico me unta una cosa na ranja en un lado del pecho y luego me introduce un peque ño tubo de plástico.
Otro médico me ilumina un ojo con una linternita.
—No hay reacción —dice a la enfermera—. El helicóptero ya ha llegado. Que la lleven a trauma. ¡Venga, moveos!
Me sacan a toda prisa de la sala de urgencias rumbo al
ascensor. Tengo que correr para no perderlos. Justo antes de
que se cierren las puertas del ascensor, veo a paz. Qué
raro. Se suponía que íbamos a visitarla, y a camilo y el bebé.
¿La han llamado por la neva da? ¿Por nosotros? Se afana en el vestíbulo del hospital con expresión concentrada. No creo que sepa siquiera que se trata de nosotros. Quizá in -
cluso ha dejado un mensaje en el móvil de mamá, explican -
do que se había producido una emergencia y no iba a estar
en casa para recibirnos.
El ascensor sube hasta la azo tea. Hay un helicóptero en
el centro de un gran círcu lo rojo. Sus aspas cortan el aire
con un zumbido.
Jamás he ido en helicóptero. Mi mejor amiga, mery, hizo
una vez una visita aérea al mon te con su tío
mery participa en el anuario y quiere convertirse en fotógra fa profesional.
—no pienso volver a subirme en un trasto de ésos
nunca más. ¡Y tú tampoco lo hagas!
He de decirle a mery que ave ces uno no tiene elección.
La puerta está abierta. Meten mi camilla con todos sus
tubos y cables. Yo subo de trás. Un medico se encarama de
un salto sin dejar de apretar la pera de plástico, que al parecer respira por mí. Cuan do despegamos, comprendo por
qué mery se mareó tanto. Un helicóptero no es como un
avión, una bala suave y veloz.
No entiendo cómo pueden asis tirme,
El helicóptero atraviesa una turbulencia, lo que debería
revolverme el estómago. Pero no siento nada, al menos el
yo que está aquí mirando. Y por lo visto, el yo de la cami lla
tampoco siente nada. Una vez más tengo que preguntarme
si estoy muerta, pero se ve que no, por que en ese caso no
me llevarían sobre volando estos tupidos bosques.
Además, si estuviera muerta, mamá y papá ya habrían
venido en mi busca.
Veo la hora en el tablero de mandos: las 10.37. Me pre -
gunto qué estará pasando en tierra. ¿Habrá descubierto
paz quiénes eran los de la emergencia? ¿Habrá llamado
alguien a mis abuelos? Viven en la ciu dad de al lado;
Pienso en mery. Hoy no ha bía clases. Es evidente que
no iré al instituto mañana. Se guramente mi amiga creerá
que falto por que me quedé hasta tarde
El piloto no deja
de hablar de Trauma Uno.
. Eso significa que nos acerca mos a
la ciudad.
¿Estará Gaston ya allí? Tocó anoche; siem pre
se pone con la adrenalina por las nubes después de un bolo,
y conducir lo ayuda a relajarse. El resto de la banda está encantado de tenerlo como chófer mientras ellos echan una cabezada.
seguramente todavía duerme. Cuando despierte, ¿tomará un café? ¿Se irá con un libro al parque? Eso fue lo que hicimos la última vez que fui a la ciudad con él, sólo que en tonces hacía más calor. Sé que esta tarde la banda hará una prueba de sonido. Y luego Gaston saldrá a esperarme. Al principio creerá
que me retraso. ¿Cómo va a imaginar que en realidad llego
demasiado pronto? ¿Que he llegado esta mañana, cuando
la nieve aún se estaba derri tiendo?
—¿Has oído ha blar de ese tal Yo-Yo Ma? —me preguntó
Gaston. Era la primavera de mi segundo curso en el institu -to. Él estaba en tercero. Lle vaba varios meses observán dome durante los ensayos en el ala de música. Era un cen tro público, de esos institutos progresistas que siempre se mencionan en las revistas na cionales por su especial aten ción a las artes. Y era verdad que disponíamos de mucho tiempo para pintar o dedicar nos a la música. Tiempo que yo pasaba
en las cabinas insonorizadas. Gaston también iba mucho a
tocar la guitarra, pero no la eléctrica como en su grupo. Allí sólo tocaba melodías acús ticas.
—Todo el mundo ha oído ha blar de Yo-Yo Ma —con -
testé, poniendo los ojos en blanco.
Gaston sonrió y me fijé en que tenía una sonrisa asimétrica, una comisura más alta que la otra. Con el pulgar en
que lucía un anillo señaló el patio del instituto
—No creo que encuentres a cinco personas ahí fuera
que hayan oído hablar de Yo-Yo Ma. Y por cierto, ¿qué cla
se de nombre es ése? ¿Es un apodo o algo así? ¿Yo Mama?
—Es chino.
Gaston soltó una risotada, me neando la ca beza.
—Conozco a muchos chinos. Y tienen nombres como
Wei Chin o Lee. Pero no Yo-Yo Ma.
—No blasfemes contra el maestro —repliqué, aunque
no pude evitar reírme. Había tardado unos meses enconven cerme de que Gaston no pre tendía burlarse de mí; ahora
solíamos charlar cuando nos encontrábamos en el pasillo.
Sin embargo, me desconcerta ba que se hubiera fijado
en mí. Aunque no era un chi co súper popular, de los de por -
tistas o de los que iban para triunfadores, era genial. Genial por que tocaba en una banda con universitarios. genial por que tenía su propio estilo rockero, con ropa que compraba en tiendas de segun da mano y mercadillos,
Genial por que en el comedor del instituto parecía muy feliz absorto en la lectura de un li bro, no fingiendo leer por no saber dónde o con quién sen tarse. No se trataba de eso. Te nía su pandilla de amigos y un nutrido grupo de admiradores.
Yo tampoco era ninguna par dilla. Tenía amigos y una
amiga íntima con quien almor zaba. También había hecho
buenas relaciones en el cam pamento de música al que acu
día en verano. Caía bien a la gente, aunque no me conocían en profundidad. En clase era reservada. No levantaba
mucho la mano ni me dirigía a los profesores con descaro.
Y siempre estaba ocupada, ya que dedicaba gran parte del
tiempo a practicar
—¿Qué dirías si te dijera que tengo unas entradas para ver al maestro? —me pregun tó Gaston con un destello en
los ojos.
—Venga ya. No es cierto —re pliqué, dándole un empujón más fuerte de lo que pretendía. Él fingió darse contra la pared de cristal.
—Ya lo creo que sí —dijo des pués—. Para el Schnitz le
ese de Port land.
—Es el Arlene Schnitzer Hall. Tocará la Sinfónica.
—Ahí mismo. Tengo entradas. Un par. ¿Te intere sa?
—¿Lo dices en serio? ¡Pues claro que me interesa! Me
moría de ganas de ir, pero las entradas costaban ochenta
dólares. Un momen to. ¿Cómo las has conseguido?
—Un amigo de la familia se las dio a mis padres, pero
ellos no pueden ir. No hay para tanto —se apresuró a con testar—. Bueno, es el viernes por la noche. Si quieres, te re -
cojo a las cinco y media y va mos juntos.
—si —acepté, como si fuera lo más natural del mundo.
Pero al llegar el viernes por la tarde estaba más nerviosa que cuando el invierno anterior, mientras estudiaba para los
exámenes, me bebí una cafete ra entera del espeso y cargado
café de papá.
Los nervios no eran por Gaston, en cuya compañía ya
me sentía cómoda, sino por la incertidumbre. ¿De qué iba
aquello exactamente? ¿Se tra taba de una cita? ¿Un favor de
un amigo? ¿Un acto caritativo? Me gustaba tanpoco pisar en falso como iniciar a tientas un nuevo mo vimiento. Por
eso practicaba tanto, para en contrarme en terreno seguro y
perfeccionar luego los detalles.
Me cambié de ropa unas seis veces. Teddy, que ya había
vuelto de la guardería, estaba sentado en mi cuarto, sacando
cómics de los estantes y fin giendo leerlos. Se mondaba de risa, no sé muy bien si por las ocurrencias o por mi nerviosismo.
Mamá asomó la cabeza para ver qué tal me iba.
—Sólo es un chico, rocio —dijo al verme hecha un ma -
nojo de nervios.
—Ya, pero resul ta que es el primero con el que quizá
tenga una cita. No sé si vestir me para una cita o para un
concierto de la Sinfónica. La gente de aquí se pone de tiros
largos para esta clase de even tos. ¿O crees que debería ir
más informal?
—Pon te algo con lo que te sientas a gusto —me acon -
sejó—. Así seguro que no fa llas.
Mamá habría puesto toda la carne en el asador de haber es tado en mi lugar.
Suspiré. Ojalá hubiese tenido tanto valor como ella. Al
final elegí una falda negra lar ga y un suéter marrón de man ga corta. Corriente y sencillo. Como yo misma, supongo.
Cuando Gaston apareció con traje y zapatillas deportivas (conjun to que impresionó a papá),
supe que aquello era realmen te una cita. Gaston había deci -dido ponerse de punta en blanco para la Sinfónica, y un traje de los años sesenta era su manera de vestirse formal,pero yo sabía que ha bía algo más. Pareció
nervioso al estrecharle la mano a mi padre y comentarle que tenía los discos de su vieja banda.
—Para usarlos como posava sos, espero —repuso papá.
A Gaston lo sorprendió que el padre fuera más sarcástico
que la hija.
—No perdáis la cabeza, chi cos. Hubo heridos graves
entre el público que bailaba en el último concierto de
Yo-Yo Ma —nos advirtió mamá con sorna cuando nos alejábamos.
—Tus padres son geniales —comentó Gaston mientras me
abría la puerta del coche.
—Lo sé —repliqué.
Fuimos charlando de cosas in trascendentes.
Él me puso canciones de ban --das que le gustaban,
. Nos perdimos un poco en el centro de la ciudad y llegamos al concierto con el tiempo justo.
Nuestros asientos estaban en el anfiteatro. A años luz del es cenario. Pero uno no va a un concier to de Yo-Yo Ma
por las vistas, y el sonido era increíble. El músico conseguía
que el chelo sonara como el llanto de una mujer y, al minu to
siguiente, como la risa de un niño. Escucharlo me hacía re -
cordar por qué elegí el chelo: por esa cualidad tan humana y
expresiva que lo distingue.
Cuando comenzó el concier to, miré a Gaston con el ra -billo del ojo. Parecía tomárse lo con paciencia, pero no deja -ba de consultar el programa, seguramente contando los
movimientos que faltaban para el intermedio. Me preo cupó que se aburriera, pero al cabo de un rato estaba en fras cada en la música y ya no me importó.Entonces, cuando Yo-Yo Ma interpretaba Le Grand
Tango, Gaston me tomó la mano. En otro contexto habría
parecido falso, el viejo truco de bostezar para moverse y
meter mano. Pero Gaston no me estaba mirando. Tenía los
ojos cerrados y se balanceaba ligeramente en su asiento. Él
también estaba absorto en la música. Le apreté la mano y
estuvimos así hasta el final del concierto.
Después compramos cafés y donuts, y paseamos a lo largo del río. Hacía humedad, de ma nera que se quitó la chaqueta y me la echó sobre los hombros.
—No conseguiste las entra das por un amigo de la familia, ¿verdad? —quise saber.
Pensé que se reiría o que le vantaría el brazo fingiendo
rendirse como hacía cuando lo vencía en una discusión.
Pero me miró a la cara y vi los tonos verdes, que danzaban en sus ojos. Negó con la cabeza.
—Las compré con dos sema nas de propinas repartiendo pizzas —admitió.
Me detuve. Oía el agua del río lamiendo la orilla.
—¿Por qué? —pregunté—. ¿Por qué yo?
—Mira, jamás he conocido a nadie que se implique tanto en la música como tú. Me fasci na verte practicar. Se te
forma una arruga preciosa en la frente, justo aquí. —Me tocó el entrecejo—. Yo estoy obsesionado con la música, pero aun así no entro entrance como tú.
—¿Y qué? ¿Soy como una es pecie de experimento social para ti? —Pretendía bromear, pero sonó concierta amargura.
—No, no eres un experimento —declaró con voz algo
ronca.
Sentí que el calor iba subiéndome por el cuello y que me ruborizaba. Clavé la vista en mis zapatos. Sabía que Gaston me estaba miran do, y también que si alzaba los ojos me besaría. Y me sor prendió lo mu cho que deseaba ese beso, darme cuen ta de que lo había pensado tan a menudo que incluso había memorizado la forma exacta de sus labios, e imaginado que le acariciaba el hoyuelo de la barbilla con el dedo.
Levanté los ojos parpadeando. Gaston estaba esperando.
Así fue como empezó.